Los derechos humanos no dependen de ninguna mayoría

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


La verdad es que, me parece, que a veces, tenemos los esquemas mentales prendidos de los pelos. Con tanta facilidad podemos cambiar ideas con otros y sentirnos en la verdad, cuando hablamos sobre temas humanos, que piden reflexión y cercanía, que ello puede asustar a los más próximos en nuestros ideales políticos, y nosotros quedarnos tan contentos con nuestra expresión formal, como si fuéramos los más excelentes hombres acreditados en la palestra.

Claro, ello puede suceder, y de hecho sucede, porque no nos damos cuenta cuando tenemos a los hombres, a cualquiera de ellos delante de nosotros mismos, que son personas, y que como tales personas, gozan de todos los derechos que los hombres tienen, su ser es pensante y libre, entre otras razones, porque los hombres hemos convenido en eso, a fuerza de historia, y deberíamos respetarnos, y sobre todo porque al mirarnos y vernos dentro de la creación, tan diferentes de toda ella y al mismo tiempo, con esas fuerzas poderosas de libertad y creacionalidad y dominio sobre ella, no tenemos más remedio que reconocer que el hombre es diferente, e incluso el rey de la creación, y que por ello, todo respeto que tengamos con él, parece poco. Si somos creyentes, mucho mejor, porque no otra cosa pide el reconocernos como imágenes y semejanza de Dios, todos los humanos.

Esto me viene a la mente a propósito de la reunión que los prominentes políticos aspirantes a la presidencia de la República tuvieron con unos cristianos, digamos de a pié, frente a los que porque somos católicos y tenemos todas las leyes de la nación a favor nuestro, nos sentimos orgullosos de ello, negando de hecho, con tal actitud, que en todos los campos, sin excepción, todos tenemos los mismos derechos.

Ningún decreto del Concilio Vaticano II ha despertado en principio tanto interés en la opinión pública como este de la dignidad humana “dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa. Eso, incluso, supone un fuerte cambio en la mentalidad de la conciencia católica Y es que la conciencia y la misma exigencia de la libertad de hombre pedían, que esto que hoy constituye uno de los más claros signos de los tiempos, se hiciera realidad no solo en su reconocimiento, sino sobre todo, respetándolos en nuestro medio cultural universal. Por otra parte dada la dimensión social de la persona humana, con esa necesidad tan humana de vincularse al otro, difícilmente pudiera llevarse a cabo, si esta dignidad del hombre no contase con ese elemento fundamental del reconocimiento real, al hecho de ser libre, en algo tan fundamental, como la experiencia religiosa. Y qué verdad es hoy que, en estos temas, no podemos levantar otra bandera que la de la libertad religiosa.

Este Concilio “declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de las personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana; y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos” (Dignitatis Humanae Objeto y fundamento de la libertad religosa, 2)

Como podéis ver el Concilio está claro en lo que nos dice, y es evidente que este derecho de la persona humana debe ser también, un contenido de las leyes de un país cultivado y respetuoso. Y si esto fuera verdad nunca tendríamos que andar pidiendo excusas o exigiendo derechos que no se nos dan, porque somos minoría.

Y es que, lectores queridos, esto de la dignidad del hombre hoy exige no solo un reconocimiento personal, sino sobre todo una actuación social de nuestras exigencias personales de cada uno. Cada uno tiene que atender desde su interioridad eso que él siente del respeto que se le debe tener por el mero hecho de ser hombre, y por supuesto no permitir jamás que se le falte a este respeto, cosa, que sobre todo hoy, refiriéndonos a los aspectos religiosos la sociedad actual, deja bastante que desear.

Y es lógico, porque nuestra libertad religiosa se refiere sobre todo a nuestro trato con Dios, que, por supuesto, es tema que la sociedad de hoy más resiente, porque no podemos negar que hoy el postmodernismo campa por sus anchas en nuestro mundo real, y temo que poco a poco acabe comiéndonos el sentido más profundo de nuestra cultura, y todos debiéramos saber que esta ideología, que no filosofía, no tolera que nadie le manipule, -pide la libertad para el hombre-, y parece una lucha muy digna, y mucho menos por supuesto, que le manipule Dios. Y hay que ser atrevidos para expresarse en sociedad de una manera tal que pensemos que Dios nos manipula, porque entonces, de verdad, hemos perdido todo el respeto no solo a Dios, sino sobre todo, a nosotros mismos, y claro está, a la sociedad en que nos movemos. El problema estriba en que todo esto suena muy bien a nuestros oídos, porque a quién no le gusta ser libre, tema que hoy exige mucha atención crítica, y no solo exterioridad inconsulta o de simple periódico, y como por otra parte, no somos muy dados a estudios que tengan que ver con lo más auténtico de lo que constituye la dignidad humana, pues es cierto que nos podemos dejar manipular, por lo cultural, por falta de recursos internos a la vida de hoy.

Esto, claro está, destruye el contenido real de la vida familiar, y nos lleva, como sin querer, y de corrido, al irrespeto de nuestros derechos familiares, porque esta situación se presenta sobre todo en vuestros hijos, que a falta de calor familiar, reciben el peso de sus criterios de los amigos, que como tales tampoco han conocido el peso del valor de la familia, y ya es sabido, que nadie da lo que no tiene. Así no hay posibilidad de educar a nadie, perdemos la oportunidad de decir a nuestros hijos que las minorías también tienen derechos, sobre todo los religiosos, y de alertarnos en el respeto a estas minorías, haciéndoles ver que la dignidad del hombre también pide ser reconocida, siempre y en todo caso, en estas minorías a las que me refiero.

Definitivamente que también yo favorezco al aspirante presidencial Araya, porque me parece que no tiene que pedir perdón a nadie, por intentar hacer valer el respeto a la minorías en lo que a aspectos religiosos se refiere. Si bien, es claro, también hay que respetar la capacidad de respuesta que el mundo religioso favorecido puede dar, intentando primero formarle, para poder ponernos de acuerdo en algo que evidentemente ya el Vaticano II exige para todos.