Murió y resucito

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

No he conocido a alguien que le sea grata la palabra muerte, en cambio trae mucha felicidad la palabra nacer, y resulta agradable la palabra vivir, sin embargo tenemos que convivir con las tres, es así nuestro ciclo, nacer, vivir y morir.

 

En mi día a día, como miembro activo de la Iglesia y en especial de mi Parroquia, (Santo Domingo de Guzmán en Santiago de Chile), asistimos y presenciamos bautizos, eucaristía, matrimonios, responsos,  entre algunas de las muchas actividades. El Responso o la Santa Misa por algún difunto, es por lo general muy triste, nadie canta con ánimo, no hay mucha fuerza al cantar un salmo, la proclamación de la Palabra , es en voz apagada, la homilía busca el consuelo y se hace en un tono muy delicado. 

 

Hay dudas, y hay esperanzas frente a la muerte, pero también esta esa idea de fin, de desaparición, de extinción, se dice un adiós mas semejante al hasta nunca, que esperamos reencontrarnos en la casa del Padre.

 

Es dolorosa la muerte, no hay duda, pero los cristianos debemos enfrentar confiados a esta muerte porque  no es  el final de todo, es simplemente seguir por ese sendero, por ese caminito  silencioso parte de nuestro ciclo y necesario para encontrarnos con la eternidad.

 

Entonces ponemos a prueba lo que rezamos por nuestra fe en el Credo

 

“..la comunión de los santos,..."  

Estamos todos unidos y debemos rezar por todos y por nosotros, en la tierra, en el purgatorio o en el cielo, y aquí me acuerdo de los ya partieron y rezo por ellos, para que intercedan por mi ante Dios

 

"...el perdón de los pecados,..."

No soy  perfecto, algo malo habré  hecho,  pero lo que importa es si estoy realmente arrepentido y me acerco a Dios para servirle en adelante todo nos perdonará porque su misericordia es infinita.

 

"... la resurrección de la carne y la vida eterna."

Cristo vendrá a juzgar a los vivos y muertos y quienes merecieron el cielo, y el purgatorio ya que este es un paso previo para purificar al alma, resucitaran y tendrán un cuerpo glorioso como el de Jesucristo luego de su resurrección

 

Hoy los cristianos, en todo mundo decimos con alegría y fuerza  “proclamamos tu Resurrección, Señor Jesús",  el mayor acontecimiento entre los hombre y del mundo, y damos todo honor y gloria al Jesús, por su triunfo frente al mal y a la muerte. Los cristianos no tenemos dificultad para comprender este misterio, y no comprendemos a los que se atreven a negarlo, porque a  través de los tiempos, ha habido incrédulos, obcecados y orgullosos, que dan a Cristo  por muerto y sepultado para siempre, pero al mismo tiempo se observan  incapaces de admitir el temor que les produce el descubrir  la certeza de este acontecimiento.

 

El apóstol Pedro proclamara ante quienes con odio y maldad crucificaron a Jesús, “Escuchadme, israelitas, os hablo de Jesús Nazareno, el hombre a quien Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto..., os entregaron a Jesús, y vosotros, por mano de los paganos, lo matasteis en la cruz. (Hech. 2, 14.22-32: "Dios ha resucitado entre los muertos...lo que hemos visto y oído, no lo podemos callar". (Hech. 3, 15; 4, 20) Esa misma verdad que ya estaba en las Escrituras registrada y anunciada claramente por Profetas. También es importante en nuestra vida cristiana este singular evento que el apóstol Pablo se atrevió con inusual firmeza a confesar: "Si Cristo no hubiese resucitado, para nada serviría nuestra predicación y nuestra fe"..."y nosotros, los cristianos seríamos los hombres más necios e infelices de este mundo. Pero Cristo resucitó y todo ya cambió". (1 Cor. 15,14-19)

 

Entonces hoy lunes, aún gozamos de esta resurrección que hemos festejado ayer, por la cual hicimos vigilia el  Sábado Santo, por la cual sufrimos el Viernes y el Jueves Santo, por toda esta cuaresma recién concluida, resurrección que es para nosotros, una inapagable luz, con  fuerza, alegría, que refuerza nuestra fe y alimenta nuestra esperanza.

 

Es así, como frente a la muerte, alegría y confianza, nuestras lágrimas y llantos sean por lo emotivo que resulta pasar al siguiente ciclo de nuestro camino, que es la resurrección, puerta del Reino anunciado.

 

Vamos caminando al encuentro con el Señor.