Moral Cristiana
La Paz

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

La paz es un don Dios, la paz viene de Dios, es allí donde debemos buscarla, y en su morada favorita, en el corazón de los hombres, en ese lugar debe nacer el concierto o buena disposición en todo orden de las cosas entre sí o de las partes que forman un todo en la armonía de la vida en tranquilidad y buena convivencia, construir la paz, requiere una gran dosis de amor por la vida, y una gran conciencia de que se debe vivir en una situación y estado de legalidad normal en los que los ciudadanos respetan y obedecen sin protesta lo establecido por las autoridades, pero en conciencia no lo hacen por una determinada autoridad designada por los hombres, sino porque amamos a Dios, creador de los hombres, por tanto cuidamos de sus criaturas.

 

En Dios, la paz  tiene su origen, y nosotros contribuimos a ella, lo hacemos con justicia, con natural inclinación a dar y reconocer a cada uno lo que le corresponde, con la facultad natural de las personas para elegir como llegar a ella en forma adecuada, pero con obligación a buscar todos los recursos para conseguirla,  especialmente con el diálogo, con apertura de oído, para saber escuchar, pero básicamente por medio de una promesa y en definitiva unión con Dios, fuente primordial de la paz auténtica.

 

Dirijamos nuestras oraciones a Dios, en voz alta o mentalmente, oremos todos a Dios por la paz en el mundo, no hacerlo es evadir nuestra responsabilidad en nuestra historia, es huir de del amor por los hombres, todos hijos de Dios, sepamos afrontar esta necesidad, oremos porque no es bueno afrontar esta realidad solo, porque es maravilloso contar con la fuerza que procede de lo alto de los cielos, es magnifico contar con la fuerza de la verdad, y del amor del Señor, porque con El contaremos siempre para enfrentar cualquier dificultad, de El viene la absoluta voluntad del bien.

 

Oremos por la paz, con el convencimiento como verdaderos cristianos de que la justicia y la paz son dos bienes absolutamente inseparables, producto de los corazones justos y de conciencia de camino en rectitud, pero al mismo tiempo, seamos consecuente en lo que oremos y en lo que hacemos, promoviendo la convivencia pacífica en nuestras autoridades, a fin de que ellas además, a través de la educación y del buen comportamiento moral, y por sobre todo con un obrar de justicia, mantengan siempre un clima social con sincero respeto a la verdad y a la libertad, sin pisotear ninguno de los derechos que Dios le ha otorgado a sus hijos en la tierra. 

 

Cuanto hablamos de las actitudes de la buena convivencia y disposición de vivir en armonía y paz y que estas nacen en las conciencias rectas, que es la expresión de un corazón que se ha dispuesto a ser morada de Dios, pero callamos la vergüenza de estar profundamente heridos por el pecado de la permisividad y la irreverencia, disponiéndonos a actuar débilmente frente al mal, y siempre nos disculpamos con motivos muchas veces insignificante, para no asumir la responsabilidad que nos cabe en la falta de paz en la sociedad.

 

"No siempre hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero", nos dice San Pablo hablando de la condición moral del hombre (Rom 7, 19).

 

Es por eso que necesitamos la ayuda de Dios, para que nos entregue fuerza para no ceder ni rendirnos a ninguna presión externa, para no fallar en la observancia de los propios principios o normas de conducta de la moral que nos enseñó a través de los Evangelios nuestro Señor Jesucristo, con una voluntad recta fundada en los principios de la verdad que con tanto amor y dedicación nos instruyó, en el profundo respeto a los mandamientos de Dios y en el amor al prójimo.

 

Si aún no hemos comenzado a orar por la paz, hagámoslo ya, para que hagamos mucha fuerza para acabar con el terrorismo en nuestra tierra, por el fin de las guerras, por el término de la opresión y por abrir las puertas a la paz, pidamos sin cesar a Dios que nos conceda este bien tan necesario.

 

Los acontecimientos de los cuales estamos siendo a diario testigo, el atentado a las torres gemelas, a los ferrocarriles españoles, a los inocentes de Afganistán y el Irak, a los corazones de Palestina e Israel, a los hombres de buena voluntad de Colombia, nos obligan a insistir en esta petición de paz, del mismo modo a nuestros hermanos que sufren por resistirse a las ideologías contrarias al pensamiento cristiano. Nuestro mundo no deja de estar amenazado por el terrorismo, y hoy lloramos con amargura los crueles momento de los inocentes hijos de Dios en Rusia, todo esto creando perturbaciones a la convivencia de amor en los hombres, donde por lo general se atropellan los derechos de los mas débiles, haciéndolos pasar por situaciones horrorosas.

 

Nosotros lo cristianos, no podemos dejar de pasar por alto y no tener conciencia del sufrimiento de las personas que viven amenazadas por estos horrores de la guerra o del terrorismo, y desde este sentimiento que nos embarga, no dejemos de orar por nuestros hombres a los cuales se le ha entregado la responsabilidad  de buscar dentro de los imperativos de la justicia y de la legalidad, la tarea de poner fin a las actividades del terrorismo y establecer un orden justo y pacífico.

 

Pero nada se puede hacer sin la ayuda de Dios para que todos nuestros planes de paz y justicia, se hagan con acierto y esta ayuda la conseguimos con la oración, y luego no olvidar la ayuda de la sociedad toda a los dirigentes, para que no pierdan ni la fuerza ni el compromiso de trabajar por la paz. Todo esto con el convencimiento que sólo de Dios nos puede venir la necesaria sabiduría, prudencia, la fortaleza y la iluminación para que los corazones comprometidos en la búsqueda de la paz, sepan contagiar a los corazones de los enemigos de esta, y que para todos, incluso los terroristas sientan la necesidad de ella.

 

No dejemos de pedir a Dios, como los dice San mateo en Mt 7, 7, “Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta”, y no olvidemos los que nos dice en Mt 7,11, “Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan!”

 

Nuestro Señor, es Dios de la paz, y organicemos nuestras oraciones por ella, pidamos a diario por la paz y por el término del terrorismo. Oremos a Jesús, el nos trajo la paz de Dios a los hombres y es el Príncipe de la paz.

 

Cristo es nuestra paz, los cristianos expresamos nuestro convencimiento de que sólo Cristo es "nuestra paz" (Ef 2, 14), reafirmando así que Él mismo es un don de paz el Padre a toda la humanidad. Destruyendo el pecado y el odio, y llamando a todos a la concordia y a la fraternidad, vino a unir lo que estaba dividido; por eso, El es el principio y el ejemplo de la humanidad renovada, llena de amor fraterno, de sinceridad y de espíritu de paz, a la que todos aspiran.

 

Es así, como no dejemos de alentar a las comunidades cristianas, que con su vida y su acción hacen presente a Jesucristo, a que acrecienten su unión con Él, intensificando la oración confiada y perseverante por la paz. Nuestras súplicas harán de cada uno de nosotros instrumentos de paz, sembradores de concordia, artífices del perdón. En una sociedad marcada por fuertes tensiones, las iglesias particulares de los territorios que desgraciadamente padecen con tanta frecuencia la herida del terrorismo, tienen la misión de promover la unidad y la reconciliación, rechazando todo tipo de violencia, de terror y de chantaje, pues con estas triste situaciones de las cuales estamos siendo testigo a diario, es el mundo el que sufre.

 

Por encima de cualquier cosa, es necesario no ser tibio y levantar, una vez más, la voz en favor del valor de la vida, de la seguridad, de la integridad física, de la libertad. En efecto, la vida humana no puede ser considerada como un objeto del cual disponer arbitrariamente, sino como la realidad más sagrada e intangible que está presente en el escenario del mundo. No puede haber paz cuando falta la defensa de este bien fundamental. No se puede invocar la paz y despreciar la vida".

 

Todos los cristianos, debemos privilegiar el compromiso generoso con la paz auténtica, contribuyendo a remover obstáculos, a derribar muros, a favorecer iniciativas y proyectos en colaboración y diálogo social con tantas personas y grupos interesados en alcanzarla.

 

Esta es una tarea que nos compete a todos y no podemos no tenerla presente, es de los hombre y la mujeres, de los jóvenes y de los ancianos, de las escuelas y universidades, de la cultura, del deporte, de todas las fuerzas laborales, de civiles y militares, de todas las iglesias, es de competencia ecuménica, paz dentro y fuera, paz en todo y con todos.

 

San Francisco

 

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

Que donde haya odio, ponga yo amor,

que donde haya ofensa, ponga perdón,

donde discordia, unión,

donde haya error, ponga verdad,

donde haya duda, ponga fe,

donde haya desesperación, ponga esperanza,

donde haya tinieblas, ponga tu luz,

donde haya tristeza, ponga tu alegría.

 

Maestro, que no me empeñe tanto en ser consolado, como en consolar;

en ser comprendido, como en comprender;

en ser amado, como en amar;

pues dando, se recibe;

olvidando, se encuentra;

perdonando, se es perdonado;

muriendo, se resucita a la vida eterna.

 

Mateo (5,9)

Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.

 

"Dichosa tú María, porque has creído" (Lc 1,45).

 

Mateo (5, 21-24)

(21) Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida tendrá que enfrentarse a un juicio». (22) Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno. (23) Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, (24) deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda.

 

Mateo (5, 38-48) Amar a los enemigos

(38) Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». (39) Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. (40) Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto. (41) Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. (42) Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda. (43) Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo». (44) Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, (45) para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores. (46) Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen. (47) Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial? También los paganos se comportan así. (48) Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo.

 

Mateo (Mt 18,21-22)

"Pedro preguntó a Jesús: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces? Jesús le respondió: No te digo siete veces, sitio setenta veces siete").

 

Juan (1 Jn 2,9-11)

"Quien dice que está en la luz y odia a su hermano, todavía está en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y nada le hará tropezar. Sin embargo, el que odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos"

 

Juan (1 Jn 4,20-21)

"Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’ y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros hemos recibido de él este mandato: que el que ama a Dios, ame también a su hermano"

 

Juan (Jn 13,34-35)

"Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos".

 

Juan (14,27)

Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.

 

Juan (20, 19-23)

(19) Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: « ¡La paz esté con ustedes!» (20) Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. (21) Jesús les volvió a decir: « ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también». (22) Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: (23) a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos».

 

 "Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36,26).

 

"El Señor te bendiga y te guarde, haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz" (Nm 6,24-26).

 

Isaías (Is 32,15-18

"Cuando se derrame sobre vosotros un espíritu de lo alto, morará en el desierto el derecho, y en el vergel habitará la justicia; el fruto de la justicia será la paz. Y habitará mi pueblo en albergue de paz").

 

Isaías (Is 60,17-18)

"Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz!"

 

Isaías (Is 2,4)

"De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo; no se adiestrarán para la guerra".

 

"Vivirán seguros porque Dios extenderá su poder hasta los confines de la Tierra. El mismo será la paz" (Miq 5,3-4).

 

"Alabad al Señor hijos de Dios. El Señor bendice a su pueblo con la paz" (Sal 29,11).

 

"Por la misericordia entrañable de nuestro Dios nos visitará un sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1,78-79).

 

"Cuando Jesús nació, una multitud de ángeles alababa a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama!" (Lc 2, 13-14).

 

"Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación "(2 Cor 5,18)

 

"Los frutos del Espíritu son: amor; alegría, paz, comprensión, amabilidad, bondad, mansedumbre y dominio de sí mismo" (Gal 5,22).

 

"Cristo es nuestra paz. El ha hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba" (Ef 2,14).

 

"Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para vosotros los que estábais lejos y paz también para los que estaban cerca "(Ef 2,17).

 

La sabiduría que viene de arriba es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera" (St 3,17).

 

"¿Quién hay que ame la vida y desee ver días felices? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la mentira. Apártate del mal y haz el bien, busca la paz y corre tras ella" (Sal 34,13-15,).

 

"Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os pongáis de acuerdo para que no haya divisiones entre vosotros, sitio que conservéis la armonía en el pensar y en el sentir" (1Cor 1,10).

 

"No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no nos desmayamos, a su tiempo cosecharemos. Por tanto, siempre que tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos" (Gal 6,9-10).

 

"Los que promueven la paz van sembrando en paz el fruto que conduce a la salvación" (Sant 3,18).

 

"Estad, pues, en pie, ceñida vuestra cintura con la verdad, bien calzados vuestros pies para anunciar el evangelio de la paz" (Ef 6,14-15).