Navidad es esperanza

Autor: Padre Pedrojosé Ynaraja

Libro: En torno a Adviento y Navidad

 

 

CAMINO QUE HIZO DIOS DESDE LA ETERNIDAD DE LO INFINITO

HASTA LA AURORA DE BELÉN

 

Dios no sabía lo que era la esperanza,

Pues Dios siempre es actual.

Dios todo lo que hace

se realiza actualmente.

Dios todo lo que proyecta

se cumple en su único presente.

Y para que haya esperanza

debe haber futuro.

- Hay que ver, o entrever,

el devenir con alegría-.

Pero Dios no tiene futuro,

ni siquiera presente, pues,

como dicen los filósofos,

Dios es acto puro o,

como se ha dicho anteriormente,

Dios es siempre actualidad.

 

Y Dios quería conocer

lo que era la esperanza,

debía pues crear previamente el futuro,

si quería saber lo que era la esperanza.

Para solucionar este conflicto interior,

Dios creó al hombre,

con pasado, presente y futuro

(esta abundancia de su existencia,

en realidad, no es riqueza.

El que tiene pasado, presente y futuro,

está limitado, encajonado, prisionero,

es más grande quien siempre es actual.)

El hombre creado en estas circunstancias,

realizado según este proyecto,

es decir, hecho de pasado, presente y futuro,

continente y contenido

de las más genuinas ilusiones de Dios,

necesitaba además ser libre

(ya que en la esperanza siempre existe riesgo

y si no hay libertad es imposible la aventura)

Dios, que es eternamente joven

y andariego intrépido por el vasto universo,

tuvo la osadía de hacer al hombre libre.

(Hay que reconocer que Dios es valiente y atrevido.)

 

Soñado y hecho, fue todo uno.

Dios entonces se dispuso y preparó,

para saber lo que era la esperanza.

Hizo al hombre

y lo observó en el Paraíso.

Ya sabéis lo que pasó, hubo quiebra,

el hombre escogió el pecado

y frustró de tal manera los planes de Dios,

que si Dios fuera Dios,

hubiera experimentado el desaliento.

Y hasta tal vez se hubiera suicidado,

pero Dios, que desea conocer muchas cosas,

no quiere, de ningún modo,

ni siquiera probar la desesperación

ni el desengaño.

 

Dios entonces decidió

enderezar la fechoría del hombre

y envió a su Hijo al mundo.

En el mismo instante en que el Niño nacía en Belén,

la felicidad de Dios se hizo aún mayor,

pues Dios, satisfecho de sí mismo,

supo lo que era la esperanza

 

 

CAMINO QUE HIZO EL HOMBRE DESDE SU ORIGEN

HASTA LA AURORA DE BELÉN

 

El hombre es débil

e incapaz de aceptar su debilidad.

A veces es malo y después se arrepiente.

Con frecuencia yerra

y, no obstante,

está enamorado de la verdad

(grande es la desdicha del hombre

inclinado a perderse y ensuciarse,

si uno se fija en él,

se da cuenta de que es un producto en vías de extinción)

Pero ¡ay!, no todo es maldad,

no todo angustia,

no todo constatación de fechoría,

no todo enfermedad.

Hay en el hombre

posibilidad de recuperación,

hay un sentimiento, una intuición,

de que la unión con el que está más allá,

en lo Alto,

puede capacitar su amejoramiento,

proporcionarle limpidez de corazón

y olvido definitivo del pecado.

Y desde antiguo trató de encontrar

caminos que le acercaran a lo sublime,

así que aligeró sus enseres,

se sometió a rigurosos ascetismos,

inventó ritos,

codificó preceptos,

estableció categorías entre los hombres,

sencillamente: inventó religiones.

Sin duda, su deseo era correcto,

el hombre religioso,

cualquiera que sea la religión que haya escogido,

es algo más que un animal erguido,

más que un cordado asaz sesudo,

mucho más que un mamífero capaz de laborar con tino

o de pleitear ante los tribunales

o de dominar con injustas violencias,

como tantos hacen,

o alguien con sentido lúdico de la existencia,

como se estila afirmar ahora.

El hombre religioso es un ser superior,

merecedor del mayor respeto,

pero aún así, el hombre religioso,

es, de por sí, un hombre insatisfecho.

Nunca puede elevarse del todo,

nunca se libra de su pesada carga,

nunca consigue higiénica limpieza espiritual,

nunca consigue una entrevista de tú a tú,

con la Divinidad.

Y por más que invente nuevos sistemas,

 lesione su cuerpo,

o queme y destruya

lo mejor de sus cosechas y ganados,

en honor de los más insignes dioses.

Por más que renuncie a atributos muy suyos,

nunca quedará del todo complacido.

 

Pero llegó un día

que hombres sabios divisaron una estrella,

sencillos pastores escucharon a unos ángeles,

unos y otros partieron hacia Belén,

fieles al anuncio que les habían dado.

Al llegar encontraron únicamente un niño,

una criaturita menudita,

semejante a las demás

(pero que no era idéntica).

Aquellos hombres descubrieron

que a Dios no se le encuentra

en lo más alto de las montañas altas,

que no hay que disfrazarse,

que no hay que perjudicar al cuerpo,

que Dios está entre nosotros,

que hasta se nos mete dentro,

que hay que ser sencillamente hombres honestos

y amar con honradez y generosidad.

a los demás.

Desde entonces

revestido de simplicidad,

el hombre es capaz de encontrar al Niño de Belén,

en el belén de su corazón

y en el belén del corazón de los demás

y empezar así a vivir con esperanza.

 

 

CAMINO DEL NIÑO DESDE EL SENO DE SU MADRE

HASTA LA AURORA DE BELÉN

 

Como cualquier niño,

deseaba nacer

- aunque el seno materno, según dicen, resulte siempre placentero -

pero debía salir,

respirar, ver luces,

y hombres, relacionarse, compartir.

Y ya ha llegado el momento,

ya está en el mundo,

libre del todo, desnudo totalmente,

como cualquier chico cuando nace.

Juguetón inquieto

y Él, que es Dios,

como cualquier otro hijo de vecino,

llora, ríe, mama, se ensucia,

pero es un chaval muy diferente.

Este nene rebosa ilusión,

y es que hoy

empezará la salvación de los hombres,

que todavía no conoce,

pero que, en su ensueño, ya ama.

La mirada de este Crío es todo júbilo.

Aquellos que entienden algo de chiquillos,

aquellos que aún no han ahogado

al niño que hay dentro de cada uno,

aquellos que saben algo de Dios,

y que respetan lo que les supera,

y aman al que está a su mismo nivel,

estos, hoy en Belén

han visto un bebé que es todo ingenuidad,

su sonrisa es francamente diferente

a la de los otros niños.

Su manera de ser,

que acepta futuros sufrimientos,

proyecta enseñanzas provechosas,

prevé viajes,

admite la muerte

(Él, que es el primero que va a resucitar)

que encierra

todo lo que cabe en la menuda cabecita

de un chiquirritín,

es la alegría más maravillosa

que en el mundo pueda darse.

Pues el nacido hoy en Belén

es la Esperanza. 

 

 

(Se me ocurrió este escrito, no se por qué ocurrió entonces, viendo por televisión la inauguración de los Juegos Olímpicos de Seúl. Lo entregué después en la Navidad de 1988 a los amigos y ha sido texto leído, meditado y rezado, cerca de Belén, más exactamente: en las preciosas cuevas de Beit-Sahur, el campo de los pastores, dicen que es.

Tal vez con resonancias de Peguy, creo que es apto para meditaciones navideñas.)