La vitamina D

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Solicitaron al Señor que les diese una explicación del hecho, constatado con frecuencia,  de los fracasos personales, de los males y desgracias, en una palabra de tantas cosas negativas, que hay en un mundo que, según decía Él, era amado con locura por su Padre y donde Él mismo había desparramado la salvación.

 El Señor les dijo muy serio:

- Sencillamente es un problema semejante al raquitismo.

Los discípulos se miraron entre sí, se notaba que no entendían nada de nada, pero esperaron que, como en otras ocasiones, el Maestro continuase con una explicación. Y fue así:

- Todos sabéis que entre nosotros abundan las aguas que llevan en disolución sales calcáreas, que muchos alimentos son ricos en calcio y aun así sabréis que hay gente que sufre déficit de esta substancia y sufre así una enfermedad llamada raquitismo. Para solucionarlo a nadie se le ocurre comerse un trozo de mármol; si lograra comérselo, tampoco solucionaría nada, ya que le seria imposible incorporar a su cuerpo aquello que le falta y que, no obstante, está en la roca. Si quiere conseguirlo, su organismo debe tener vitamina D. Esta substancia se encuentra de una manera primitiva en la leche, en los huevos, en el hígado o en el pescado. Hay que comer bien por principio. Pero es necesario también que esta provitamina madure, y esto solo es posible si a la piel le llegan las radiaciones ultravioletas del sol. Cuando el cuerpo tiene vitamina D, entonces sí que los intestinos son capaces de absorber e incorporar al organismo todo el calcio que le haga falta y de transportarlo a los huesos, que son los que más lo necesitan.

Ahora pues os digo que la bondad de mi Padre está presente por doquier, como lo está el calcio. Mi salvación llega a todos los sitios, como la luz del Sol, que nunca falla por la mañana. Pero hace falta la vivencia de la fe, el amor generoso y la esperanza arriesgada, para que toda esta abundancia penetre y de frutos. Es necesaria la fidelidad a la ley, para que se fije la gracia, si no es así el hombre es huérfano de dones, en un mundo donde hay saturación de ellos.