Moral Cristiana
La sobriedad como cristiano

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

La sobriedad del cristiano le da valor a las cosas que si son importantes, permitiendo a la persona que la practica, saber como distinguir entre lo razonable y lo que es exagerado, en otras palabras, actuar con moderación. 

En efecto, cuando nos referimos a la sobriedad del cristiano, lo hacemos pensando en la moderación y la templanza en el modo de actuar y vivir. Se actúa con sobriedad, cuando no nos dejamos llevar por los apetitos y los excesos, vivimos con sobriedad cuando no consideramos necesarios las cosas superfluas. La templaza es la virtud de vivir en la moderación y actuar con sobriedad. La sobriedad del cristiano, se manifiesta cuando somos capaces de reducir o disminuir la intensidad de algo considerado como excesivo. La sobriedad lleva implícita la prudencia, la sensatez, el buen juicio y la cautela. 

¿Entonces porque no ser sobrios? ¿Debemos vivir preocupados de los apetitos? Vivimos muchas veces bajo la inclinación y el instinto que nos lleva a satisfacer deseos o necesidades de cualquier cosa, lo que nos produce una vida desordenada, pendiente solo de satisfacer los apetitos. 

Sin embargo Jesús nos dice que no nos inquietemos por como viviremos, en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 12, 22-34, encontramos una enseñanza rica en doctrina y bello en las expresiones. Jesús dijo a sus discípulos: «No se atormenten por su vida con cuestiones de alimentos, ni por su cuerpo con cuestiones de ropa. Miren que la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. 

En este hermoso fragmento del Evangelio, Jesús nos enseña que en lugar de preocuparnos por la sola riqueza material, afanados en una solicitud excesiva, esta solicitud debemos dejarla y abandonarnos en manos de la Providencia. ¡Dios mira por los hombres! Dice el Señor; Busquen más bien el Reino, y se les darán también esas cosas. Es decir busquemos el Reino, y todo eso se dará por “añadidura.” No se excluye, naturalmente, la labor por la cual es necesario para vivir, pero que se haga sin un asfixiante afán, y cada cosa en su sitio. Que nada faltará, ¡pues hay Providencia!

Llevemos la moderación sin temor, y no nos sintamos disminuidos ante los demás por no tener tantos bienes materiales. Jesús nos dice; “No temas, pequeño rebaño” Talvez, nos sintamos algo despreciados ante tantos otros afanes y poderes y con dificultades porque estamos preocupados de alcanzar meta en nuestra forma de vida. Jesús nos propone, que no tengamos desaliento, que sepamos que somos una porción elegida y eso si es importante. Es así, como Jesús nos dice: “Porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino”. Este no viene por exigencia, sino por don gratuito. Pero hemos de recibírselo “haciéndonos como niños,” como casi si valor. Así recibiremos como puro el don gratuito de Dios, con actitud de pequeño rebaño de gentes sencillas y despreciadas por vivir sin orgullos ni prejuicios de ser pequeños ante Dios.

Otro aspecto importante de esta enseñanza, es el afán por la avaricia. Que no atesoren con afán y que confiemos en la Providencia. Y como prueba de todo ello, Jesús en mismo evangelio de Lucas, nos dice en forma hiperbólica “Vendan lo que tienen y repártanlo en limosnas” es decir, la gran obra de misericordia que nos corresponde hacer ante los más necesitados. Naturalmente, no es esto una obligación. Es una sentencia sabia que ha de ser valorada en función de otros elementos de nuestro vivir, “porque el que atesora para sí y no es rico para Dios”. A esto se le contrapone por el contexto esta otra expresión de Jesús: “Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también tu corazón”. El tesoro inagotable, esta en los cielos, allí están “las reservas que no se acaban”

Así es como la virtud de la sobriedad, es la templanza y la moderación, ella nos permite distinguir entre lo moderado y el exceso, entre lo demasiado y lo que es razonable, pero también, la que nos ayuda a ser cauteloso en las conversaciones. 

La sobriedad como cristiano, nos debe hacer ver la vida con criterios distintos, es decir, no nos puede llevarnos por el afán de poseer cosas que son innecesarias, y adquirir una serie de bienes más para satisfacer deseos de vanidad o placer, algo que muchas veces se hace enceguecido por el egoísmo y la presunción. Lo peor, es el despilfarro de lo que ganamos como sueldo en suntuarios sin valor, que terminan en cualquier parte por que ni siquiera tenemos donde guardarlo y lo peor, es que nos negamos a deshacernos o dárselo a quien lo necesite.

Un autentico cristiano, no puede vivir sin esta virtud de ser sobrios, moderados, especialmente si se deja dominar por la satisfacción del placer. En efecto, no podemos considerarnos cristianos si vivimos en excesos, no importan cuales sean, pues estos, no dejan que tengamos vida espiritual.

Si buscamos la vida eterna, tenemos que ir por un camino lejos de lo inmoderado, y más cercano de lo sobrio, en todos los sentidos de la palabra, en el comer y vestir. Dice Jesús; “No estén pendientes de lo que comerán o beberán: ¡no se atormenten! También dice Jesús; “el Padre de ustedes sabe que ustedes las necesitan”

No se trata de que no podemos beber vinos o cervezas, ni que este mal comer alguna cosa deliciosas, pero si importa la medida como se hace y con qué fin. En efecto, si beber o comer es por placer y más aún por emborracharse, de ningún modo esto nos aproxima a Dios ni nos hace más buenos.

La sobriedad del cristiano, nos permite ver más allá del placer temporal, es decir podemos ver lo eterno que nos ofrece el Señor. La sobriedad nos entregara valores perdurables, y con ella sabremos mejor que es lo que vale en nosotros, lo que llevamos en el corazón y no lo externo. Como dice Jesús; “Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también tu corazón”