La flor de interior

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: Si el Señor volviera tal vez...

 

 

Se encontró el Señor un día con una señora adornada de grandes dotes, era simpática y acogedora, con todos su trato era agradable y dulce. Le entusiasmó desde el primer momento y la invito a compartir las tareas del Reino, pero ella discretamente, se fue sin aceptar la invitación a colaborar y prestar ayuda a solitarios y afligidos con su amabilidad.

Cuando por la noche se lo recordaban al Maestro, este, como en tantas otras ocasiones, les explicó una historia para que supieran que opinión tenia de aquella distinguida señora tan  encerrada en sí misma y para sí misma:

-Compró uno una bonita planta, era una exótica formación vegetal con una curiosa y llamativa flor que surgía en la parte central. La colocó cerca de la ventana para que le diera luz tamizada y que estuviera al abrigo de corrientes frías de aire. Crecía ufana. Los insectos se acercaban atraídos por sus vivos colores pero el cristal les impedía aproximarse. La flor no dio a nadie su néctar, la flor se quedó para sí misma su belleza y exotismo. Pero la protección que tenía le impedía ser fecundada. Flor y planta empezaron  a languidecer un día, el vegetal se hizo viejo, se arrugó, se secó despues y, como consecuencia, un día la tiraron a la basura.

Mientras esto sucedía en el interior, afuera otras flores corrientes crecían, dejaban que los insectos libaran su néctar en lo profundo de sus cálices y fue así como las abejas pudieron fabricar miel y aquellas flores se convirtieron en semillas que se multiplicaron embelleciendo el balcón, el jardín y hasta impelidas por el viento llegaron hasta un bosque...

Por eso yo os digo -  añadió en otro tono el Señor -  que aprendáis de las plantas, que sepáis que es mucho mejor una persona habilidosa, trabajadora, generosa, con sentido de responsabilidad, aunque sus modales no sean muy finos, aunque sus conocimientos sean pocos, es mejor una persona así que otra genial que viva endiosada de sí misma.

Las flores de interior son siempre un poco tristes, por muy ornamentales que resulten. Las personas que sólo son simpáticas y listas en su entorno, en sus relaciones ocasionales, en sus aconteceres fortuitos, acaban siendo monótonas y estériles. Hay que poner las propias cualidades al servicio de los demás.