Moral Cristiana
Egoísmo versus generosidad

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

1 Una historia


En una ocasión, llegó como prisionero a una cárcel muy desprovista de todo un buen hijo. Este hombre había sido acusado de regalar lo que no era suyo, sin embargo nada había robado, solo repartía lo que el reconocía como pertenencias de su padre. Como el padre no estaba a la vista de los jueces para preguntar sobre las cosas regaladas, lo encarcelaron. 

Entonces el fue a una celda común que era ocupada por una veintena de presos muy hambrientos, los que recibían comida cada tres días. Al ver esta situación, el hizo una petición a quien el sabía que recibiría ayuda. Así fue, como a los pocos días recibió una caja la que fue autorizada para que llegara hasta sus manos.

Entonces el llamó a sus compañeros de celda y abrió la caja en presencia de todos y la sorpresa fue que en esta caja venían varias docenas de latas de comida. Todos acometieron con ímpetu y fuerza sobre ella en forma desordenada y se arrebataron unos a otros las latas hasta que quedo la caja vacía. El buen hijo, miró por si le quedaba una y solo encontró un abre latas, luego de esto se retiró en silencio a un rincón.

Mientras tanto, los compañeros de celda se rompían las uñas y los dientes tratando de abrir las latas y no eran capaces de hacerlo. Uno de ellos, inclinado a dar lo que tiene sin buscar el propio interés, se fijo que el buen hijo estaba en un rincón sentado sobre el piso en actitud de incomprensión y fue hasta él. Al comprobar que se había quedado sin su parte, le cedió la mitad de la suya. El buen hijo, le enseñó el abre latas, las abrió y comenzaron a comer.

Entonces los otros se dieron cuenta de esto y arremetieron contra ellos gritando; “Quitadle el abre latas”, entonces el hombre que había compartido con el buen hijo, salió en su defensa y dijo, “Nadie se la arrebata, pero no se las negaremos”; otros de los prisioneros, con amor excesivo hacia si mismo, típico de aquel que lleva a prestar una atención desmedida a los propios intereses sin ocuparse de los ajenos, movido por la pasión respondió; “No la pidáis ni la negociéis”, luego los exhorto; “A ellos”. Entonces atacaron a estos solidarios amigos y les quitaron con violencia el abre latas e incluso su comida.



Cuando supo de esto el Alcaide de la cárcel, separó a los dos hombres que habían sido violentados a una celda contigua, luego de conocer el drama, ordenó que se pusiera una olla de caldo todos los días en cada celda, pero con una sola cuchara de un metro de largo, la cual solo se podía empuñar de un solo extremo.



Días más tarde, fue a observar como se comportaban sus prisioneros. En la celda del grupo de los egoístas, el drama ahora era mayor, por una parte se peleaban la cuchara y por otra, se les hacía muy difícil llevar el alimento a su boca y desperdiciaban más de la mitad. En la celda contigua, los amigos generosos, sonreían felices y estaban en mucha paz, al verlos comer, el Alcaide observo que uno de ellos, tomaba primero la gran cuchara y le daba el alimento al otro, luego, intercambiaban la herramienta y el otro hacia lo mismo.


El egoísmo es incompatible con la solidaridad y la generosidad. El que es muy generoso, comparte todo con sus amigos.



2 Dios, es generosidad

Repetimos incansablemente, que Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Si Dios es generoso, nosotros estamos destinados a no ser egoístas. La generosidad es una característica propia de todo hombre que ama a Dios. Al contrario, el egoísmo es una característica de las personas que no entienden ni el amor de Dios ni el de Jesucristo. En consecuencia, un cristiano, que conoce del amor, que se relaciona bien con Dios Padre y con Dios Hijo, debiera tener un corazón empapado de generosidad y exento de egoísmo. Si no es así, es un hombre cerrado al amor del Espíritu Santo.

San Pablo, a los pueblos de Galicia, Gálatas, 5, 22; “Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe.” En consecuencia, un seguidor de Cristo, permite que el Espíritu Santo manifieste su fruto, bienes que se manifiestan si dejamos que Dios obre en nosotros. 

San Pablo a los fieles de Corintio, a fin de de hacer cesar algunas disputas, reprender desordenes y abusos, dice en Cor 13,4-5; “El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. No es egoísta, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal.

“Servíos los unos a los otros por medio del amor, porque toda la ley se ha resumido en un solo precepto: Amarás a tu Prójimo como a ti mismo.” (Gálatas 5,13-14)



3 Nuestra actitud cristiana

Nuestra actitud cristiana, debe ser espejo del carácter de Nuestro Señor Jesús, debe tener implícita toda la generosidad que tiene el corazón de Cristo. Si le amamos, debemos dar testimonio con nuestra conducta, para que más hombres se entusiasmen seguir a Jesús. Si mostramos una actitud digna de ejemplo, si entre nosotros nos tratamos como si estuviéramos tratando con Cristo, no me cabe la menor duda que más hombres buscarían sentirse nuestro prójimo de la forma como nos enseña el Señor.



4 Reflexión final

La historia inicial que he creado, quizás es semejante en la vida real o a otros cuentos, busca de alguna forma invitarles a conocer que si Dios nos da y es generoso con nosotros, si aceptamos que somos su hijos, no podemos dejar de practicar la generosidad y apartar de nosotros todo indicio de egoísmo.

Si mostramos egoísmo, ¿Cómo podemos al mundo que queremos atraer convencer del gran amor de Dios? ¿Cómo podemos explicar la generosidad de Dios?

“Porque de tal manera Amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3,16)

Estábamos en un mal camino, habíamos condenado nuestra existencia a unas tinieblas, sin embargo a través de Jesús, hoy recibimos la vida eterna y vida abundante. Por la generosidad de Dios, fuimos rescatados de una vida sin esperanza, por el sacrifico de Jesucristo nos fueron perdonados nuestros pecados, fuimos sanados de nuestras enfermedades y fuimos liberados del mal. Esa es la gran generosidad del corazón de Dios. A nosotros nos compete demostrar lo mismo. 

“Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5,1),

Dios es generosidad, es el corazón de Dios. A Dios, se le habita en el corazón, ese es su lugar preferido, por lo tanto la generosidad debe comenzar en nuestros corazones. 


Por comprender esto, “Gracias Señor”