El titular que probablemente cambiaría muchas cosas

Autor: Luis Fernando Pérez

 

Imaginémonos el siguiente titular: "Monseñor Rouco Valera niega la comunión a José María Aznar y varios ministros del PP". Inaudito, ¿verdad? Pues no. Esa sería la consecuencia lógica si el cardenal arzobispo de Madrid tuviera el criterio tan claro como el obispo de La Crosse y arzobispo electo de San Luis, monseñor Raymond L. Burke. 

Ha causado conmoción general la carta del obispo estadounidense dirigida a los políticos católicos de su diócesis que votan leyes contrarias a la fe que dicen profesar en una materias tan graves como el derecho a la vida de los no nacidos y la eutanasia. Monseñor Burke les pide a dichos políticos que sean fieles a la enseñanza de la Iglesia en su acción política o, de lo contrario, que se abstengan de pedir la comunión en misa porque les será denegada. Lo cierto es que si Burke fuera arzobispo de Madrid o, mejor aún, su claridad de ideas fuera compartida por los obispos españoles, su decisión afectaría directamente a la práctica totalidad del gobierno del PP, así como todos los diputados y senadores de nuestro país, si acaso con la excepción de cinco o seis de ellos. El gobierno popular ha aprobado la píldora abortiva, no mueve un solo dedo por abolir la ley despenalizadora del aborto y ni siquiera es capaz de vigilar que la actual ley se cumpla de forma estricta, lo cual, según todos los indicios, reduciría a poco más de mil el número de ejecuciones legales de seres humanos en el seno de sus madres, que en la actualidad rondan las setenta mil anuales. Otro tanto podría decirse de la aprobación de la nueva ley de reproducción asistida que aunque en teoría mejora algo las cosas al limitar el número de embriones que se podrán fecundar en futuras inseminaciones artificiales, en realidad da vía libre al uso de los embriones sobrantes de inseminaciones pasadas para que sean usados en la investigación científica. En el Congreso sólo dos diputados se opusieron a dicha ley aunque se sabe que algún otro decidió no acudir a la votación para evitarse un problema de conciencia. En definitiva, si Monseñor Burke tiene razón, las acciones de la práctica totalidad de la clase política española serían motivo para denegarles la comunión al noventa y nuevo por ciento de nuestros dirigentes y representantes democráticos. La pregunta entonces es obvia y doble: ¿tiene razón el obispo estadounidense? y si la tiene ¿porqué no hacen lo mismo el resto de los obispos, incluídos los españoles?

Cualquiera que lea la carta del arzobispo electo de San Luis no podrá negar que es estrictamente fiel al Magisterio de la Iglesia. Pero yo añadiría algo más. La carta está llena de sentido común y de catequesis pastoral. Ser creyente no puede ser una cuestión que afecte sólo al ámbito privado de nuestras vidas. O somos cristianos y católicos las veinticuatro horas del día, siete días a la semana y trescientos sesenta y cinco días al año (uno más en éste, que es bisiesto) o no somos buenos católicos. Si un político legisla a favor del aborto el martes, no puede pretender comulgar el domingo. Si un político aprueba el matrimonio de homosexuales el jueves, que no se presente delante de Cristo sacramentado el sábado por la noche. Que elijan a quién quieren servir: si al dios "progre" de lo políticamente correcto o al Salvador y Señor Jesucristo. Si prefieren arriesgar su salvación eterna por obtener unos votos, libres son de hacerlo, pero que no pidan que la Iglesia quede callada y no les advierta de las consecuencias de sus actos.
A la segunda pregunta de porqué no hay más obispos como Burke que salgan a la palestra para ser consecuentes con las exigencias de la Iglesia a los fieles que ejercen la labor política, no tengo clara la respuesta. Se me ocurren muchas posibilidades pero ninguna de ellas deja en buen lugar a nuestros pastores. Lo que sí se me ocurre es hacer una petición a todos los obispos de mi país: sigan ustedes el camino marcado por ese arzobispo valiente norteamericano. Más de medio millón de abortados en este país durante la última década no pueden alzar su voz para pedirles lo mismo que yo. Pero créanme que si pudieran hacerlo, lo harían