Meditaciones sobre Jesús

La misericordia de Jesús contra la confabulación

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

En Libro Levíticos (20,10) se lee la siguiente condena "Si un hombre comete adulterio con una mujer casada, si comete adulterio con la mujer de su Prójimo, el Adúltero y la Adúltera Morirán irremisiblemente, Moisés dice (Dt 22, 22) "Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer de otro hombre, ambos Morirán: el hombre que se Acostó con la mujer, y la mujer. Así Quitarás el mal de Israel. 

La justicia aplicada en aquel entonces era muy distinta para los hombres respecto a las mujeres, en la cual los varones gozaban de mayores privilegios en faltas similares, sin embargo según el texto anterior, aquí la condena era igual para los dos.

Esta era la situación cuando un grupo de judíos llamados fariseos que se caracterizaban por su rigor y austeridad en el cumplimiento de la letra de la ley y en la atención a los aspectos externos de los preceptos religiosos se presenta a Jesús con una mujer retenida que había según ellos sido sorprendida en adulterio.

Juntos con los fariseos estaban los escribas, así se les llamaba en algunos pueblos de la Antigüedad, a las persona que copiaba textos o que los escribía al dictado.

Entonces llama la atención, que por una parte los fariseos que eran muy severos y rígidos con la ley, que buscaban la interpretación según ellos minuciosamente exacta vinieran a preguntarle el parecer a Jesús, y los escribas que las copiaban la habían leído tal vez en incontables ocasiones vinieran en complicidad.

Un engaño organizado con astucia, una verdadera confabulación estaba a la vista de Jesús, hoy diríamos un descaro, una insolencia y absoluta falta de vergüenza, de recato o de respeto.

Santo Evangelio según san Juan (8, 1-11)

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.


Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: — «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: — «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»

Ella contestó: — «Ninguno, Señor.»

Jesús dijo: — «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

Cuando decimos “flagrante”, estamos entendiendo fue sorprendida cuando estaba sucediendo o se estaba ejecutando, por tanto no es necesario por lo claro y evidente aportar pruebas, quizás con esta expresión se quería avalar la acusación y de aceptarla Jesús, le daba crédito a los acusadores, o talvez para que no se preguntara ¿y el causante o la otra parte donde esta?.

En efecto, se necesitan mas de dos para esta falta, y la ley dice “Adúltero y la Adúltera Morirán”, entonces si fue flagrante ¿donde esta el adultero?, ¿acaso no debe comparecer también como la acusada?. Parece toda una “faramalla”, planteamiento con la que se pretende engañar a una persona con un oscuro fin.

Quizás debiéramos suponer que entre los acusadores estaba el causante, y talvez ya tenía en su mano unas cuantas piedras, algo frecuente en muchos aquellos que siempre ven las faltas de otros, sin ver las propias.

Etimológicamente hipócrita viene del latín hypocrita, y este del griego hypokrités, y el significado es actor, el que finge cualidades, ideas o sentimientos que no son verdaderos. Jesús tiene al frente a un pelotón de hipócritas, confiados en que tienen un plan perfecto para hacerlo caer en una trampa y a una mujer humillada que no tiene ninguna posibilidad de arrepentirse y/o de salvarse de un muerte brutal.

Quizás los fariseos pensaron que era una trampa sin salida, si Jesús perdonaba, actuaba en contra de la ley de Moisés y si aprobaba, se ponía en contra de la ley romana ya que estos les prohibían a los judíos las ejecuciones de muerte.

Un gran nerviosismo debe haber consumido a los fariseos, inquietos por oír la sentencia de Jesús, talvez mojando con sudor las piedras, pero Jesús esta sereno, apacible, manso, y no pierde su forma dulce y agradable en el trato, debe haber mirado a los ojos de la mujer y haber sentido una gran pena por la vejación, el maltrato, los padecimientos causados por las humillaciones.

La misericordia en Jesús es algo natural de El, la inclinación a compadecerse y mostrarse comprensivo ante las miserias y sufrimientos ajenos es muy propio de Jesús, pero al parecer los fariseos no entienden de esto.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo, y como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: — «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

A escondidas, procurando no ser visto u ocultándose detrás de otros, quizás a pasos ligeros, se van retirando uno a uno, empezando por los más viejos, talvez porque su mochila de faltas es mayor, hasta que dejaron solo a Jesús y la acusada.

Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; el silencio parece absoluto en el ambiente, solo el ulular del viento, Jesús mira a la mujer y le pregunta, ¿ninguno te ha condenado?», Ella contestó: — «Ninguno, Señor.», y así Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

“Tampoco yo te condeno”, “No peques más”, esto no significa que Jesús no considera que se haya pecado, al contrario, se da cuenta lo sucia que es la conciencia de los acusadores, y entonces les remite a ellos la iniciativa, es así como se retiraron.

El Señor Jesús no condena a la mujer, acusada de un pecado castigado según la ley Mosaica con la muerte, un cambio absoluto en la aplicación de la ley, el que peca no esta condenado automáticamente a muerte, el que peca puede arrepentirse y salvarse. Cristo no ha venido a condenar, El ha venido a salvar, a sanar, a bendecir, a enseñar lo que es la verdadera misericordia, y su perdón es verdadero.

Jesús ha venido a establecer y a instituir la gracia, el sabe de misericordia, ha venido a reconciliarnos con el Padre, el Señor Jesús perdona de corazón, a todo aquel que se arrepiente, a todo aquel que no peca mas. 

Por comprender esto cada vez más, “Gracias Señor