Siquén

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Tierra Santa

 

 

               Se trata de un lugar que el peregrino de hoy no acostumbra a visitar. Está situado muy cerca de la población de Palestina llamada Nablús y los conflictos políticos y militares dificultan el llegarse a ella.

 

            El lugar ha sido excavado casi completamente pero tiene un triste aspecto, tal es su abandono, las paredes y las puertas llamadas de doble tenaza que se observan testimonian la importancia que en la antigüedad tuvo.

 

 Abraham se paró aquí cuando alejándose de su padre, emprendió la aventura de ser fiel a Dios. Aquí escuchó las primeras promesas, aquí adoró al Señor y aquí edifico en su honor un altar. Junto a una de sus puertas fue raptada y violada Dina, hija de Jacob. Posteriormente los del lugar experimentaron la cruel y feroz venganza de los hermanos de la joven.

 

            Aquí tuvo lugar el primer ensayo de monarquía entre los hijos de Israel, fue a la muerte del juez Gedeón, y la experiencia resultó un fracaso.

 

            Situada la población entre dos promontorios, el Garizin y el Ebal, fue lugar propicio para que Josué, el heredero del gran Moisés, reuniera a los israelitas y les propusiera renovar la Alianza. Conseguido su propósito hincó una gran piedra que quedaría como testimonio y exigencia para la posteridad.

 

            Recordando tales hechos el viajero se admira al contemplar una gran losa, que no es ni la de Abraham ni la de Josué, pero que alguien en la antigüedad colocó con finalidad religiosa. Es una de las pocas que se pueden ver en el peregrinar por estas tierras.

 

            En la vecina Nablús viven la mayor parte de los pocos fieles samaritanos que en el mundo quedan, no más de trescientos aquí, no llegan a quinientos en todo el mundo. Disponen de sinagoga propia y celebran cada año en la cima del Garizin la Pascua siguiendo estrictamente las normas de la Torá. Se puede subir en coche al monte en cualquier época del año y observar los agujeros donde asan los corderos pascuales, el lugar que ocupan los sacerdotes y el pueblo fiel.

 

            No muy lejos de Siquén está la tumba del patriarca José, ya que el monumento que hay en Hebrón es un simple recuerdo levantado en su memoria.

 

            Para el cristiano, lo que resulta más atractivo del entorno es el pozo de Jacob. Por ser antiguo y único, y por aseverarlo así la tradición, se trata del lugar de encuentro de Jesús, aquel mediodía caluroso, con aquella intrigante mujer samaritana. Tiene la oquedad 35 m de profundidad y su brocal no es ciertamente el de aquellos tiempos. Está encerrado en una pequeña cripta a la cual rodean las paredes de lo que fue un gran proyecto del Zar y de la iglesia rusa en 1914. Querían construir una gran basílica, pero la revolución bolchevique se lo impidió y quedó paralizado el proyecto en 1917. El clérigo ortodoxo que guarda el lugar y atiende al visitante le ofrece gentilmente agua y facilita la meditación y oración del peregrino que sinceramente aquí ruega: Señor, dame de tu agua, para que continúe sediento de Ti.

 

            A unos 15 km. De Nablús se encuentran las impresionantes ruinas de Samaría, que fue la capital del reino del norte por designio del rey Amri en el 887 a.C. Muy interesante la visita en su gran extensión y profusión de ruinas: antiguos templos, murallas, puertas y hasta un hipódromo. Al cristiano le gusta enterarse de que, según cuentan, aquí fue enterrada la cabeza de San Juan, el bautista y precursor del Mesías, aquel que era el más importante de entre los nacidos de mujer.

 

            Tierras estas las de Samaría evangelizadas por el diácono Felipe y los apóstoles Pedro y Juan, residía aquí Simón el Mago y fue cuna posteriormente del gran san Justino, cuando la actual Nablús se llamaba Flavia-Neápolis.