Los dos lenguajes

Autor: Mamerto Menapace osb, Nuestra Tierra y Nuestra Fe; Editora Patria Grande; Buenos Aires

(autorizada la reproducción por la Editora Patria Grande)

 

           

Este es un cuento absurdo. Absurdo, contestatario, filosófico y realista. Casi contemporáneo. Quiero decir: es un cuento infantil contado para los grandes, que siempre quieren entender el porqué de los cuentos, sin pararse, simplemente, a gozarlos.

Un ratoncito salió a merodear por los contornos de una despensa. Tentado por los sabrosos aromas de los embutidos, los quesos y otras maravillas de la manufactura chacarera, no se percató de que estaba siendo observado por el gatito de la casa. En su desparpajo de ladronzuelo desaprensivo, el pequeño roedor cometió la imprudencia de acercarse demasiado a sui ávido enemigo.

De repente las miradas de ambos se cruzaron. No había tiempo para la indecisión.

Michifuz de un brinco cayó justo en el sitio donde una milésima de segundo antes había estado el ratoncito, quien para ese entonces huía raudamente hacia su madriguera, perseguido ya por el gato.

Todo sucedió en menos tiempo del que necesito para contárselo. El pequeño perseguido entró como una exhalación en su cueva, frente a la cual tuvo que frenar su carrera el perseguidor. Este, al sentirse frustrado, se quedó maullando de rabia y de impotencia.

-¡Miau! ¡Miau!

Mientras duraron los maullidos, el ratoncito temblaba de pavor en el fondo de su cueva, sin siquiera atreverse a asomar el hocico, por miedo al gatito.

Pero, hete aquí que a éste se le ocurrió una idea. Cambió sus maullidos, pasando a emitir unos cortos ladridos, alejándose a la carrera del lugar donde se encontraba, para volver inmediata y sigilosamente a su lugar de espera.

-¡Guau! ¡Guau, guau!

Con gran alivio escuchó el ratoncito cuanto imaginó que estaba sucediendo fuera. Pensó para sí:
-Seguramente vino el perrito y corrió al gatito, liberándome del peligro. Voy a salir a ver lo que pasa.

Pero esta imprudencia fue su perdición. Ni bien sacó parte de su cuerpo del refugio, sintió que era atrapado por la férrea garra del felino. El ratoncito, entre perplejo y aterrado, se lo quedó mirando, como diciéndole:
-En qué quedamos. ¿Es usted perro o gato? Si es perro ¿por qué me persigue? Y si es gato ¿por qué ladra?

A lo que Michifuz -que era muy reo- le contestó:
-Mirá petiso, en este país, con la mishiadura que habemos, si hoy no tenés dos laburos, no comés.