La evolución

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Le disgustaba mucho al Señor la tendencia que observaba al particularismo, a la segmentación, al sectarismo, aunque no llegasen a convertirse en sectas, ya que en estos tiempos nadie se atrevía a pretender separarse de la única e indivisa Iglesia. Recordaba aquellos tiempos, no demasiado lejanos, en que se ridiculizaba a aquellos grupos llamándoles “capillitas”; la ridiculización tuvo éxito y se logró ahuyentar esta inclinación. Pero ahora se habían suscitado ciertas agrupaciones que con ampulosos nombres como “comunidad”, añadido a algún otro calificativo pomposo, sufrían el mismo mal de vivir aisladamente. Parecía, por lo que se explica de los primeros tiempos de Corinto, que este mal estuviese muy bien anclado en la Iglesia.

- ¿Por qué no han aprendido el silencioso discurso de la naturaleza? - les decía un día el Señor, después de haber visitado un museo de Ciencias Naturales.

Todos estaban en silencio, se notaba que había reflexionado profundamente y deseaba comunicarles sinceramente lo que anidaba ya en su corazón. Fue exactamente así:

 El Maestro dijo:

- Me imagino a la materia que para quererse mejorar, empezó a agruparse  geométricamente en moléculas y más moléculas iguales. Por maravillosos que os parezcan los cristales, no son otra cosa que estructuras cadavéricas.

Al surgir las células también se imaginaron que juntándose muy cogiditas las que ejercían la misma función, les iría bien y, ya lo veis, como se han quedado atrás. Fijaos, por ejemplo, en una esponja marina, en resumen no es más que un saco lleno de vacíos. Pensaron las células que uniéndose para ejercer diferentes funciones complementarias, les  iría bien y acertarían. Pero quisieron tener una total protección, más que pretender un progreso lleno de riesgos y, al inventar los artrópodos su coraza, condenaron a la vida  a una continua prisión. Aunque os parezca maravillosa la organización de las abejas, una colmena no es más que un testimonio de la esclavitud que sufre a perpetuidad el orden de los insectos.

En el momento en que hubo un proyecto de vida bien hecho, abierto y arriesgado, llevado a término por moléculas que formaban células y células  que formaban tejidos diversos, se agrupaban en organismos relacionados íntimamente, entonces cuando hubo audacia y unión, progresó la vida y esta vida llegó a hacerse hombre.

¿De qué serviría un aparato digestivo perfecto que estuviese aislado? ¿Qué haría un sistema nervioso muy complejo, si existiese solo? Y las glándulas de secreción interna, ¿qué valor tendrían si sus hormonas no pudiesen desembocar en ningún sitio? Ya veis que utilizo un lenguaje semejante al que se usó para los de Corinto, poniendo ejemplos o términos modernos, pero para llegar a las mismas conclusiones, ya que el mal que intenta atajar es el mismo.

No es suficiente que las partículas constaten que tienen en común protones y electrones. No es suficiente que las células reconozcan que tienen el mismo número de cromosomas. Debe haber unión e interrelación. Como no es suficiente que mis discípulos proclamen un mismo Credo, o que están inscritos en una misma Iglesia. Debe haber entre ellos una comunicación intensa, un conocimiento, un intercambio de actividades y una complementariedad de funciones dentro de una finalidad común que se proyecte hasta el infinito. Si no se cumple esto, todo será ramaje sin flor, todo será como una compleja red de hilillos vegetales sin el menor crecimiento.