Concierto navideño

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Habían comentado más de una vez que no les gustaba la costumbre establecida no hace demasiado tiempo, de que el intérprete, en un momento determinado de su actuación, y tratándose de una canción conocida del público, el intérprete pues, se volviese hacía el público y le invitase a cantarla con él. Podía ser muy divertido, pero en el fondo era un fraude. El público había pagado para escuchar una actuación, para gozarla, si el cantautor lo hacía bien. Si de lo que se trataba era de cantar juntos, podían reunirse en una plaza; el ambiente sería más propicio y les resultaría más barato...

Pero en este caso era diferente. Por la TV transmitían un concierto religioso. Los diferentes ejecutantes, cantantes, corales y orquesta, interpretaban con mucho entusiasmo. Incluso uno, que era ciego, sonreía al cantar; una chica alegre y de rostro ingenuo sacó la lengua sorprendida y contenta, porque la aplaudían, ya que lo había hecho muy bien. Habían cantado piezas tradicionales y modernas, clásicas y populares, un poco de aquí y otro poco de más allá. Aunque hubiera que pagar entrada, los artistas no cobraban, los beneficios iban en favor del Tercer Mundo. En alguna interpretación el público, primero bajito y después más fuerte, cantó también, tal era la identificación que había con la melodía y con quien estaba en el escenario y hasta con el contenido de la letra.

Acabado el concierto se aplaudió mucho, pero también lo hicieron los intérpretes, se notaba que no había satisfacción vanidosa sino unión con el gozo de todos, con las vivencias alegres de aquellos días, con el misterio Salvador que celebraban.

Los amigos se emocionaron y al Señor le cayeron algunas lágrimas de la intensidad de su vivencia interior; en una palabra: no cabía en sí de gozo. Llegaron ellos incluso a aplaudir y hay que reconocer que no hay cosa más ridícula que hacerlo a un televisor, pero se miraban uno al otro, alegres y contentos, hasta el extremo de que la emoción provocaba algún lloro.

Una cosa estaba muy clara, la alegría era totalmente común a todos, los que estaban en el festival, los artistas y el público, los amigos del Señor y a todos los que habían seguido la retransmisión.

-Así es el cielo - dijo el Señor- Lo que ahora en este instante estamos viviendo, no es más que una muestra, una degustación.

-¿Por qué se habla tan poco del Cielo? - le dijo uno.

- Los hombres de estos pagos no saben lo que es una fiesta; es imposible hablar del Cielo a aquellos que no saben celebrar la felicidad. Los hombres de aquí amasan fortunas, ganan concursos, les toca la lotería, malgastan el dinero, otros triunfan en la política, en las relaciones sociales, en los campos de deportes, pero los hombres de aquí no saben lo que es la fiesta.

Hoy, ahora y aquí estáis viviendo un momento álgido, no lo olvidéis nunca, quedaos al menos con el recuerdo,  vuestra felicidad crecerá y será para siempre y tendréis alguna idea, una pequeña noción, de lo que es el Cielo.