El proyectil

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Contaba con gracia uno del grupo que un oficial chusquero de un ejército tercermundista, decía así a sus soldados:

-Si quereís que llegue lejos el proyectil que sale de vuestro cañón debéis apuntar muy alto el arma. En una bala actúan dos fuerzas: la de expansión de la pólvora y la de la gravedad. Al salir la más potente es la del fulminante junto con el explosivo, que poco a poco va disminuyendo dejando paso a la de la gravedad que cada vez se va haciendo  mayor hasta que tiene tal valor que logra que el obús se incline al suelo. Claro que si no existiera la fuerza de la gravedad, la bomba caería por su propio peso...

Rieron unos a carcajadas, no le encontraron la gracia otros o, dicho sea de paso, en realidad  no lo entendieron. El Señor sonrió y, como casi siempre sucedía, a la gracia de lo que había contado el otro le sacó miga, así que les dijo entonces:

-Aprended del oficial, apuntad muy alto si queréis que vuestra acción por el Reino llegue lejos. No me gustan aquellos que se contentan con poco, que calculan, que pretenden únicamente conservar su fe y la de los suyos. Una oración, una palabra pronunciada con fe y esperanza ¿quién sabe a donde irá a parar? El olvido de las gentes, el egoísmo y la estupidez, actúan como pantalla de absorción, de aquí que vosotros debéis ser siempre muy ambiciosos en vuestros quehaceres. Pensad que quien os ve tal vez se interrogue sobre el sentido de vuestra vida, imaginad que alguien de los que os escuchan, tal vez trasmitan vuestras palabras a quien nada sabe de nuestros proyectos y en ese momento se enteren. Suponed que alguno de los presentes ignora totalmente los caminos que mi Padre le tiene preparados y vuestro decir le desvelará donde está el inicio...El fulminante soy yo, el explosivo podéis ser vosotros, vuestra bondad, vuestra piedad, vuestra caridad, pero también vuestra intrepidez. El deseo de salvación que mi Padre tiene sobre la humanidad está presente en todo. Cargad vuestro cañón, apuntad alto que así llegaréis lejos. De otro modo si en esto pretendéis ser modestos alcanzareis muy poco o hasta puede que reviente el arma sin lograr nada.

Les pasó a los amigos como en tantas ocasiones les pasaba; el Maestro había sido agudo y elocuente utilizando unas imágenes, la de las armas, que Él nunca había tocado.