Y qué pasa con nuestras tendencias 

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.

 

 

Parece mentira que estemos poniendo este título a unas ideas que pretendo pergeñar, haciendo un sentido a lo humano que siempre he creído debería dominar en nosotros, vamos, que ese debería ser nuestro orden serio y responsable, pero, por otra parte, pareciera que estamos dando de lado a nuestra forma humana de comportarnos, en la casa, o en la calle y en el trabajo, con todo lo que tenga que ver con el hombre en cuanto tal. Porque, claro, si uno estudia un poco de antropología, se da cuenta de inmediato de que lo humano es una cosa bien compleja y seria. Pero ahora colectivamente hacemos cosas que cada vez menos tienen que ver con el sentido de lo más humano, que me imagino no puede ser otra cosa que lo que es más significativo en él, como creo que es el amor, y, hasta, me parece, que se nos está haciendo difícil, ser hombres hoy. Ahora, nos preocupa menos esto, y de hecho nos estamos moviendo en parámetros que confunden la realidad humana, y hasta nos hace pensar si no estaremos dando pasos a una situación nueva de la que posteriormente, por lo menos, nos tengamos que avergonzar, al sentirnos tan incapaces de dominar nuestras tendencias negativas y que por ello en lugar de construir, destruyamos.

La libertad es otro momento de la realidad humana que debiéramos favorecer, y sí, se habla mucho de ella, los jóvenes la necesitan, no creo que la disfruten, las Constituciones de cada país, la escriben con orgullo en uno de sus más connotados capítulos, aseverando que todo ciudadano es libre, y que el Estado pondrá todo el énfasis en demostrar que ello sea una realidad magnifica en todos los ciudadanos de la república. Buscamos trabajo para asegurar nuestra libertad ya sea familiar, ya personal, pero cada día nos damos cuenta, de que existen menos hogares libres, y menos hombres gozando de verdad de su libertad y hasta de los muchos encantos que la vida hoy tiene, sin duda.

Y ¿qué es la libertad? Pues creo que ella llena todos los mejores estamentos humanos de verdadero contenido, pues ya desde nuestra pubertad nos empezamos a dar cuenta de que la necesitamos, preguntamos por ella, la exigimos en muchas ocasiones, y hasta nos enfurecemos por vivir eso que de contenido tiene la libertad, pareciéndonos en muchas ocasiones que los que más nos quieren, se empeñan en destruírnosla o negárnosla. Me da la impresión de que soñamos con ella, y de que realmente la queremos, no me cabe la menor duda, pero tampoco creo que sepamos lo que realmente ella es. No la hemos empleado en el dominio de esas tendencias negativas que nos estorban para ser nosotros mismos, y las opciones más nuestras, me parece, deberían ir por ahí.

La libertad debe salirnos de dentro. Es una opción por algo, que vale la pena, mejor que lo que tenemos, y nos esforzamos por conseguirlo. Nuestro interior tiene que ver con la verdad, el bien, el amor, la justicia, la libertad, sí señor. No cabe la menor duda de que debemos saber distinguir entre lo que nos dan los sentidos. y lo que sale de nosotros mismos. Lo que nos viene de fuera, es decir, lo que vemos, sentimos u oímos, es cosa, que en muchas ocasiones no sabemos si corresponde a la verdad, y entonces no debemos optar por ella, porque nuestra conciencia nos lo niega. En otras muchas ocasiones, lo que nos presentan los sentidos, sí corresponde a lo que la cosa misma es, pero en ese caso sabremos que nos estamos refiriendo a un puro medio, que nunca será puesto por encima de ninguna persona, porque ellos seria una incongruencia notable. En el interior de cada uno es donde se maduran las mejores ideas, pues son siempre el resultado de la reflexión, contando con que hayamos tenido el recurso de consultar hacia fuera, lo que tenemos como nuestro, para aseverarnos de que la reflexión no está fundada sobre la nada, o nuestros caprichos. Los libros son el mejor apoyo a nuestra curiosidad científica o simplemente filosófica y humana. Y en todo caso nuestra opción debe basarse en el Bien. Todo lo que nosotros buscamos y debemos hacer, tiene que ver con esa estructura fuerte del ser que se llama Bien, que efectivamente vamos conociendo, desde nuestra primera infancia hasta nuestra pubertad y juventud, para en todo caso saber a qué atenernos, pues, es cierto, que el mal, nadie conscientemente lo quiere para si.

Pero, y lo curioso es cómo estamos rodeados de mal, y lo que es peor, por qué la oferta que mas se nos hace tiene que ver con esta situación maligna. Los medios que usamos, TV, Internet, nos van acostumbrando a ver todo con la máxima confianza, hasta tal punto que vivimos la idea de que todo lo que se nos da es pan bendito. Y nosotros, ingenuos, vamos siguiendo la ola sin pensar nunca que se nos puede estar mediatizando nuestra libertad, fundada en lo más humano, y personal del hombre, por la baratija que nos ofrece en muchas ocasiones nuestra TV. Ahora se baraja en nuestro medio, ese programa televisivo que tiene absortos a más de la mitad de nuestra población, El Gran Hermano. Ayer en un periódico notable de la ciudad se escribía este título: “Las perversiones de Gran Hermano”. Y seguramente lo leemos, y nos quedamos tan tranquilos….Pues aquí no pasa nada. Y estamos cayendo en una “sociedad del espectáculo”. Pero lo mas duro de digerir se nos ofrece cuando sabemos la interioridad de este programa. Efectivamente unas cuantas personas se meten en una un lugar concreto, donde van a ser vistos y observados por las cámaras de TV. Por supuesto, tiene que haber un vencedor, y la historia consiste en ir despachándose unos a otros, cada cierto tiempo y punto del lugar, con la idea de que podamos ver un vencedor. Pero aquí se mete lo lógica de la competencia, que arruina el supuesto humano que ahí trabaja. Entre pequeñas alianzas y deslealtades de unos con otros, perversidades y maldades, teniendo en cuenta el triunfo final, se van destruyendo los más débiles y se expulsa en cada caso al que la casa y el público eligen. Y entre tanto el espectáculo de ver y ser visto, qué afán tenemos los hombres por ser vistos y tenidos en cuenta, va cubriendo esa necesidad interna de ser conocido a través de la TV, gozándose los que lo ven, con esa alegría de satisfacción por lo que ven, como si fuera el último espectáculo que nos diera la posibilidad de ser nosotros mismos. y de verdad, nos hiciera libres.

Pero lo cierto es que este espectáculo va más allá a la hora de desnudar al hombre de sus privilegios humanos. De qué libertad estamos hablando en el programa. Cierto se me dirá, los que van al programa lo hacen libremente y así parece desde un análisis un tanto superficial. Pero, los que permanecen dentro del programa, y los espectadores que lo viven con casi iguales características, con esa clase de pensamientos internos que les cercan, y que les cuecen por dentro, y los determinan a pensar solo en las debilidades del otro, a ir viendo en sus razonamientos con los que le escuchan o con quien se ha logrado más afinidades hasta el momento, a recoger los puntos flacos del supuesto enemigo, hasta convencerse de que efectivamente el otro tiene que ser expulsado, sin estar, por otra parte, nunca seguro de que puede ser uno mismo el que se vaya afuera. Hasta tal punto se amasa en ese programa lo que podríamos llamar la traición. La intimidad queda burlada, la autoestima destrozada, la necesidad de ser reconocido, negada por el presunto fracaso de ser expulsado, al que me expongo, la conciencia proyectada a una solución realmente inhumana no funciona, y se piensa que, claro, son solo unos días, pero unos días que no implican corrección alguna de lo que el hombre, como persona, necesita de verdad para vivir y respirar como tal, y unos días cuyas situaciones son siempre más exigentes, con la realidad que se impone de que solo uno va a quedar en el plató, y contra el que tengo que luchar con todas mis ganas, para meterme yo, si quiero ser significante. Finalmente lo que mueve a cada uno de estos personajes, es el dinero, una forma relamida de subjetividad bien baja, porque “si esos valores de la modernidad pueden ser cambiados por dinero, finalmente el único valor es el dinero, el dominio del valor de cambio, y caemos en el nihilismo” Georges Orwel creador del personaje literario, Big brother, que, por cierto, está bien lejos del programa de TV de ahora.

Todo un mundo de ideas complejas y frustrantes, por la mala solución que se da al problema, de hecho es una solución inhumana, que comparada con los que no pueden acceder al dinero, nos deja descompuestos y hasta ansiosos, y ganarlo de una manera tan vil, y solo uno, destruyendo a los otros, los hombres, de una manera tan soez, negándolos prácticamente, nos hace temblar. Porque, por supuesto, la TV que necesita hombres y personas que la alimente, nos convierte en sus fieles seguidores, con temas evidentemente atractivos, pero como este profundamente inmorales, y sin dejarnos pensar que el hombre se hace desde otros presupuestos, y ayudado siempre por los suyos, es decir su familia, por lo que, desde ahí, tiene que encontrar el camino a su propia realización, sin angustias, sin temores, es decir verdaderamente libre, sin tener que recurrir a esos temas que como el que hemos tratado vapulea la realidad humana a su gusto, dejándonos hechos unos verdaderos guiñapos, hombres de trapo, mejor dicho incapaces de lidiar en el futuro con los múltiples problemas que el mundo ofrece hoy a nuestra responsabilidad humana. Y esto, deberíamos verlo a la luz de lo que veníamos diciendo al principio, con aquello de que nuestra opción tiene que estar basada en el bien, en lo que vale la pena, en lo verdaderamente humano, en controlar nuestras tendencias negativas, si efectivamente, queremos jugar un con un plan que nos pueda conformar del todo al sentido de los más profundamente nuestro. Pero a mí me inquieta la realidad de que este programa está siendo seguido por una multitud enorme que no ve nada malo en él, y que paso a paso se va extendiendo el número de los que dependiendo de estos sistemas modernos se ven incapaces de poderse liberar de ellos, atisbando caminos al encuentro consigo mismo, como pueden ser la familia, el deporte, el estudio, la amistad, y la diversión sana. Claro, esto exige seriedad con uno mismo, sin duda.

Insisto en que lo malo de todo esto tiene que ver con ese nihilismo de que nos habla el autor del Big brother, del nihilismo a que nos llevan estos programas que nos ofrece la creatividad moderna Porque me imagino que sentirse nada, y creerse nada, que eso significa nihilum en latín, y esperar nada de un futuro trascendente, no es ninguna recomendación para sentirse nuevo y satisfecho, como si la vida nos brotara a borbotones, con su fuerza desde adentro. A algunas personas he tratado, como sacerdote, con este mal y confieso que psicológicamente estaban, cuando llegaron a mí, destruidas. En la Universidad también he encontrado muchos jóvenes vacíos, y casi todo tiene que ver con este nihilismo, pues es verdad que las cosas, buscadas en la idea de que nos puedan ayudar, sin respetar sus objetivos, es decir lo que son ellas, es un camino inútil. Fijaos cómo nos cuesta hoy hablar con la verdad en la mano. Y claro, nosotros no somos quienes para cambiar los objetivos de las cosas que nos rodean. Un carro no es más un objeto que usamos para transportarnos, es decir es un medio que se debe al hombre, y debiera utilizarse para el hombre, pero nunca debiera ser un instrumento para confundir a los demás o despreciarlos con gestos de grandiosidad, pues somos fines, como si eso de mirar por encima del hombro, nos pudiera añadir algo de humano más, a nuestra personalidad. Desde es camino, y otros por el estilo, estamos del todo equivocados a la hora de querer sentirnos nosotros mismos.

Y no es fácil querer resolver por nuestra cuenta, sin la ayuda de alguien, este tipo de problemas que son cada día más frecuentes, porque es cierto que la vida, aunque nos da más facilidades que nunca, de hecho, ahora, tenemos también, más problemas que nunca. No debemos rechazar a Dios, o lo trascendente, porque efectivamente El está muy cerca de nosotros, esto hay que reflexionarlo, y, en todo caso pedirle confiados la fe al Señor, que nos la da, si lo hacemos con sinceridad. Los papás debéis estar muy atentos, al qué y el por qué de vuestros hijos, y apoyados por vuestra bella relación, darle en ella, y desde ella, lo mejor a sus exigencias personales, para que nunca tengan que hambrear, lo que tantos jóvenes hoy piden a gritos, cariño y comprensión. Este irse hacia fuera a los útiles modernos puede ser una consecuencia de nuestro abandono en sus necesidades humanas, y debe ponernos en guardia, para observar siempre sus tendencias deshumanizante, y con cariño y mano temblorosa, poder encontrar el camino a su solución. Ayudarles a ser libres, que les cuesta, no lo dudéis, a sus mejores opciones, que pueden, y deben adelantar, ambos, papá y mamá. De esta manera dependeríamos más de nuestras propias soluciones, y nos defenderíamos, como familia, mejor de todo lo que os he venido diciendo, nuestros útiles modernos.

Cuánto daría yo, porque pudiéramos resolver estos problemas con facilidad y elegancia, que todo se puede hacer, por nosotros mismos, es decir por la pareja, pero, me parece, ser necesario más vigilancia en todos nosotros, con la responsabilidad debida, en orden a poder levantar en cada caso las dudas de los nuestros, porque dejadme que os diga, que falta mucho, pero mucho en nuestro saber, para no darnos cuenta, de que este programa y otros parecidos, son nocivos al hecho de querer ser hombres, dominando y controlando lo que hace mal al otro.