La solidaridad en la familia

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


La palabra está hoy muy de moda, y quiero utilizarla para que en nuestras familias se vayan esforzando por dar sentido a todo aquello que tiene que ver con el mundo de los valores, y lleguemos a pensar y sentir que este mundo es el más propiamente humano y pertinente para nosotros.

Solidaridad viene del latín “solidus” y designaba una moneda de oro sólido. De ahí se derivaron, en Español, soldada, soldar, solidez, consolidado, y a mediados del siglo XIX solidario y solidaridad. La palabra solidaridad alude a algo configurado, sólido, y terminado en el ensamblaje de seres diversos, que componen una realidad cualquiera o humana coherente. 

Una estructura orquestal nos da la impresión de ser una belleza, configurada en orden interno de tantos instrumentos tan diferentes unos de otros, que tocan diferente, pero que nos da la impresión extraordinaria de un conjunto ensamblado de armonías placenteras, que suenan divino, para un oído formado, y exquisitamente desarrollado. El director no es un mago que aglutina las miradas de los músicos hacia sí, pero si un creador, que a fuerza de su arte, y su capacidad de armonizar todas las diferencias de tantos músicos e instrumentos, nos entrega una obra perfecta, que se expresa en la unidad armónica lograda por los artistas, y desde la que nos hace oír sonidos compuestos y organizados, ensamblados en una realidad, que nos eleva, y transforma en alegría y paz, nuestro ser. 

Dígase lo mismo de un cuadro artístico. El artista nos fija a su pintura en la magia de los colores que, previamente conjuntados, nos hacen sentir en un mundo que nos trasporta a visiones humanas de profunda seriedad emotiva, en el mejor de los sentidos, y en donde la creatividad del pintor logra atraer al observador desde ese complejo unitario que envuelve la belleza del cuadro, y que nos transporta a una satisfacción completa desde lo que vemos y vivimos, que toca con las manos el cielo de nuestra capacidad artística gozosa, logrando un verdadero entusiasmo por la armonía de los colores que vemos y gozamos. 

Cuando hablamos de una serie de personas, ocurre que bien unidas y conjuntadas, son capaces de realizar mundos que para otros son inconcebibles, y acaso imposibles. La unión hace la fuerza, claro, esto es muy antiguo, pero la comunión de valores profundamente pensados y vividos transforma el medio en un campo de responsabilidad, alegría y paz que son de envidiar hoy.

Por ello creo que en nuestras familias debemos fomentar y con afán, todo aquello que nos lleve a la conjunción de los diversos valores, que se acogen en cada una de las diferentes personas que componen una familia, o aún mejor, un hogar. Porque no podemos negar que en nuestras familias todos somos diferentes, pero al mismo tiempo todos tenemos una serie de valores, que nos preparan, para, no solo aceptar las diferencias, sino sobre todo para que valorándolas en su justo precio, nos ayuden a recrearnos en nuestras querencias, , y queriéndonos, consolidar ese hogar, nido de las mejores ilusiones en que siempre se sueña, en donde nacimos y vivimos. 

La solidaridad de unos con otros, debe darnos ese toque de realismo que nos traiga a lo que hoy tanto necesitamos en el hogar, entendimiento y paz, aceptación del uno y el otro, y trabajo por caminar juntos en una comunión de ideales que les haga sentirse el uno para el otro, y los dos y todos, para el hogar. 

Se hace tan necesario hoy conformar fuerzas, y unir voluntades, para que estos valores, nos ayuden a vivir esta experiencia más humana, que brota como de su fuente, de estos fundamentos que hemos estado dando consciente o inconscientemente, de lado hasta ahora, y seguros, de que estamos en lo cierto, agarrarnos fuerte a esta línea definidora de nuestro ser, para caminar en adelante en la generosa responsabilidad de cuidarnos los unos a los otros en la práctica hogareña de los valores. 

La responsabilidad de ajustar el cuadro del hogar corresponde a los padres, pero esto ha de ser una de las causas que más vigorosamente tomemos para nosotros, porque al fin y al cabo aceptarnos con los puntos positivos que todos tenemos, ha de ser una motivación superior, que acuda en nuestra ayuda, en cada momento necesario a esa vivencia solidaria familiar. 

No sé por qué ahora debatimos casi siempre, e insistentemente, sobre nuestras debilidades, y a ellas recurrimos con frecuencia cuando tenemos que dirimir nuestras contiendas, creyendo erróneamente que damos en el blanco. Al final, se nos hace, en la mente, una especie de espejo brillante, que nos ciega, y desde donde solo vemos esa cara desfigurada de la realidad personal de cada uno de los que componemos el hogar. Si es verdad que todos tenemos nuestras faltas y valores, por qué no hacemos un esfuerzo por canalizar nuestra mirada a ese mundo original y creador de nuestros valores, los de los unos y los otros, los de todos y cada uno de los componentes de la familia, que analizados con puntillosidad, y sopesados en la fuerza de la comunidad, nos darán el apoyo necesario a una vivencia nueva y solidaria, en el hogar. Incluso, dejadme que os diga, que a medida en que los valores prevalezcan en nuestra unión familiar, sabremos mucho mejor qué hacer con las diferencias, que enriquecerán el ambiente de una manera verdaderamente original y creativa.

Así restauraremos la confianza perdida, confianza que nos hará caminar trochas nuevas, en el comodín de la comunión mutua, que por fin sonará como una orquesta, puntillosa y exigente, pero espléndida en sus matices sonoros, y nos levantará, sonriendo, a ese mundo nuevo, tantas veces soñado y ahora vivo. El resultado es el grito y el júbilo, la alegría de sentirnos unidos que nos lleva a estrecharnos las manos en solidaridad, en la seguridad, ahora bien consciente, de modular el mundo a nuestra manera, y en la confianza, que se apega a nosotros, de un futuro más que promisorio, real.

El esfuerzo y la generosidad visten de blanco a la solidaridad y la coronan de poder participativo, y quién lo dijera, ella se define ahora como el elemento integrador de la familia. Porque cuando nos unimos a unos mismos valores, reforzamos la voluntad personal de cada uno, y eso es todo lo que realmente necesitamos, para ser nosotros mismos nuestro hogar: unidad solidaria.

Hay que hacer un esfuerzo, hoy, por interiorizar estos valores, y hacernos sentir que podemos. El medio en que vivimos, probablemente no está por este tipo de razonamientos que nosotros llevamos adelante. No nos debe preocupar, si no es para superarlo, pero sí debemos alentar, sin cansarnos, esta unidad lograda al aire de la reflexión y del acuerdo. Ser solidarios es cosa de hombres, y el hecho de crearnos el Señor hombre y mujer, ha debido ser, para que esa mutua atracción sea un recuerdo perenne del esfuerzo por entendernos, convencidos,... Convencidos claro que sí, de que la unión hace la fuerza, pero más que todo el sentido de la vida. Hay que sopesar el hecho de que ser persona es estar abierto a los demás, es decir a la verdad y al amor, y es aquí, en la unión, donde cobra fuerza el hecho de vivir coherentemente esa verdad y amor. Y puede costarnos mucho hacer entender esta realidad a los nuestros, pero no debemos dormir tranquilos hasta vivir sus consecuencias, desde las perspectivas de la solidaridad hogareña.

Nos cuentan Gustavo Villapalos y Alfonso López Quintas en su obra “ el libro de los valores” pg 23 Editorial Planeta, 1997 Kairos Media 1996, que un padre tenía dos hijos peleados. Este, a pesar de sus muchas recomendaciones, no conseguía con sus argumentos hacerles cambiar de actitud. Decidió que había que conseguirlo con la práctica. Les exhortó a que le trajeran un haz de varas. Cuando hicieron lo ordenado, les entregó primero las varas juntas y mandó que las partieran. Aunque se esforzaron no pudieron; a continuación desató el haz y les dio las varas una a una. Al poderlas así romper fácilmente les dijo: “pues bien, hijos, también vosotros si conseguís tener armonía seréis invencibles ante vuestros enemigos, pero si os peleáis seréis una presa . La fábula muestra que tan superior en fuerza es la concordia, como fácil de vencer es la discordia.

Mis queridos lectores, padres de familia, la verdad es que la práctica de estas virtudes tiene que comenzar por vosotros, ello creará la unión de los hijos, y unidos seremos invencibles. La solidaridad también pide generosidad, delicadeza, comprensión y escucha.