Oración al Padre Dios en la noche de Navidad 

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: En torno a Adviento y Navidad

 

 

Señor Dios, resulta muy difícil dirigirse a un Ser superior sin sentir que nos aproximamos a algo que ha de ser maravilloso, sin notar un profundo respeto, sin estar dispuestos a la adoración mas reverente. Muchos experimentan miedo y acuden a ti con precaución, pues temen que al tratarte puedan sufrir en sus vidas mala suerte. Nosotros sabemos que eres tan constitutivamente misterioso, como esencialmente todo amor, y de aquí que en tu presencia nos sintamos asombrados, pero tranquilos como chiquillos que reposan en el regazo de su madre. Esta noche encantadora, y la impresionante noche de Pascua, no vemos en ti más que grandeza y bondad, por eso nuestro ánimo es total serenidad y paz. 

Lo que si es muy cierto es que, al vernos junto a ti, nos damos cuenta de nuestra indignidad. Es de rigor allegarse a ti límpidos y nosotros venimos sucios de pecado. Ya es demasiado tarde para evitar nuestro mal obrar. Desde los tiempos de Adán y Eva la contaminación espiritual invade nuestro gran mundo y nosotros muchas veces, con nuestro obrar egoísta e imprudente, no hacemos mas que aumentar la densidad del mal. Sólo Tú, Señor, nos puedes perdonar y limpiar del todo ¿Por qué no nos revistes de tu indulgencia? Solo de esta manera podremos continuar esta noche en paz, en este rato de oración. 

Porque aunque nos olvidemos tanto de ti, la verdad es que uno se siente bien a tu lado. Eres generoso, sin ti, ni siquiera existiríamos. Si quitásemos de nuestra historia tu generosidad, nada bueno nos quedaría. Deseamos, pues, en esta circunstancia, que comprendas que por ser Tú misterio nos desconciertas muchas veces, pero que también estamos seguros de que Tú nunca nos engañas. Todo lo que determinas es para nuestro bien y, aunque nos olvidemos con frecuencia de ti, te confesamos esta noche con sinceridad que te estamos muy agradecidos. Cada uno tiene sus motivos, muy personales, muy íntimos, pero cada uno hoy y aquí, quiere darte las gracias. 

Queremos empezar una nueva vida, queremos que esta Navidad represente alguna cosa grande en nuestra existencia y sabemos que  para que suceda así, necesitamos tu auxilio. Al iniciar esta vela te repetimos que nos es necesario tu soporte, necesitamos tu asistencia si queremos ser buenas personas y llevar a término buenos proyectos, para ser amigos, amar mucho, triunfar en nuestro trabajo por tu Reino, es decir, reconocemos que necesitamos un poco de la felicidad que sólo Tú nos puedes dar ¿Es demasiado atrevimiento el recordarte que esta noche esperamos que seas para nosotros más generoso aún? Si no podemos aducirte otro motivo, te diremos que somos los hermanos menores de tu Hijo Unigénito, que somos hijos adoptivos tuyos, que nuestra carne y nuestra sangre, nuestros huesos y nuestros cabellos, son como los de tu Primogénito. Al decirte todo esto no nos estamos quejando, insistimos, eso sí, porque somos muy conscientes de nuestra indigencia y de que Tú, que lo posees todo, estás también atento a los que te suplican y nunca nadie sale de tu presencia defraudado. 

(Esta oración entregada a todos los asistentes al entrar a la iglesia para asistir a la misa de media noche de Navidad, en ejemplar fotocopiado, la leyó un asistente, desde su sitio, en voz alta antes de empezar la liturgia)