Invertir en el amor

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Se le acercó un hombre mayor y le dijo:

-Me han explicado con cuánto cariño trataste a aquella abuelita. Mi madre y ella eran de la misma quinta, pero mi madre murió hace un mes. Le había llegado su hora, dice la gente. Sí, tu Padre le concedió muchos años y ella, mujer de pueblo, trabajadora e ingeniosa, llenó su vida de amor. Amó mucho y me amó mucho a mí. También yo la amé mucho a ella. Ahora encuentro a faltar este amor de madre. No me falta encontrar gente que me quiera, me falta su amor y no quiero sucedáneos. A los demás no me atrevería a contarles estas cosas, se reirían, tal vez pensarían que chocheo, que no tengo equilibrio mental. ¡Que sé yo! Se dicen tantas cosas para tratar de ahogar estos sentimientos que según ellos no son propios de mi edad. A ti si que me atrevo a explicártelo.

Me sangra el corazón, y me sangra porque una vena muy gorda de mi sensibilidad  se ha reventado. Pienso a veces, Maestro, que si tal es el dolor por la ausencia del amor, no le fuera mejor al hombre no amar nunca así. ¿Es el amor una mala inversión? me digo muchas veces, puesto que siempre acaba, con dolor, al morir el que amas...

-Te entiendo, amigo. Quien ama siempre arriesga. Quien sólo establece vínculos superficiales, relaciones frívolas, no sufre mucho. Pero tampoco es feliz del todo, no lo olvides.

En medio del dolor que ahora sientes, si eres sincero, verás que el amor que hubo entre ti y tu madre, no solo fue bonito, vuestro amor fue también riqueza espiritual. Hoy, de no haber gozado tanto con ella, tu alma sería mucho más pobre. Vuestro cariño fue una fortuna de la que has disfrutado hasta ahora. Sus pequeños detalles cotidianos fueron como la taza de café que corona una buena comida. Ahora... No, ahora no ha muerto. Solo ocurre que mi Padre ha aplazado el cobro de las inversiones que tu hiciste, utilizando tu mismo lenguaje.

No olvides que amar es invertir, esperando gozar eternamente del amor. Hay que esperar, también a ti, como a ella, te llegará la hora, y pasarás a recibir una buena pensión de eternidad de amor, junto con ella.

No te acongojes, en las bolsas eternas siempre cotizan bien estos valores.

Al amor le pasa como a la buena moneda. No en todos los sitios la aprecian. No vayas nunca a un villorrio a comprar una chocolatina pagando en dólares. Pero nunca te aflijas si tu cartera rebosa de moneda americana, aunque no puedas con ella ir a tu cine del barrio un sábado por la noche, el lunes fácilmente encontrarás el banco que te la admita.

Llora cuanto quieras y no te avergüences, pero nunca te arrepientas de haber amado. Pobres, pobres, no son más que los que sólo tienen dinero.

Con los ojos nublados, sonrió aquel hombre y vacilando se acercó más al Señor. Al sentirse abrazado notó junto al suyo un corazón, el del Maestro, que latía como el de su madre y en aquel abrazo encontró un gran consuelo.