Objetivo claro

Autor: María del Carmen Fernández

 

 

Nuevamente quiero contarte como cambió mi vida, cuando tuve que sacar los frenos de mi silla de ruedas comenzando así un largo y lento andar para llegar a un destino sin una guía de rutas.

Pensé que provocaría un gran alboroto cuando decidí quedarme a vivir sola y no me equivoqué. Algunos decían que era mejor que estuviera acompañada o que alguien viviera conmigo por si me pasaba algo y hasta dudaban de que pudiera mantenerme económicamente. Decían que quizás era mejor vender el departamento y ponerme en un hogar comunitario. Nunca antes se habían puesto a pensar en mis necesidades ni en mis deseos. Era como si estuviera sujeta a los lazos de mi madre o de mi hermana por intercomunicación pero sin vida propia. La vida en mi entorno cambió. Entonces, ellos que nunca se fijaron en mí, querían decidir por mi persona, olvidando la libertad que me pertenece como ser humano.

Cuando en la trayectoria de mi vida se perfilaba el futuro siempre tuve claro lo que deseaba. Era un riesgo fuerte a los que ya estaba acostumbrada.

            Asumir la discapacidad es un compromiso de todos los días. Estar en una silla de ruedas nos puede limitar para ciertas actividades pero no nos impide realizar otras. No es fácil elegir el modo de vida, es cierto. Pero si sabemos lo que queremos es cuestión de poner nuestra creatividad en acción. Pasé muchas horas pensando en las modificaciones que cambiarían el entorno de mis cuatro paredes. Tenía que lograr el objetivo que se identificara conmigo. Yo podía concretarlo como cualquier ser humano que razona y proyecta. Y así fui viendo pequeños detalles que me ayudarían a crecer cada día más para acercarme a mi meta.

Miles de detalles son la extensión de mis brazos y mis manos. Lo que no puedo alcanzar por mi propia fuerza lo obtengo con la ayuda de palitos, pinzas y tijeras. Hice cortar una puerta, saqué otras, agrandé espacios comunes, bajé artefactos al nivel que yo necesito. Detalles. Todos los que por ahora me permitió mi imaginación. Es como subir por una escalera donde en cada peldaño sostengo la libertad de lo deseado.

La vida sigue corriendo y  más de una vez me sorprende ver todo lo que recorrí desde aquel pensamiento trasgresor. Dejé al miedo de lado y traté de afirmarme en la alegría de ver un nuevo amanecer...                  

Cada día vuelve a traer su cuota de lucha. Conservar mi independencia requiere una batalla cotidiana. Pero siempre sigo  avanzando y cuando tengo que detenerme para aceptar un error, no me siento fracasada, no, al contrario, me siento feliz de tener la claridad de verlo. Es mucho más importante reconocer mi error y emprender el camino más liviana, sin el  peso de la equivocación, que seguir adelante con la tozudez de los que  rezongan para no oír  

Pero el triunfo en esta audaz aventura, no es sólo mío. Existe el amor de mis amigos que me acompaña constantemente y con él, un Padre Creador que me sostiene diariamente demostrándome que únicamente está solo quien no puede percibir su presencia.