La aluminosis

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Hace unos años, vosotros todavía no habíais nacido, se hablaba por estas tierras de un cemento prodigioso, inventado en tierras extranjeras. Era un cemento obscuro, casi negro, tenía una tenacidad como la del portland, pero con una característica apreciable, solo había que esperar 24 horas para que fraguase, muy al contrario del que hasta entonces se utilizaba, pues este necesitaba veintiún días para tener consistencia. El descubrimiento coincidió con la aceleración del ritmo de la construcción y se hablaba de que la empresa que consiguiese la patente de fabricación, ganaría fama y dinero.

Pasaron los años y ya no se habló más de este cemento. De repente llegó la noticia de que se habia hundido una casa de una manera inesperada. Esta casa y las que detrás de ella se fueron hundiendo, habían sido diseñadas y proyectadas por competentes arquitectos, los tejados se habían conservado en buen estado y la edificación no tenía goteras, ni había pasado en el ínterin ningún terremoto. Los que vivían en ellas eran gente normal que ni había hecho obras ilegales, ni cargado excesivamente los pavimentos. ¿De donde venía el fracaso de aquellos edificios? Pronto lo descubrieron los técnicos, aquellas las vigas se desmenuzaban porque el  cemento no era  apropiado para aquellos fines. Ni reforzando los techos se podían salvar las casas. Había que levantar nuevas viviendas. Había que irse a vivir fuera una temporada.

Un estudio detenido descubrió el fraude. Egoístamente, los constructores habían escogido aquel cemento, que les había permitido edificar con rapidez las pisos y obtener los beneficios también rápidamente. Durante unos cuantos años aquellas casas habían lucido espléndidas fachadas, pero su interior se había ido deteriorando poco a poco, ocultamente. Ahora ya de nada servían sus bellas apariencias.

En la vida espiritual, tanto en el ámbito personal como en el colectivo, pasa algo semejante.

Aunque se hagan proyectos bonitos, aunque se hable bien, se cuelguen posters despampanantes, aunque se ponga el énfasis en palabras y principios, reventando con ingenio todo lo que los otros han hecho, con una presentación atractiva, si en todos estos  quehaceres se esconde el pecado y se le deja progresar, siendo como muchas veces puede ser el vicio cosa oculta e individual, llegará un día que todo se hundirá.

Otro ejemplo son las termitas, Ya puede ser bonito un apartamento, estar perfectamente amueblado, tener buenas moquetas y eficiente aire acondicionado; si estos insectos penetran en el recinto, irán comiéndose por dentro todo lo que de celulosa encuentren. El barniz continuará brillando, la pintura no perderá el color, pero llegará un día que todo se desmoronará. Ni los objetos hechos con las maderas más finas de importación, ni las antigüedades resistirán a las termitas.

El buen conservador de museo trata las maderas con productos adecuados, examina atentamente cualquier agujero y se preocupa con diligencia, si ve por el suelo polvo de fino serrín. Estos detalles tan simples pueden ser la señal de que la mejor talla, la viga más suntuosa o el más elegante mueble, se va a perder si no se pone rápido remedio.

Haced periódicamente examen de conciencia individual. Revisad en equipo vuestros proyectos colectivos. Escudriñadlo todo bien para descubrir si hay pecado y si lo descubrís alejádlo de vosotros rápidamente. Salvaréis vuestra vida, asegurareis el éxito de los proyectos que tiene vuestro grupo, pues de otra manera los cantos, los besos y abrazos, los manifiestos y las proclamas serán agua de borrajas.