La libertad y nuestros hijos

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.   

      

Bueno, pues aquí me tenéis escribiendo sobre vuestros hijos que me parece los debéis levantar con más gracia e interés, y hasta con el salero que la libertad lleva en sí misma, porque al fin y al cabo son vuestros hijos, y no me digáis que no queréis que ellos luzcan, en su crecimiento, las mejores de sus galas humanas y personales.

La libertad es un atributo humano que debemos soñar que nuestros hijos vayan haciendo suyo en cada momento con más afán y entusiasmo cada día y cada mes, porque eso es parte de ese don que Dios nos dio al crearnos a imagen y semejanza suya. Hemos de enseñarlos a pensar, cómo no, y lo logramos siempre que les advertimos, con verdadero cariño, la importancia de una nueva idea que nosotros les transmitimos, o de una peripecia que han pasado o sufrido, ya que eso se les grava mejor, porque a través de ellas vosotros tomáis los temas para su formación humana y de futuro, o cuando les hacéis ver que los principios sobre los que se asienta la dignidad del hombre hay que, no solo saberlos, sino que ser hombre de verdad es cuestión de cumplirlos y hacerlos vida en la experiencia de cada uno. Esa experiencia es resultado del vivir hogareño. Cuando el hogar calienta, cuando el hogar vive de la coherencia más profundamente familiar, se van haciendo vida, poco a poco, esos valores que constituyen los principios en los que vamos a montar la vida de nuestros hijos. Sobre todo, nos debe preocupar la liberad de nuestros hijos, y es que ella como que es el florón que va a dar consistencia y responsabilidad en la acción de cada momento feliz, y, por supuesto, nos va a ir asegurando la seguridad necesaria a la continuidad de nuestro hogar con la alegría que vosotros os merecéis.

Hay que irles enseñando a escoger lo que vale la pena, para que puedan ellos, de pequeñas opciones pasar a las mayores, y poco a poco se vayan haciendo dueños de su propia responsabilidad, por así decirlo, y esto es lo que constituye la base de lo que podemos llamar formación humana. Cuantas veces nuestrso niños pequeños nos tienen que advertir que quieren ellos ponerse su pijama o su trajecito, con tres añitos, o un poquitito después. En esto de verdad que somos cortos con respecto a su libertad de opción. Pero, además, en muchas ocasiones perdemos el tiempo, ya que no les advertimos, si el caso lo pide, ni damos tampoco la importancia que tienen estas oportunidades, pues son ellas situaciones en las que los hijos se presentan como son, y nos manifiestan hacia donde van, y cómo se van logrando, o deshaciendo, si ellos no son adecuados, o tampoco dignos en lo que nos muestran que han hecho, hace falta la presencia de los padres para aclarar el momento, y sobre todo para hacerles ver a ellos, el qué, y el por qué, e incluso el para qué de cada cosa, en este caso, de lo que han hecho o dejado de hacer, con responsabilidad. Oportunidades todas estas que les sirven a los niños o jóvenes para aprender a ser libres, porque no lo dudéis, son ellos los que tienen que hacerse hombres y sin la corrección nada es posible y sin vuestra ayuda, menos. Oportunidades que los padres desaprovechan por miedos inútiles, o por comodidad, al no esforzarse por saber cuáles son los criterios apropiados en cada caso y salirles al paso a los chiquillos, o por no saber a qué atenerse en las contradicciones que los niños manifiestan continuamente, y quedándose callados, hacer creer a los niños, y darles la impresión de que casi todo les es posible, de que pueden hacer todo, y hasta hacerles creer la monstruosidad de que todo es bueno, o que todo da lo mismo, en el mundo de sus acciones o espacios culturales es francamente perverso. De ahí a un relativismo en sus vidas no va nada, y qué mala medicina es esa. Qué errores más grandes e insalvables cometemos en estas ocasiones, prohibiendo, o dejando hacer, y de hacer con cobardía y sin razones nuestras, y después queremos que no hablen mal de nosotros en sus charlas con amigos o amigotes que les frecuentan en las calles…

Claro, podréis comprender que nada del hogar es posible si no nos asiste la coherencia de los padres en el quehacer del hogar. Los hijos han de mirarse siempre en sus padres, lo que significa que nunca podéis daros el lujo de descansar a costa de ellos, porque es claro que ellos no deben perder. Eso lo podéis hacer, cuando ellos no estén con vosotros. Aquí es, sin duda, donde hace falta la mirada religiosa, que ha de ir dando la tónica de todo lo que hagamos, porque es cierto, cuando una mamá o un papá, están, de verdad, en Cristo, el hacer, el mirar, y el comprender o corregir a los hijos, sale de lo más dentro del corazón, y tiene un sentido diferente, al de la dura naturaleza humana que deshace, desarticula y rompe. Ni tampoco creo, por otra parte, que sin Dios, haya una fuerza capaz de mirar el futuro con el esfuerzo que él necesita, y las exigencias que la cultura actual piden, una visión de sacrificio que nos da más, al habituarnos a hablar con Cristo muy personalmente de todos nuestros problemas, de la pareja y de los hijos, y aprendiendo a verlos desde El, con la novedad de la resurrección que levanta los ánimos y abre caminos siempre nuevos.

Exponer a los niños o jóvenes a hacer sus caprichos o sus deseos al aire de cada situación nueva que aparece, es exponerlos a ir formando hábitos de lo fácil o la impotencia que no va ayudar mucho ni poco a nuestros niños a ser hombres de futuro, y más bien los va destruir. Ni menos a saber usar su libertad, con el engaño, además, de que lo que hace, le pueda dar la impresión de que se realiza, lo que no es verdad nunca, y se cree sentir finalmente libre. “La molicie, la intemperancia y el libertinaje cuando se los alimenta, constituyen la virtud y la felicidad; todas esas otras fantasías y convenciones de los hombres contrarias a la naturaleza son necedades y cosas sin valor” (Platón, Gorgias, 491 d8- 492 d). Así están haciendo nuestros padres con sus hijos, cuando al dejar de prestarles atención, les exponemos a criterios tan absurdos como los que dice Calicles queriéndose oponer a la doctrina de Sócrates que buscaba una conciencia clara para saber a qué a tenernos siempre, cosa que evidentemente nos falta a nosotros ahora y les recrimina Sócrates que se empeñen en seguir la pura naturaleza.

Y “en este sentido la libertad que prescinde del conocimiento del bien real y del bien aparente es ella misma una libertad aparente que por vivir a espaldas de la complejidad del querer humano corre el riesgo de traicionar nuestra voluntad más radical” (Ana María Gonzalez. Verdad y Libertad. Su conexión en la acción humana pg. 3). Queremos engañarnos haciéndonos ver que el hombre es fácil de manejar, y más fácil aún de formar, y hacemos del todo lo contrario a lo que el pensamiento y el conocimiento de la realidad nos piden, y pretendemos ir lejos en lo que a la realización de nuestros hijos se refiere, sin darnos cuenta de que ya es tiempo de parar y empezar a andar con rectitud y coherencia en nuestros días y en nuestros hogares, por favor.

Cómo, pues, vamos a hacer que nuestros hijos sean realmente libres? Pues yo os díría que les dejemos optar con rectitud por ellos mismos, que no nos interpongamos en sus opciones, y que analizádolas, a la luz de su edad, sepamos darlas el valor que ellas mismas tienen, porque, además, son interesantísimas a la hora de hacernos ver por donde andan y cuáles son sus motivaciones más inmediatas. Pero sobre todo que en nosotros haya un deseo verdadero, en el que intervenga la voluntad, nuestra voluntad de querer entenderlos, y estando con ellos, ayudarlos a determinar una vida bien difícil para ellos, y yo diría que casi imposible de resolver, sin la ayuda oportuna de sus padres. Atenderlos es la mejor manera de estar con ellos. Y cómo lo quieren y necesitan, vuestros hijos.

No olvidemos que son edades francamente difíciles e importantes en el futuro de todo hombre que pretenda ser humano de verdad. No vayais a creer que sin una infancia feliz, vuestros hijos van a tener una vida adecuada a sus muchas responsabilidades. A medida que crecen, les va a ser muy duro conformar su existencia a una vida afectiva correcta, si ellos no la han vivido íntegramente y a satisfacción, en sus casas, en el cariño y calor de sus padres. Debéis considerar que cada momento es precioso al ser de cada uno de vuestros hijos, para que podáis estar atentos a sus momentos precisos, y podáis con un abrazo, una mirada, una palabra tierna, o una palmadita en la espalda, empujar las ansias contenidas en muchas ocasiones de ser claros con vosotros, y poder así entrar en sus vidas, como padres o madres, que tanto ellos necesitan. No creáis que se esconden de vosotros porque no os necesitan, cuántas veces tendremos que reconocer que nos hemos quedado cortos con ellos, y les hemos negado nuestra cercanía en un momento preciso a su definición humana, momento que, por otra parte, si no está bien definido, mucho me temo que no se defina nunca. Tan importante es nuestra cercanía con ellos, en estos momentos de su vida azorada e inquieta.

Ser libre cuesta lo suyo, no cabe duda, e intentrlo solo, es casi imposible, y si no, miremos nuestras experiencias para darnos cuenta hasta donde hemos llegado en en esa maravillosa visión de optar por nosotros mismos, que es la raiz de nuestra libertad. Pero claro, optar pide una conciencia de saber en cada caso a qué atenerse, y esta es la responsabilidad de los padres con sus hijos: formar su visión de conciencia sobre este momento y mundo tan difícil que nos toca vivir, no llegar a esto, será una gran deficiencia, difícil de pagar o suplir en el futuro, y probablemente una conciencia deteriorada para siempre de no haber sabido ser hombres y padres de nuestros hijos, en su momento oportuno, con el dolor y las penas consiguientes.

Mis queridos lectores, no olvidemos nunca, que la libertad es hija de una voluntad fuerte y decidida, apegada a un mundo, a unos parámetros de verdad, amor y bien, verdad, que nos acompañan siempre, y quiera Dios, que entendamos que son para nuestro bien. y el de nuestro hijos.