Ganas de vivir

Los niños son la sonrisa del cielo

Autor:  Padre Marcelino de Andrés, L.C y Juan Pablo Ledesma

 

 

Si nuestro Papa tiene alguna debilidad, ésta son los niños. Es incapaz de pasar ante un niño sin detenerse. Su corazón no se lo permite. Son siempre ellos (y los que sufren) los que le arrancan las más tiernas y delicadas caricias, las más conmovedoras palabras y gestos. Posee una capacidad extraordinaria de sintonizar de inmediato con esas almas casi sin estrenar. Y esto es una prueba de que realmente Juan Pablo II aún tiene alma de niño.

Hace unos años él mismo definía así a sus preferidos: “Son la sonrisa del cielo confiada a la tierra. Son las verdaderas joyas de la familia y de la sociedad. Son la delicia de la Iglesia. Son como los “lirios del campo”, de los que Jesús decía que “ni Salomón, con toda su gloria, se vestía como uno de ellos”. Son los predilectos de Jesús, y la Iglesia y el Papa no pueden no sentir vibrar por ellos, en el propio corazón, los sentimientos del corazón de Cristo”.

Sonrisa del cielo que tantas veces se apaga y sofoca en nuestra tierra cuando se maltrata, se corrompe, se utiliza o se asesina a un niño. Joyas de la familia y de la sociedad que en no pocas ocasiones se ven tiradas y abandonadas por los senderos y calles de este mundo. Lirios del campo pero manchados, pisoteados y truncados sin escrúpulo en tantos lugares del planeta.

También todo esto el Papa lo ve, y lo siente en carne propia. Y lo ha denunciado por doquier a voz en grito. Porque le duelen esas sonrisas trocadas en llanto y desesperación, esas joyas depreciadas y esos lirios segados sin piedad. Le duelen los niños. Porque le duelen a Dios cada vez que no se les trata de acuerdo a su dignidad humana.

El Papa ama entrañablemente a los niños. Se lo ha dicho a ellos muchas veces y con una sinceridad que no deja lugar a dudas. Pues se lo ha dicho con las obras, que es como se demuestra el amor. Creo que nunca llegaremos a saber todo lo que ha hecho este Vicario de Cristo por sus consentidos, los niños.

Tiempo atrás él mismo les decía “confidencialmente” a un grupo de ellos: “Os diré una confidencia. Hace algunos meses recibí una suma de dinero, con ocasión del premio “Artífice de la Paz” que me ha sido atribuido. Entonces he tomado la decisión de destinar íntegramente esta suma a los niños abandonados... Y lo hago con todo el corazón; porque, siguiendo el ejemplo de Jesús, vuelvo a repetiros: el Papa tiene un gran amor por los niños”.

No hay duda de que este Papa también ha empeñado y empeña su vida, (como deberíamos hacer todos nosotros), en mantener encendidas todas esas sonrisas del cielo que se nos han confiado y que son los niños.