Las diminutas orquídeas

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

El territorio aquel no era ni urbano ni rural. Casas y algún que otro establecimiento público, estaban diseminados por el bosque y los calveros. Se trataba de una urbanización de las que  ahora proliferan. Iban sin propósito concreto, cruzando por entre la vegetación, respetando los arbustos y alejándose de las zarzas y de las ortigas. Vio uno unas minúsculas flores, se fijó atentamente y les hizo verlas a los demás. Tenía razón el aficionado a la botánica. Observadas con detalle eran preciosas. Les decía el descubridor que su nombre común las definía, semejaban insectos libando. El entendido continuó diciéndoles que su nombre técnico era “Ophrys Holoserica, una de las varias orquídeas que se dan por nuestros pagos.

Las reacciones al hallazgo fueron diversas. Unos se limitaron a acercarse pero sólo las miraron a distancia. Otros las observaron atentamente. Algunos se llevaron consigo entusiasmados unos cuantos ejemplares, bien arropados por un pellón de tierra, pues querían plantarlos en sus casas. Por fin dejaron el lugar sin más comentarios.

Pasó el tiempo y regresaron un día al mismo sitio. Por el lugar no vieron  ya todas aquellas preciosas plantitas. Es lo que pasa a veces con estos vegetales silvestres, dijo el entendido, Trae el viento semillas de lejanas tierras, caen en un lugar, enraízan y crecen, pero de la misma manera que llegaron pueden desaparecer, si el clima o el entorno no los protege.

A mí, la que me llevé y planté en un tiesto que puse en el alfeizar de una ventana, se me murió aquel mismo año, tal vez fue porque se asomaba a un patio de luces, dijo uno. Pues en cambio a mí continúan creciendo por el jardín, comentó otro. Las planté en un sitio que les diera el sol y que  llegara  el agua de los aspersores. Además al final de nuestro terreno mi padre habia plantado un seto de cipreses y creo que esto les ha ido bien pues han proliferado muchos ejemplares cerca de ellos.

Os explicáis bien, dijo el Señor. Estas orquídeas tienen unas semillas que se cuentan entre las más pequeñas del reino vegetal. Creo que de lo que ha pasado con estas plantas podemos sacar una enseñanza.

Si os acordáis, hubo algunos que ni siquiera se agacharon a mirar aquellas flores. Estos  son imagen de los que pasan de todo lo que no les reporte algún provecho material. Incapaces de la admiración, son eternos insatisfechos, pues nunca tienen bastante con lo que atesoran. La fe no es cosa para ellos, ni siquiera preguntan, no produce dividendos y esto es suficiente para que se desentiendan de ella.

Las plantitas que vimos han desaparecido. Este lugar es inhóspito para ellas, nada las protegía de los vientos que soplan del norte. Sus semillas tal vez fueron a parar al alquitrán de una carretera, donde más tarde fueron aplastadas por los coches. Estas son como los chiquillos educados en la religión desde pequeños, pero que con el pretexto de la libertad, la tolerancia y hasta la ecología espiritual, no gozan de ninguna protección y, sin siquiera darse cuenta, se alejan de la fe.

Este que se llevó una planta y la encerró en un tiesto que colocó en la ventana de un bloque de pisos, es semejante a aquellos que se aferran a unas prácticas monótonas, a unas devociones particulares, iba a decir casi a unos fanatismos, y un día, aquella fe aprisionada que tenían y que no se relaciona con su vida familiar, con su entorno social, con sus programas de futuro, se seca y muere de aburrimiento, sin siquiera lamentarlo nadie.

En cambio las que se llevó aquel, sí que han vivido y se han multiplicado. Los cipreses las protegieron, sin mermar su libertad. Son semejantes estas plantas a aquellos que viven libremente  su fe, pero la protegen, crece esta alegremente, cambia su apariencia externa de acuerdo con su edad, pero nunca deja de dar fruto: entre sus compañeros de estudio, en su lugar de trabajo despues, o en las asociaciones de vecinos y en las instituciones benéficas, más tarde. Acordaos siempre de las pequeñas orquídeas y obrad respecto a la fe como este hizo con las plantas.

Los más espabilados trataron de encontrar semillas de la flor abejera, pero son tan pequeñas que les fue imposible encontrarlas. Se propusieron luego que cuando volvieran a ver hierbas de esta clase aprovecharían la ocasión para plantarlas como es debido. Se trataba de una planta bella y muy intrigante en su apariencia.