El encierro

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

-¡Qué chicos más majos!, decía uno

-Este curita se los lleva a todos tras de sí, decía otro.

- Es que no saben hacer nada si no están juntos, ¡qué grupo más unido!, repetían, al referirse a ellos, los adultos.

Pero el Señor nada decía. Ni siquiera los miraba. No se había vuelto de espaldas, pero los observaba de lejos con cierta indiferencia.

El grupo caminaba paralelo al de los que iban con el Maestro, sin darse cuenta de nada, sin mirar en derredor. Sus canciones, sus guitarras, sus fulares, sus miradas, todo les satisfacía, sin que se interesasen por lo de su alrededor.

-Tú los debes de conocer ¿Por qué no nos cuentas algo de ellos? - preguntó uno finalmente.

Pensativo el Señor, dijo en voz baja:

 -Lo triste es que yo los conozco y ellos en cambio, que hablan mucho de mí, casi no me conocen.

- Pero ¿ no te gusta un grupo como este? Con la gente que se ve por ahí:  terroristas, drogadictos, hooligans, cabezas rapadas, automarginados, etc. Estos no sufren de estos males...

Era evidente que al Señor no le hacía ninguna gracia hablar de aquella gente, pero tampoco a los compañeros les hacía gracia que el Señor se callara, sin decirles la opinión que tenía de aquel grupo. No aceptaban su silencio y le pincharon hasta que tuvo que acceder y entonces lo hizo, pensativo.

- Esta mañana, mientras desayunábamos, veíamos por la TV los sanfermines de Pamplona, más concretamente los encierros. ¿os acordáis?

Es difícil ver en otro sitio un espectáculo como este. Dejan libres a los toros y los bravos animales corren como unos desesperados, siempre adelante. La manada  es maravillosa. Nadie es capaz de parar a estos animales. Si alguno se queda atrás, consigue pronto reunirse con los otros. Corren y corren, frenéticamente, siempre juntos, hacía la plaza donde pronto son conducidos a los corrales, siguiendo mansamente a los cabestros, estúpidamente diría, a los amaestrados bueyes. A partir de este momento, si uno quiere verlos, deberá esperar a la tarde, a la hora de la corrida.

A las cinco en punto de la tarde, hora taurina, suena la corneta y se abren las puertas del corral. Habréis visto cómo los objetivos de las cámaras enfocaban el oscuro fondo donde algo se movía. Se han oído después gritos estimulantes, silbidos, golpes en la madera con las palmas de las manos, todo para llamar la atención del animal. Finalmente ha aparecido, majestuoso, el toro. El toro es un animal impresionante, desde el morro hasta el morrillo, no es extraño que en la antigüedad fuese imagen de divinidades... Pero al salir al redondel se vuelve ridículo del todo. Antes vivía tranquilo con los demás en la dehesa, corría por los prados, comía en los corrales, pero ahora... Nunca había estado tan solo como en este momento, tan libre él, en un espacio tan grande, un redondel limpio, totalmente llano, con tanta gente que lo observa. La situación le resulta insólita y desconcertante. Mira a uno y otro lado, va de un sitio para otro, oye gritos, se deja engañar y acude, ve pronto un caballo y recibe de quien lo monta un rejonazo, después un hombrecito se mueve graciosamente y corre hacia él presuroso, pero le pinchan nuevamente. Al final de todo, muere víctima de una espada que se hurga en su interior, mientras trata de rebelarse contra su destino.

Cambió entonces el tono del discurso del Señor. Lo que dijo a continuación ya no era referencia a ningún bicho.

- Me da miedo el futuro de estos jóvenes, tan estrechamente unidos a su grupo, tan pegados a su presunto líder. ¿Qué hará cada uno de ellos si se enamora de alguien de fuera de su entorno? ¿Que hará si algún domingo se encuentra solo en un pueblo que no es el suyo? ¿Sabrá donde acudir si le falta “su curita” para la celebración? Si se dedica de mayor a la enseñanza ¿cómo reaccionará en las reuniones de claustro? ¿Tendrá criterios objetivos y propios? O en la empresa, si es operario, ¿se sentirá solidario con los compañeros de trabajo? Si se casa y tiene hijos, ¿sabrá educarlos en la libertad y el respeto? Cuando sea adulto ¿que actividad política tendrá, a quién votará si no ha conocido a otro líder que a su cura? Y los pobres, ¿serán atendidos, si ya no entran en la programación de curso del grupito? Más sencillo ¿qué harán ahora mismo, si su abanderado, por la razón que sea, se aleja de ellos?

No vine a crear un cúmulo de grupúsculos, lo que yo vine a fundar fue una “ecclesia” una convocatoria abierta, y lo que observo me parece que es como una especie de secta de adictos iniciados.

La sorpresa que sintieron al oír unos juicios tan duros y adversos fue mayúscula, pero nadie osó replicar. Lo que sí observaron fue que el grupo se fue alejando sin darse cuenta de que en el corro que habían tenido a su lado, iba en el centro aquel a quien ellos cantaban proclamándolo como su ideal y su Señor. ¿Cuántas oportunidades como aquella perderían?