Los shoppings

Autor: María del Carmen Fernández

 

 

Llegan las vacaciones y son muchas las personas a las que les gusta viajar para conocer nuevos lugares o descansar. A mí me resulta bastante engorroso realizar algún descanso de ese tipo. Actualmente los ómnibus de larga distancia continúan sin estar adaptados a las personas discapacitadas que se trasladan en silla de ruedas; lo mismo sucede con los hoteles, donde uno debe asesorarse antes de reservar alojamiento para no tener que buscar otro lugar con todo el equipaje a cuestas. Sin embargo, tiempo atrás pude tomarme vacaciones en familia.

Pero ahora, disfruto utilizando los transportes que existen, reemplazando el descanso por el paseo con amigos por algún  shopping.  Me parece un lugar cálido, cómodo y hasta me siento protegida, sin los bocinazos y el smog que habitualmente encontramos en las calles y avenidas.

Desde la entrada el shopping me resulta acogedor por sus accesos con rampas y puertas amplias. La estructura edilicia me parece bonita, elegante y algunas hasta decorativas con detalles coloniales. También me gustan esos paseos porque siento que tuvieron en cuenta la discapacidad incluso en la construcción de los baños.

Sus pasillos, metafóricamente, me resultan callecitas donde encuentro variedad de escaparates que me permiten estar al tanto de la moda, disfrutar de la decoración de las vidrieras, y hasta comprar alguna cosa. Además, existen salas de cine o se puede tomar algo en las confiterías donde se es bien atendido. La gran variedad de opciones hacen del shopping un lugar entretenido y divertido.

Yo, que amo y disfruto de la soledad, no me considero una persona solitaria, y descubro  en estos sitios un paisaje curioso y atractivo. Me encanta mirar a la gente. También aprendí a que no me moleste que me miren. Pero conozco personas que viven realidades físicas parecidas a las mías que se inhiben por estas demostraciones al punto de preferir no salir de sus casas. El intercambio de miradas lo siento como algo muy peculiar.  Siempre existe algo que me sorprende y muchas veces hasta despierta mi admiración. Encuentro que todo me acompaña hasta el eco de las otras conversaciones que llegan a mis oídos como una música comunicativa. Mientras tanto, la  conversación con mis amigos se acrecienta y profundiza. Creo que no hay paisaje más hermoso que el alma de una persona donde se mezclan la fuerza del viento que empuja las aguas del mar, con la paz de  una sierra o la serenidad que la espuma de las olas dibuja en la playa. Realmente el contacto humano transforma la circunstancia que me rodea.

Tengo muchos recuerdos hermosos de mi visita por distintos shoppings y en  cada uno de ellos me sentí feliz de tener un lugar para todos. En cambio no soy partidaria de los clubes para discapacitados donde pueden entrar con un acompañante o voluntario. Me parecen discriminatorios. Como quien se encierra en un círculo para pasar desapercibido. ¿Será que tienen vergüenza de un físico no agraciado? O ¿Quizás se sintieron rechazados en algún lugar público? Conocí a  una amiga con discapacidad que dejó  de practicar natación en un club muy famoso porque los demás socios se quejaron de su presencia.

 De todos modos a mí me encanta que me conozcan y conocer a los otros, mis iguales, aunque pensemos diferente. En definitiva todos siempre terminamos  luchando en la vida para disfrutar de buenos momentos.