Redes de bendición

Autora: Noris Capín

Sitio Web:  ¡Mujer, levántate!,

Autora del libro: ¡Mujer, levántate!

 

 

         

          Todos los días debemos vivir la Resurrección de Jesucristo. El tiempo favorable es hoy, para hacer cambios productivos y renovaciones simbólicas que marcan la diferencia en nuestro caminar por las sendas de Dios.

          En el Evangelio de Juan, capítulo 21, Jesús se apareció a Sus discípulos a orilla del lago de Tiberíades y les preguntó si no habían pescado nada. Jesús los animó a que echaran las redes a la derecha de la barca, y así comenzaron la pesca. Siguiendo los mandatos de Jesús, los discípulos empezaron a pescar, y trajeron a la orilla redes desbordadas de peces.

          La Palabra de Dios dice: “Así lo hicieron, y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía” (Jn. 21: 6).

¿Qué nos dice esta lectura en relación a nuestra vida? ¿Qué impacto experimentaríamos si Jesús apareciera frente a nosotros y nos invitara a subir a Su barca? ¿Nos montaríamos en la embarcación o saldríamos corriendo, espantados por la aparición?

       En los momentos más difíciles de nuestra vida, Dios nos pone delante un objeto flotante y cóncavo; una chalupa pequeña e insignificante. Sin embargo, el temor que nos inspira el montarnos en la endeble barca, nos conduce a menguar las bendiciones que Dios desea brindarnos.

       Para poder cruzar el lago satisfactoriamente, necesitamos tener fe; y, para llegar a la otra orilla, precisamos tener certeza y a la vez convicción.

      Sin embargo, cuestionamos a Dios, diciendo en todo momento: “Dios mío ¿por qué no sucede nada bueno en mi vida? ¿Por qué pierdo mi tiempo? ¿Por qué no llego a un acuerdo con mi familia? ¿Por qué no encuentro trabajo? ¿Por qué no mejora mi salud? ¿Por qué no tengo dinero? ¿Por qué mis hijos no obedecen? ¿Por qué tengo tantos problemas?… ¿Por qué, por qué, por qué?

    Cuando ponemos a Dios en el banquillo de la justicia, le preguntamos el por qué de las cosas. Lo interpelamos, lo retamos, lo ponemos contra la pared y después le damos la espalda. No entendemos que Dios desea lo mejor para cada uno de nosotros.

    Él nos envía bendiciones desde lo alto, pero no sabemos cómo interpretar Su gracia, porque estamos muy abrumados con lo que sucede diariamente en nuestra vida.

    La barca que nos lleva a la orilla, soporta el peso de nuestras fragilidades y dudas. La barca que nos protege del mal tiempo, nos lleva adonde tenemos que ir y nos desmonta de ella a salvo. La barca que nos transporta al otro lado del lago, se asegura de que estemos despiertos durante la travesía. Y para que vivamos esperanzados, nos trae de vuelta al punto de partida, para que pongamos los pies en tierra firme.

   Pero, ¿qué pasa con nosotros? ¿Por qué no nos montamos en la embarcación? ¿Por qué no ponemos los pies sobre la madera sólida? ¿Por qué se nos hace imposible dar el salto de fe? ¿Por qué no nos hincamos de rodillas, para ser un poco más conscientes de la profundidad del lago? ¿Por qué preferimos zambullirnos en el lago, en vez de tomar el salvavidas que tiene por nombre Jesús?

    Simplemente… porque no tenemos valor ni confianza.

    Estamos con las redes vacías, porque no sabemos pedir a Dios los deseos más profundos del corazón.       Nos cuesta trabajo inclinar la cabeza y pedir bendiciones, ya que lo que deseamos suele estar completamente fuera de la voluntad de Él.

     Las redes que milagrosamente se llenaron de peces un día, ahora están esperando por nosotros, para que coloquemos en ellas las maravillas que provienen de Dios Todopoderoso.

     Redes llenas de sabiduría, comprensión filial, ecuanimidad de espíritu, paciencia en la tribulación, gozo en la tristeza, humildad ante el fracaso y amor en abundancia.

     ¿Acaso no entendemos que Jesús es la barca, que significa no hundirnos en el lodo del lago? ¿No sabemos lo que representa el poder grandioso de Jesús, que nos salva en medio del diluvio y el azote del viento? ¿No entendemos que Jesús provee recompensas en cestas repletas de bendiciones?

     Mejoras para la familia, beneficios para el cuerpo, bienestar para el hogar, gracias espirituales y felicidad para nuestra vida. Todos estos regalos nos son dados por Dios, para que podamos vivir una vida agradecidos, no sólo por haber obtenido Sus gratificaciones, sino para que creamos en Su Palabra y vivamos fielmente Sus promesas.

    Entremos en la barca, llenemos las redes, comamos el pescado. Jesús nos está esperando en la orilla. ¡Dejemos nuestras aflicciones en las márgenes del lago! ¡Amarremos nuestra barca cerca de la misericordia de Dios! Comencemos a sacar el agua que hunde nuestra barca, para que disfrutemos de las delicias del amor de Dios.

 

Artículo editado para La Voz Católica, Periódico de la Arquidiócesis de Miami-Junio 2007 

Autora del libro: ¡Mujer, levántate!
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