Otra vez las casas espirituales

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Sentían respeto por el Señor, pero hay que ser sinceros y decir que de un tiempo a esta parte, se sentían a veces molestos por su radicalismo. Los de ahora eran tiempos de democracia, de tolerancia y libertad y parecía que el Señor no sintonizaba con estos valores. No todos discrepaban y aun los que se sentían incómodos con sus apreciaciones, por nada del mundo hubieran querido alejarse de Él, así que un día le dijeron:

 - Maestro, tú que tanto respetas la libertad de los hombres, ¿no te parece que en momentos como el del otro día, cuando nos confiabas tu parecer sobre aquella casa que te enseñaba nuestro amigo, no reconocías el derecho que cada uno tiene a esta libertad? El propietario se sentía orgulloso de llamarle “casa de espiritualidad” y tú vas y le dices con ironía que como máximo podía llamársela “casa de convenciones espirituales”, ¿No crees que no eres justo y que eres demasiado duro en estas cuestiones?

- Os entiendo y os agradezco que seáis sinceros conmigo. No os contestaré directamente ya que hace días que se me ocurre una idea, que os explicaré ahora que viene a cuento.

Una institución donde cada uno hace lo que quiere, donde nadie vigila ni controla nada, donde no hay contacto personal establecido ni habitual, es como en las casas que los padres dicen que, para que los hijos estén contentos, se les ha de permitir que hagan lo que quieran. Entran ellos y salen sin decir a dónde van, ni cuándo piensan volver. Se encierran en su cuarto, sin dar nunca explicaciones. Faltan a las comidas, sin decir el porqué. Y los padres están satisfechos. Pero un día se enteran de que su hijo ha comentado que su casa parece un hotel, que nadie se preocupa por el otro, que no hay diálogo. Parecía que estaban contentos de la libertad que se les daba, pero en realidad añoraban un ambiente de convivencia, de interés, de compartir preocupaciones y tareas.

Se equivocan los padres que obran así y un día se dan cuenta de su fracaso familiar y se equivocan los propietarios de estas casas, que un día descubren que han tenido simples locales de alquiler, como podría haberlo hecho cualquier cadena de hoteles.

Se debería aprender de los monasterios, que durante siglos han sido casas de espiritualidad sin así ser llamadas. Es mejor tener un lugar reservado en el coro para las oraciones litúrgicas que disponer de una habitación confortable, para fumar y tocar la guitarra. En los monasterios una persona se preocupa por los huéspedes, que nunca se van sin haber tenido con ella al menos una afable charla. La liturgia conventual es la columna vertebral de todas las vivencias religiosas de la casa. Las hospederías de los monasterios hace siglos que perduran ¿cuánto durarán estas llamadas “casas de espiritualidad”? ¡Cuánto deseo que los propietarios rectifiquen, que dejen a empresas comerciales de hotelería, realizar lo que es de su competencia, sin quitar beneficios a los que tienen derecho a ellos, pues trabajan y pagan impuestos. Cómo deseo que mis amigos lleven a término con responsabilidad labores de auténtica espiritualidad! Si no se comportan así, a pesar de sus desvelos, no podrán considerarse trabajadores del Reino y un día sentirán una gran insatisfacción interior y hasta depresión profunda. Y seguramente fracaso comercial y cierre de la casa, pero esto no es de mi incumbencia.