Los hebreos salvados por Pío XII

Autor: Padre Luis Montes, V.E.

 

 

 

Rescensión del libro "Gli ebrei salvati da Pio XII", Antonio Gaspari, Ed. Logos, Roma 2001, 142 páginas.

“He escrito este libro con la intención de contribuir a la “memoria” pero también de recordar el martirio y los grandes testimonios de caridad evangélica, para un diálogo cada vez más provechoso entre hebreos y cristianos” (pág. 11).

Enseguida de explicitar el motivo de su obra, afirma el A. que cuando inició la investigación tenía una idea muy limitada de la actuación de Pío XII y la Iglesia durante la persecución nazi. A pesar de esto y las dificultades se lanzó a la obra y descubrió un inmenso panorama, “comprendí cuan vasta y organizada fue la obra de caridad”. 

Esto se confirmó cuando al aparecer sus primeros artículos en L’Avvenire comenzaron a llegar decenas de cartas de personas que contaban historias desconocidas hasta ese momento. Confirmación que se completó de parte de hebreos que le permitieron conocer mejor la actividad de Yad Vashem, y la designación de “Justos entre las Naciones”.

El libro se estructura (además de un par de capítulos dedicados a la labor de protección de la Iglesia a los judíos en Roma) en la presentación y respuesta de las acusaciones tanto del equipo de historiadores hebreos y cristianos, como del periodista británico John Cornwell, en su libro “El Papa de Hitler”. 

Como prueba abundantemente el A. dichas acusaciones no soportaron la prueba de los testimonios, ni de los documentos, mientras que la investigación sacó a la luz la “cantidad y la calidad de los agradecimientos que hebreos de todas las condiciones manifestaron sobre Pío XII y la Iglesia Católica”.

En el primer capítulo se desarrolla el drama de la deportación de los hebreos del gueto de Roma. La historia es concluyente: no sólo la Iglesia se movió para frenarla y mitigarla, para permitir la huida y esconder a miles de judíos, sino que además es la única que hizo algo al respecto. Los aliados que conocían el plan de antemano no tuvieron, sin embargo, el tino de avisar para permitir la huida. Pero además, ni los mismos jefes judíos de Roma hicieron nada para prever, o mitigar la razzia. Queda en el misterio la actitud del Presidente de la Comunidad hebrea en Roma, Hugo Foà, quien a pesar de los indicios del avenir de la catástrofe, del aviso e incluso de la petición de miembros prominentes del judaísmo en Roma que alertara a su pueblo, no sólo no lo hizo sino que aconsejaba a todos permanecer en sus casas y seguir concurriendo a la sinagoga. Finalmente, huyó con su familia cuando el drama golpeaba de lleno a su comunidad. Comenta al respecto el historiador hebreo Tagliacozzo: “Grave fue el comportamiento de Foà en la circunstancia de la razzia. La mañana del 18 de octubre, mientras los nazis hacían subir en los vagones ferroviarios a los deportados, el señor presidente tomó sus hijos y se escapó a Livorno. Volvió a Roma el 2 de noviembre sin haber hecho nada para conocer la suerte de los deportados” (pág. 37). 

Especialmente importante es el capítulo tercero sobre el trabajo del equipo de historiadores hebreo-cristiano que tenía como fin específico examinar los 11 volúmenes de "Actes et Documents du Saint Siège relatifs à la seconde guerre mondiale" (Actas y documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial). 

Dicho equipo presentó un trabajo preliminar con fuertes reservas sobre el comportamiento de Pío XII y la Iglesia durante la Shoah, con 47 preguntas a los expertos vaticanos.

Lamentablemente las preguntas fueron hechas sin buscar una respuesta pues lo que se intentaba era llamar la atención sobre los medios de comunicación (especialmente los sensacionalistas o anticlericales).

El P. Peter Gumpel, uno de los máximos expertos en historia de ese período salió al cruce de las acusaciones dejando en evidencia la deslealtad y deshonestidad del equipo de historiadores.

Y esto no solo por la actitud tendenciosa del informe, por la fuga de datos a la prensa amarilla, por el ocultamiento de las preguntas a los expertos que debían responderlas (para entregarlas pocos días antes), sino también por la manipulación de los textos inventando hechos y cambiando incluso el sentido de las palabras. 

Como muestra del obrar del equipo de historiadores podemos leer en la página 85

En este punto intervino el Dr. León A. Feldman, profesor emérito de Estudios hebreos en la Rutgers University. Un personaje que no era miembro del equipo y del que ninguno explicó con cual título formaba parte de los trabajos. Feldman no hizo referencia a las preguntas presentadas por el equipo sino que habló de la muerte de sus padres en Alemania y recordó la quema de los libros en Berlín. Después afirmó: “Pacelli estaba allí y no hizo nada”.

El P. Gumpel con mucha calma respondió: “Sea del punto de vista humano como del sacerdotal expreso mi profunda participación en su dolor. Lamento muchísimo que Ud. haya sufrido tanto y tiene toda mi solidaridad. Creo tener el derecho de decir esto porque también mi familia ha sufrido, yo mismo tuve que escapar dos veces al exterior para evitar que me hicieran daño.

Dicho esto, sin embargo, considerando que estamos en una discusión académica” agregó el P. Gumpel “es mi deber precisar que lo que Ud. sostiene sobre Pacelli no corresponde a la verdad, porque él dejó Alemania en 1929, mientras que la quema de los libros tuvo lugar en mayo de 1933, y Pacelli no estaba en Berlín”.

El capítulo cuarto tiene el inapreciable valor de destruir las objeciones fantasiosas del libro “El Papa de Hitler”, del periodista inglés John Cornwell. Este libro ha recibido mucha atención de la prensa, pero todo él es un fraude.

Según el libro Pío XII favoreció la subida de Hitler al poder. Se “fundamenta” Cornwell en archivos “top secret” del Vaticano, en el “silencio” de parte de Pío XII al no condenar a Hitler, en un informe de Pacelli cuando era nuncio en Mónaco, y en la firma del Concordato entre la Iglesia y el gobierno nazi de 1933 siendo Pacelli Secretario de Estado.

Pero al tratar de constatar las pruebas uno se queda perplejo ante la audacia de escribir semejantes acusaciones sin ninguna fundamentación. Más aun al ver las mentiras, tergiversaciones, faltas de rigor histórico, etc.

Veamos por ejemplo una de las principales “pruebas” de Cornwell: un documento de Pacelli cuando estaba en la nunciatura de Baviera en abril de 1919. Afirma Cornwell que este documento es totalmente inédito y que lo encontró en la Archivos Vaticanos donde lo tenían escondido, y en el que Pacelli habla con desprecio de un judío “Levien es un joven, también él ruso y hebreo, de cerca de treinta o treinta y cinco años, pálido, sucio, de ojos pálidos, de voz ronca y grosera, un verdadero tipo repugnante, sin embargo con una fisonomía inteligente y astuta”. 

Pero resulta que en primer lugar la descripción no es de Pacelli sino de Mons. Schioppa que fue el que contactó al tal Levien. Segundo que lo que de negativo viene dicho de este dirigente comunista y de otros se refiere a personas particulares y no a los hebreos en general. Además tanto Levien como los otros dirigentes perseguían a todos los creyentes, sean cristianos o hebreos. Finalmente que este documento “inédito”, que permanecía escondido en los Archivos Vaticanos… ¡ya había sido hecho público en Italia en 1992!

Pues bien, todo el libro es del mismo tenor.


Ante el aluvión de críticas que recibió Cornwell de parte de historiadores y periodistas serios, muchos de ellos hebreos, respondió diciendo que se trataba de una conspiración vaticana. 

“En realidad, afirma el P. Blet, creo que el libro de Cornwell no busca solo desacreditar a Pío XII. Se trata de un ataque a la concepción católica del papado. En el libro, de hecho, protesta contra la nómina de obispos decidida por el Papa. Se la toma con la declaración de infalibilidad del Concilio Vaticano I, y también contra las definiciones de los dogmas marianos. Cornwell sostiene que todos los papas son dictadores. En el último capítulo critica a Juan Pablo II, que a su juicio dirige la Iglesia de modo más autoritario que Pío XII” (pág. 102). 

Además del excelente material en el que nos hemos detenido (capítulos primero, tercero y cuarto), el libro trae otros datos realmente interesantes: textos de hebreos que agradecieron a Pío XII su ayuda durante la Shoah, historias de verdadera heroicidad por parte de católicos para salvar a sus hermanos judíos, la muestra del odio de Hitler por Jesús, el elenco de los conventos que escondieron hebreos de la persecución, etc.

Conclusión: aconsejamos vivamente la lectura de este libro. Creemos que cumple plenamente el fin propuesto y que hemos trascrito al principio: “He escrito este libro con la intención de contribuir a la “memoria” pero también de recordar el martirio y los grandes testimonios de caridad evangélica, para un diálogo cada vez más provechoso entre hebreos y cristianos”.