Las lágrimas que son gotas de sangre

Autor: Luis Fernando Pérez

 




Y la Palabra de Dios sigue rompiendo cadenas, liberando cautivos, atravesando muros de desesperación y estableciendo la verdad que alumbra a todo hombre de buena voluntad.

Reconoced el Reino de Dios entre vosotros, dice el Señor. Abrid las puertas de vuestro amor y dejad que mi Santo Espíritu os libere del odio y rencor que quiere apoderarse de los más débiles entre vosotros. Mía es la batalla y mía es la victoria. Sin mí, nada sois. Sin mi Santo Espíritu, os dirigís directamente a vuestra autodestrucción. Y mi Santo Espíritu es humilde, manso, lleno de paz para repartir entre vosotros mis bendiciones. Reparto unción sobre cada corazón que me busca con sinceridad y perseverancia. Reparto mis dones entre quienes deseo que establezcan los principios de mi Reino en la tierra. Soy Rey Soberano que ama a su pueblo y que llora en silencio cuando veo que mis hijos llegan a odiarse. Mis lágrimas son como las gotas de sangre que derramé en la cruz. Por vosotros me entregué. Por vosotros di me vida. ¿Es mucho pediros a cambio el que os améis los unos a los otros como yo os amé? ¿En nombre de quién pretendéis defender mi causa en la tierra si luego no hacéis lo que yo os digo? ¿a quién utilizaré yo para mis propósitos si os devoráis los unos a los otros? ¿No os he liberado del pecado para ser luz del mundo? Hijos míos, ¡amaos los unos a los otros! ¡Clamad a mí y os daré mi paz! ¡Buscad mi rostro y hallaréis descanso y sosiego! 
Sobre todo hijos míos, dominad vuestra lengua. Las piedras no hacen tanto daño como los insultos. A mí me dolían más las burlas que los golpes del martillo sobre los clavos que atravesaban mis manos y pies. No me crucifiquéis de nuevo con vuestras palabras. Cada vez que os atacáis unos a otros, me atacáis a mí.
Perdón, paz, misericordia, justicia y sobre todo amor. Esta es mi palabra para vosotros en este día. Obedeced y seréis nuevamente libres para bendecir a todas las naciones. Doblad vuestra cerviz y veréis mi poder. Humillad vuestros corazones y la luz de mi salvación resplandecerá en vuestros semblantes. Mi gracia está con vosotros. Mi Santo Espíritu os ayuda a restablecer lo que ha sido destruido. Yo soy la Verdad y la Vida.