Los tres negritos

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Volvía un día un amigo muy emocionado. Había estado fuera una temporada y en el pueblo donde había residido le sucedió una cosa que quiso explicár al Señor:

- Me pasó un día que estaba solo en una habitación, se abrió la puerta y entraron tres chiquillos. Uno era muy alegre, serios y algo tristes los otros dos, que por cierto eran niño y niña. Eran morenos, de piel oscura, lo que llamamos negros. Traté de establecer contacto pero, como sabes, tengo gran dificultad para tratar con los pequeños y en este caso la cosa era más difícil al tener que relacionarme en una lengua que no era la mía. Pero hice lo que pude. Le dije a uno tímidamente: “¿Cómo te llamas?” Contestó él de tal manera que no pude entender nada, pregunté lo mismo a los otros dos y me encontré con el mismo inconveniente. Pero no hubo problema, se quedaron contentos a mi lado, sonreí (era lo único que sabía hacer) y jugamos un poco haciéndonos muecas, me di cuenta de que estaban contentos conmigo. Después supe que pocos días antes su padre había abandonado  a la  familia, que su madre y ellos se encontraban muy solos... Salí contento de aquella casa y no se el porqué...

Le dijo el Maestro:

-Has hecho muy bien. Necesitaban un padre  y eso es lo que han encontrado en ti durante un rato. No importaba demasiado el que no pudierais dialogar, lo que importa es que tú les diste cariño y esto sí que lo entendieron ellos. Sentirse amados fue lo que les permitió recuperar la alegría, les faltaba un padre y lo encontraron...

- Es lo que les pasa a los muchos hombres: son huérfanos (todos lo son, pero muchos no lo saben) y es preciso que alguien les abra una puerta para que se encuentren con mi Padre. Posiblemente en el primer encuentro no sepan qué decirle... Pero mi Padre ama a todos los hombres y cualquiera que sea el encuentro con Él nunca es en vano.

Es necesario que alguien, en el momento preciso, abra la puerta y se sientan invitados a entrar. Pronto se convencerán de que mi Padre es amor, paz y bien. No dejes nunca de invitar al silencio, a la reflexión. A estas cosas, si quieres, las puedes llamar “rato de oración” o “rato de desierto”. En estos ámbitos personales, en estas actitudes interiores, mi Padre siempre está y juega en campo propio, y por poco que la persona se mueva inquieta, por poco que busque, por poco que desee, mi Padre se dará a conocer y con Él llegará su amor.