La vida en un pueblo de Castilla 

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


La verdad es, mis queridos lectores, que he quedado impresionado por la vida real que he encontrado en un pueblo pequeñito de Soria, Deza, (Castilla la Vieja). En él viven mis hermanos, y esta es la razón por la que tuve que experimentar y vivir, a todo dar, permitidme la expresión, y digo, a todo dar, porque me parecía imposible encontrar una vida más humana y abierta que la que he podido vivir allí. Francamente estoy impresionado. Y es que la vida real, en el fondo es muy sencilla, como la que se vive en algunos pueblos de esta tierra de España, quizá como contrapartida a la que opuestamente aquí se vive ampliamente y nosotros vivimos.

Por supuesto la vida aquí, está de más decirlo, también es muy sencilla. Es un pueblo abierto a la meseta de castilla, sin pretensiones, ahora, que en otro tiempo las tuvo, y de señorío, cubierto por un azul celeste de verano que se refleja en la vida alegre y al mismo tiempo sensible de estas gentes, pintando de azul su corazón abierto, que además se dan el gozo de conformar sus oídos al aire de la corriente del bello Henar, ruido amoroso, de encanto que moja de verdad el alma, y anima, al, en otros tiempos, cangrejero río, que rodea el pueblo. Por otra parte, no hay nada de extraordinario en sus gentes, como aparentemente tampoco son extraordinarios los montes de esta bella meseta de Castilla que hace a sus hombres fuertes, sensiblemente abiertos a la abundancia de toda clase de frutos, y diferentes especies de vegetales que alimentan el vivir, comer, beber y realizarse en la diaria e histórica inquietud de este pueblo. La vida de todos los días hasta parece rutinaria, si uno la mira desde una perspectiva exterior. Allí hay una Iglesia, un bar donde se reúnen casi todos los hombres del pueblo, y una escuela muy pequeña donde van los niños a estudiar su primaria. Y nada más. Entonces,... ¿por qué me ha llamado tanto la atención?. Bueno, pues, por su mundo interior. Son muy ricos de alma, son avaros de misterios interiores que fecundan y llenan. Francamente puedo decir que he tocado la vida con las manos y los ojos, que se hace movimiento en las mañanas cuando todos salen a hacer sus compras, como en todos los sitios, pero como no en todas partes, todos se paran a saludarse con la sonrisa en los labios, a desearse un buen día, y a comunicarse las nuevas importantes que puedan interesar a cada uno, porque siendo un pueblo pequeño no solo se conocen, sino que parece que se aman el uno al otro, y se necesitan mutuamente. 

Y eso es lo que quiero explicaros, o mejor decíroslo, llanamente, desde mi normal hablar o escribir.

Como pasa casi siempre, uno, a veces, es un pequeño bicho raro en un pueblo. Vas ahí una vez cada tres años, y lo normal sería pues que nadie se acordara de ti, que nadie te saludara, que nadie se parara para hablar contigo. Pues aquí no. Eso es lo que pasa generalmente en nuestros medios. A nadie le importa nada de nadie. Aquí te esperan. Claro, en nuestro caso, somos el hermano sacerdote de la familia tal o cual, y vivimos en este pueblo precisamente por eso, porque no es raro, sino al contrario, lo más normal después de lo que he vivido, que todo el mundo te salude y pregunte por ti, como si siempre hubieras estado allí o incluso como si fueras familia suya. Además saben que eres profesor de Universidad. En fin que siento que hay muchas razones para que se paren a hablar conmigo, desde luego todas, desde su mundo particularmente espiritual, ese es el camino y la fuente, pero no veo ninguna para sentirme yo tan a gusto en un pueblo donde, la verdad, no creía que pudiera pasar eso, y sentirme con un peso enorme, cuando porque tenía que abandonarlo, y me pesaba el amor que me habían dado, porque en el fondo no quería hacerlo, y me había sorprendido su cumplimiento muy gratamente. Y es que el amor es relacional que borra y hasta rompe diferencias de toda clase, y fluye cuando la relación es libre y espontáneamente viva. Lógicamente y, hablando con confianza, creí, al principio, que en un pueblo así me aburriría. No hay periódicos, no hay cines... No hay diversiones normales para nosotros los estudiados...etc, etc. Pero hay mucha relación, la que entre tanto, sin duda, hoy falta en nuestro medio.

Y es que comparado con el mundo normal, actual, para decirlo con otra palabra, que uno vive, pues, es, o una vivencia plena y clara de lo humano, a mi parecer, y muy confortable por cierto, - apostaría además, a que todos se sienten bien en esta referencia, - y nosotros entonces estamos equivocados, o ellos viven en el pasado, y traducen una vida a nuestros días, que no tiene que ver con la realidad humana y sus valores. Sin embargo, tengo que afirmar, que viven una vida perfecta de hoy, que tienen carros y TV. y rostros que expresan alegría y dolor como en nosotros, pero que viven de una manera muy diferente que nosotros. Y quiero recalcar esto, que viven completamente felices... Pero hombre, y ¿cómo sabe Usted esto? Pues, porque conviví con ellos y pude constatar en mis muchas andaduras por el medio de ellos, sus experiencias del todo auténticas y que reflejaban una conciencia clara, nunca dividida. Hoy lo más común es vivir una doble vida y esperar que desde ahí se nos alargue un poco de esperanza. Allí pude asegurar que el noventa por ciento del pueblo con quienes hablé, son tal como se expresan y viven. Lo que nos manifiestan es una vida clara, y que viven en la seguridad de que lo que hacen les aprovecha y realiza, y no solo eso, sino que están seguros de que con su hacer benefician a los demás, o mejor, que hacen conforme los demás esperan de ellos.

Por supuesto que hay pueblos y pueblos, y eso me lo conozco muy bien. Pero la naturalidad al obrar tampoco se puede disimular, y cada pueblo tiene la suya. Y lo humano es natural, pero sobre todo personal, muy personal. Y es así, desde lo personal, como aprendí a ver que es posible que alguien enferme y que todo el pueblo se entere en un momento, como si quisiera estar enfermo con él o por él, y la gente se mueva para ver qué se puede hacer con el enfermo o en todo caso preguntar por él, y saber qué tiene, y, cómo le va. Lo que quiere decir, y esto es bien interesante, que sabiendo cada uno a qué familia pertenece el enfermo, se van a la casa de la familia de dicho señor o señora enfermo o enferma, y allí se pasan sus ratos hablando en principio, y un poco sobre qué es lo que el enfermo tiene o ha sufrido en momentos anteriores, se enteran de todo lo que al enfermo pertenece, y de su situación concreta en la mejor voluntad de ver y hacer todo lo posible por su salud, pero sobre todo, se consuelan mutuamente, lo que, de paso, es muy Cristiano, y así creo que ellos lo viven, pues eso es lo que San Pablo nos dice en sus cartas sobre la conducta y hacer de los primeros cristianos, y su hacer, a no dudarlo busca lo mismo, y por ello puedo decir que todos, hablando de un tema u otro, gozan de un buen rato de alegría y amor compartido entre los presentes. No otra cosa puede observarse en los rostros de los que salen de estas visitas. 

La mamá de una familia amiga estaba en Soria, Capital de la provincia, que tiene, por ello, más recursos en todos los sentidos, que el pueblo, y digo esta mamá, estaba fuera del pueblo porque había perdido facultades precisamente por abuso de las medicinas que tomaba, y por supuesto, no había posibilidad alguna de mejoría en dicha situación. Mi hermana me dice: vamos a ver a fulana, hija de la enferma y amiga nuestra, y le respondo, perfecto, vámonos... cuando llegamos el cuarto de visitas estaba lleno. Por lo que observo, la paz era evidente en el corazón de los presentes, y todos habían expresado sus mejores sentimientos, desde lo mejor de su corazón; de inmediato se buscan sillas para sentarnos, y este es el momento en que algunos que llevan su tiempo con la familia nos anuncian, después de saludarnos mutuamente, que se van, y así nosotros podemos sentarnos y empezar nuestra comunión con ellos sin mayor trabajo por parte de la casa. Comunión que no es otra cosa que repetir la preocupación nuestra por la situación de su madre. Comunión que es vivir el dolor, la pena y el sufrimiento del que ama. Hecho con cariño de amistad entrañable y generosa. Creo que se puede hablar de don. De verdad, es un ir y venir de gente que se preocupa por el otro y hacen sentido a su vida encarnando esas preocupaciones. Y nadie se va, por supuesto, sin su café y sus galleticas. Don he dicho. Y lo fácil que resulta para estas gentes vivir del don, cuando nosotros hoy por hoy, no sabemos que es eso, y por ello nos deshumanizamos y no nos damos cuenta.

Sigo con la imagen de este pueblo, y me pregunto por qué los nuestros no pueden ser de la misma naturaleza y vivir estos mismos valores y encarnarnos en la felicidad de una vida diaria vivida con sentido, que ciertamente supone el estar a disposición de los demás, pero también sentir en nuestra conciencia la felicidad de la mutua colaboración a la realización personal.

Sentir a lo humano hoy no es fácil, pero viviendo la cercanía del otro estoy seguro que es posible, y no solo posible, sino real, como lo he visto en los hombres y mujeres de este encantado y sencillo pueblo de Castilla. ¡Qué duda cabe...!