Moral Cristiana
La humildad, una cualidad o característica que debemos considerar buena y positiva.

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

¿Como nos consideramos a sí mismo? ¿Entendemos lo que es ser humilde? La humildad, es una actitud derivada del conocimiento de las propias limitaciones y que lleva a obrar sin orgullo: La humildad permite reconocer los propios errores. La humildad, es un espontáneo olvido de uno mismo, en otras palabras, somos humildes, si no nos damos muchas vueltas a sí mismo.

Tiene importancia en la humildad, conocerse a sí mismo. En la vanidad y la arrogancia se desconoce la humildad, en la falsa modestia y la infravaloración se confunde, quien no se acepta a sí mismo, no comprende que es la humildad. En efecto, para ser humilde, es necesario que estemos contentos y nos aceptemos a sí mismo tal como somos, agradeciendo y amándonos a nosotros mismo, enternecidos en nuestros propios defectos, es decir, siendo conciente que los tenemos.

El aprecio, afecto o consideración que se tiene hacia uno mismo, es decir, la autoestima necesaria para mantener la confianza en uno mismo, debe ser complementaria a la humildad. Esto parece una contradicción, pero si somos capaces de reconocer que internamente tenemos conflictos, y al mismo tiempo aceptamos nuestras miserias y luego somos capaces de vivir con ellas, quiere decir que de corazón estamos a sí mismo reconciliados con lo que Dios nos ha dado, porque hemos sabido restablecer la amistad, la armonía o la relación perdida con el creador, después de habernos sentido que nos valemos nada.

Nada es más satisfactorio que la paz interior, nada es más reconfortante, que sentirse amado profundamente por Dios, a pesar de todas nuestras miserias, porque nuestro Buen Padre, y así nos ha revelado Jesucristo, nos ama incondicionalmente tal como somos. Somos su creación y somos humanos, tenemos defectos y cometemos errores, nos equivocamos, pero tenemos la facultad de corregirnos, pero ante eso tenemos algo muy importante, sabemos de la bondad de Dios, y su interés por perdonarnos, porque El nos ama y como consecuencia, empapados de su amor, somos capaces de amar a nuestro prójimo.

Para acercarse más a la humildad, debemos acercarnos cada vez más a Dios y sabernos sentir hijos de Dios. Pero también tenemos que abandonar de nosotros mismos toda actitud conflictiva hacia nosotros mismos. Si logramos esto, no estaremos preocupados por nuestras propias atenciones y podremos preocuparnos de las de los demás, olvidándonos de sí mismo, pero mejorando así la calidad de amor que podemos entregar a nuestros hermanos.

En efecto, si sabemos sentir que somos hijos de Dios, si nos olvidamos con cierta facilidad de sí mismo y mejoramos la calidad de su amor a nuestro prójimo, los más próximos y los más lejanos, estaremos incluidos dentro de los humildes que viven como Cristo nos ha instruido. 

Un hombre humilde, sabe bien del amor de Dios ante sus propias miserias, sabe reconocer a tiempo sus faltas y pecados, no se auto-engaña, no vive preocupado de convencerse que es una gran persona, no se deprime con facilidad, le es fácil obtener paz en su corazón y vive acompañado de la esperanza.

Dice el Señor, “ama a tu prójimo, como a ti mismo”, eso es lo que debemos hacer, por una parte, nuestro prójimo más prójimo (próximo) de todos, esta en nuestro corazón, morada de Dios. Amarse a sí mismo, pero exentos de egoísmos, por que nos amamos no por que creemos que nos sobran cualidades, lo hacemos porque Dios nos ama al extremo, entonces aceptando ese amor que nos entrega Dios, nos hacemos humilde ante El, nos sometemos a su voluntad, con gran dignidad de sentirnos su hijos. La humildad no es un estado de ánimo, es un estado de conciencia, con el cual sabemos llevar con dignidad, seriedad y decoro el espontáneo olvido de si mismo.

El vivir en la humildad, es vivir en nuestra realidad y verdad, es vivir en la honestidad del constante reconocimiento de que tenemos miserias, pero al saber que somos amados con intensidad por Dios. La humildad es una gracia y don gratuito que Dios da a las personas para que podamos alcanzar la gloria y es una virtud, una cualidad o característica que debemos considerar buena y positiva.