Escombros del alma

Autora: Noris Capín

Sitio Web:  ¡Mujer, levántate!,

Autora del libro: ¡Mujer, levántate!

 

 

“Pero esta riqueza la tenemos en nuestro
cuerpo, que es como una olla de barro,
para mostrar que ese poder tan grande
viene de Dios y no de nosotros.”
2 Corintios 4:7

Podemos y debemos aspirar a una vida de bendiciones. Cuando tomamos consciencia de la presencia de Dios en nuestra vida, resulta ser una experiencia frúctifera, plácida
y alentadora.
Porque el estar asidos a la misericordia de Dios, le estamos dando paso al gozo de Su Santo Espíritu y por esa razón, entendemos que todo lo que viene de Él; es perfecto.
Sin embargo, es difícil encontrar perfección en nuestra vida. Los cimientos que sujetan la base principal de nuestra existencia, se encuentran mal colocados; unos arriba de los
otros, amontonados y sin orden.
Cuando decidimos vertir sentimientos entre los recovecos del alma, siempre se nos olvida rellenar las pequeñas rendijas, con la mezcla de comprensión y sabiduría.
Aunque las aflicciones tienden a desequilibrar nuestro cuerpo por las dudas y el llanto, es preciso acampar cerca del alma, para que las zanjas que rodean el corazón, comiencen a cerrar con el paso del tiempo y por tantos años de sufrimiento.
Limpiar los escombros de nuestro ser, es una tarea dura e incansable para nuestras fuerzas humanas; más bien diría, que es imposible hacer esa labor por nosotros mismos; sin la colaboración Suprema de Dios Todopoderoso.
Nuestros esfuerzos humanos por tratar de remediar dicho desbalance emocional, se estrallan contra los muros altos de nuestras deficiencias y limitaciones humanas, ya que
no sabemos como recurrir a Dios, por medio de la oración y la lectura de la Palabra.
Así pues, nos atrevemos a cruzar la línea fina de la sabiduría de Dios y como resultado, fracasamos ante nuestras decisiones, planes y proyectos.
Mas, ¿hemos alguna vez imaginado a Dios, limpiando los pisos sucios de nuestro corazón?, ¿Pudiéramos pensar, que Él estaría dispuesto a sacar las impurezas, que debílitan el fluído de la sangre en nuestras venas?
Por supuesto.
Dice la Palabra de Dios; “Tú eres mi siervo. Yo te elegí y no te he rechazado. No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.” Isaías 9-10
Dios, es el único sustento en nuestra vida, Él se hace cargo de esclarecer cada escondite del alma. Él nos rehabilita sabiendo que hay un espacio disponible, para la conversión del
alma y la divinidad de nuestros pensamientos y actos.


Dios con toda Su bondad y sabiduría nos cubre con Su manto, sanando todas la huellas ocacionadas por las heridas del pasado. Dios protege la dignidad que se perdió con el paso del tiempo, renovando la imagen y engrandeciendo el auto estima, para que Su Gloria sea proclamada a los cuatro vientos.
El Señor, emparcha los huecos que dejaron las ruinas turbulentas de la desesperación, y fortalece el músculo endeble de nuestro corazón herido.
Debemos intentar detener la marcha acelerada del corazón, para que Dios escuche un palpitar gozoso. Recordemos que Dios trae regocijo a nuestra vida, y con el impulso de Su Espíritu nos inunda de alegría.
Debemos hacer lo posible por mantener los rincones de nuestra alma, en perfectas condiciones. Recordemos que el Señor limpia nuestras culpas con Su preciosa sangre, y nos consagra a vivir de acuerdo a Sus legados.
Reconozcamos que Él perdona nuestros pecados y nos conduce a ser mejores seres humanos, llenos de Su sabiduría, ricos en compasión y misericordia con otras personas.
El valor que le profesamos a un corazón limpio y sin manchas, hará que nuestra vida se llene de bendiciones; porque le estamos regalando a Dios, lo mejor de nosotros mismos
y por lo tanto decimos...


“Este es nuestro Dios, en él confiamos
y él nos salvó. Alegrémonos,
gocémonos, él nos ha salvado.”
Isaías 25:9


Autora del libro:
¡Mujer, levántate!
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