Jerusalén

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Tierra Santa

 

 

              La primera visión de Jerusalén es alucinante. El que esto escribe ha de confesar que el primer rato, el primer atravesar sus peculiares calles, le fue fascinante y se preguntaba si no estaba delirando, si se habían acumulado todas las fantasías infantiles para aflorar en aquel momento. Costó aceptarlo, era verdad, estaba en Jerusalén vivito y coleando. He vuelto muchas veces pero la ciudad no ha perdido para mí el encanto de aquel primer encuentro. Lo que pasa es que, a partir de entonces, cuando se deja, empieza la añoranza. A Jerusalén se la quiere y Jerusalén se hace querer. Es una ciudad enormemente sensorial, que no sensual, hay que verla, oírla y olerla. Edificios y gente, música y griterío, plantas y especias, de tiendas y puestos en el suelo, componen esta delicia para los sentidos.

            Después de todas estas sensaciones viene el descubrimiento de la ciudad bíblica de la que quiero ahora dar alguna noticia. Es difícil establecer un orden, tanto si uno quiere criterios históricos, como si quiere organizarse acortando imaginarias distancias. El orden que he escogido es aleatorio, tal vez nunca en mí vida lo he seguido. Una de las experiencias más agradables de la vida es el perderse por las calles de Jerusalén.