Limitaciones

Autor: María del Carmen Fernández

 

 

La visita de mi amiga me llevó nuevamente a razonar sobre las verdaderas  limitaciones (no las aparentes) que tiene una persona con discapacidad física. Entonces el carrusel de mi entendimiento comenzó a dar vueltas una y otra vez sobre el hilo de nuestra conversación. Recordé actitudes equivocadas que en ciertas oportunidades asumen  quienes acompañan a la persona que de pronto pasa a estar en una silla de ruedas o inmóvil en una cama.

El hecho era simple. Una señora quería comprar una silla de ruedas para su esposo que como secuela de un problema neurológico había quedado sin muchas fuerzas en su cuerpo, específicamente en sus miembros inferiores. Debían ayudarlo a caminar hasta en el interior de su casa. La idea de la esposa era comprar una silla de ruedas para trasladarlo del dormitorio al comedor o al baño aminorando sus propias fuerzas y pensando en sacarlo a pasear de vez en cuando.

Ante este hecho, mi amiga quería asesorarse conmigo sobre los detalles que uno debería tener en cuenta en  la compra de estos elementos. Yo he tenido varios modelos de sillas que fui cambiando cuando el tiempo y las necesidades lo requirieron. Con los adelantos técnicos y mi experiencia fui mejorando el transporte que me acompaña durante el día. Creo que aún con la orientación de un profesional, uno es quien mejor se puede  hacer cargo de sus necesidades para que los mecanismos de cuatro fierros logren alivianar nuestro desplazamiento.

 Así fuimos comentando detalles: la calidad del material del asiento para evitar que el recalentamiento provoque escaldaduras, las ruedas neumáticas para tornar las sillas más livianas, etc. Y en este último tema nos quedamos dialogando un largo tiempo. Existe un modelo de silla que lleva cuatro ruedas chicas y otro, que tiene en la parte trasera las ruedas grandes. Lógicamente, uno debe ajustarse a los espacios libres de nuestro hogar por las aberturas de las puertas que pueden resultar angostas y el poco espacio que queda al tener muchos muebles, de lo contrario, hay que modificarlos. Dándose las condiciones positivas, creo que la silla debe tener las ruedas traseras grandes. ¿Por qué? Porque si tenemos la mínima fuerza en los brazos o manos podemos intentar aunque sea girarnos hacia cualquier lado buscando otro punto de atención. En cambio, si las cuatro ruedas son chicas siempre estaremos dependiendo de los demás aún más de lo que necesitamos.

Tuve la experiencia de observar a un hombre amputado en su cama, que ya tenía sus manos libres de agujas y sueros, con los dolores que suelen tener esporádicamente. Al  momento de llegarle su comida, su esposa le dio de comer en la boca. Entonces le pregunté a él por qué no comía solo y resignadamente me respondió: “uno se acostumbra”. Entonces sentí que de esa forma lo estaban realmente invalidando.

Tengo larga experiencia en sufrimientos físicos por la artritis reumatoide que me zarandea de vez en cuando pero aprendí que todo el menor movimiento que tengo debo aprovecharlo y hacerlo. De lo contrario yo misma me limito. Hacer algo, en lo más mínimo que pueda, es abrazarme a la vida y remar hacia delante. Si yo no me esfuerzo un poquito, aunque me duela, jamás podré sentir el sabor de la victoria.