La vivencia familiar

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


Hemos intentado ver en la semana pasada cómo el diálogo es fundamento real de la persona, pues desde los principios de la filosofía veíamos como los temas más interesantes en lo que se refiere al fundamento de lo humano, se habían escrito en diálogos. Y terminábamos haciendo notar como el ser del hombre no descansa en menos que en hacer el bien. Poniendo al servicio de esta realidad admirable, todas nuestras fuerzas humanas. 

La familia es el fundamento de la sociedad de hoy, mejor diríamos, de toda sociedad. Y ello es así porque está compuesta de personas. Y la persona es, en términos filosóficos, el fin de esta sociedad, un ser objeto de derechos y responsabilidades. Así se ha venido admitiendo desde que Kant nos dijera que la persona no puede ser manipulada, porque es fin, imagen y semejanza del Dios de la creación. La familia nos dirá M. Mounier no es solo una utilidad biológica o social. Su sentido consiste en ser el punto de articulación de lo público y lo privado, en unir cierta vida social a cierta intimidad. Socializa al hombre privado e interioriza las costumbres. Por este papel de mediación, es el nudo capital del universo personal. La familia es el milagro frágil, tejido por el amor, educador del amor. Ahora, continúa, funciona a la inversa, si se confunden en ella intimidad y amalgama, cerrazón al aire libre. Los encantos de lo privado son la alienación de la burguesía, su medio de ocultarse la miseria del mundo. 

Así las cosas el hombre y la mujer no encuentran acabamiento sino en la pareja, y la pareja no es acabada sino por el niño: orientación interior y como por súper abundancia, no finalidad utilitaria y extrínseca, a lo que se ha reducido, casi, hoy. 

Por supuesto que hoy se usa en abundancia el nivel del sexo aislado, e incluso de la pareja aislada, pero con ello se abren una serie de problemas, que no son del caso estudiarlas ahora. Pero vale la pena decir que dichos problemas no recibirán su luz definitiva sino desde su correcta ubicación en el conjunto de la condición privada y de la condición humana. Cierto, que hoy todavía nuestro mundo social es un mundo hecho por y para el hombre. De hecho la humanidad no ha bebido todavía de las abundantes reservas del ser femenino. Por ello, creo, se hace necesaria una insistencia en momento que la creación nos ofrece cuando nos dice, y Jesús lo reafirmará: “el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán una solo cosa”. Porque, de hecho, hoy la familia sufre por parte de las condiciones del medio, modificaciones de estructura que pueden afectar profundamente su figura, sin alcanzar su ser. Y esto está empezando a ser una gran dificultad en nuestro mundo de hoy. La familia, no acaba de encontrar su ser, y se bandea de lado a lado, cayendo de momento a momento más bajo, sin que sepamos si verdaderamente el tema ha tocado fondo. 

Contamos con que la persona es un ser abierto al otro, y que el uno y el otro nos necesitamos cada vez con más urgencia. Deberíamos, en el camino, preguntarnos cómo debemos prepararnos para el encuentro, y en una profunda y serena reflexión personal, pararnos en ese mundo en el que nos vemos incompletos y necesitando al otro. Solo desde esa alentadora psicológica situación, en humilde actitud, podremos atisbar el misterio de Dios donde nace la más profunda relación que constituye la familia. La familia, cierto, ha de estar en corazón de esa instancia personal. 

Ahí, por cierto, encontraremos también, la coherencia de una relación que se debe totalmente al otro, en la idea de que su rectitud, construirá la que yo urgentemente abro camino, dándome. Idea, por cierto, profunda y únicamente cristiana, que no sé si inocente, o maliciosamente vamos olvidando. Pero, no me cabe la menor duda, el futuro de nuestra humanidad feliz, depende de que sepamos interpretar los contextos de la familia, dentro de esta relación de madurez y solvencia personal del don, amor sin condiciones, como el de Cristo, que se hace cada vez más necesaria, y evidente, en una sociedad como la nuestra, vaciándose a cada momento y buscando en fruslerías, el ser de la relación personal, que es el hombre. En él se asienta, y solo en él, seguro, el secreto de la vivencia familiar.