Las contradicciones de la vida 

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.

 

 

Nunca os he hablado de las múltiples ocasiones en las que no nos comportamos como debemos, y que, de hecho, nos llevan a hacer el mal, porque no confrontamos las dificultades que la vida normalmente tiene con nuestra conciencia, ni hacemos, por otra parte nada, para abordar estas contradicciones con responsabilidad. Sencillamente, a veces, ni siquiera le prestamos atención a las diversas circunstancias de la vida, en las que cometemos esta clase de errores. Vivimos un poco, al aire de aquella canción... “a lo loco a loco se vive mejor”...Claro, ello nos lleva, como de la mano, a pensar y creer, que a nosotros nunca nos va a llegar lo no esperado, ya que nos juzgamos que somos unos privilegiados de la vida, y nos portamos como si nunca hubiéramos de tener las responsabilidades que cada caso pide. Esto es francamente serio, y os diría que conlleva esas consecuencias, que no nos atrevemos con frecuencia a nominar, como pueden ser todos esos males que diariamente nos atormentan, y lo peor del caso es, que, ahora mismo, ni sabemos como tratarlos, tánta es la confusión en la que, vivimos, y culturalmente nos movemos, como para sanear nuestras contradicciones.

La verdad es que damos la impresión de que no hemos pensado, ni mucho ni poco, quizá nunca nos haya interesado, la condición humana, la mía particularmente. Esto me hace recordar a mis universitarios, 5º años de ingeniería de sistemas, que creían que lo sabían todo, o casi todo hasta que llegaron a la clase de Antropología filosófica, y entonces se enteraban de que no sabían nada de lo que es el hombre, que existe, y que merece plenamente una atención debida, una atención personal. Sin embargo, yo me pienso, que, alguna vez, vuestros padres, os han tenido que hablar de que el hombre tiene que ir acostumbrándose, tiene que esforzarse por ser lo que quiere ser. E incluso os han advertido que muchas veces, si queremos llegar lejos, debemos hacer, un poco, como a la contra, es decir, encarrilando nuestra voluntad, por lo que realmente nos interesa, responsablemente, dando de lado toda otra cosa que nos distraiga, como hombres serios y responsables.

Es decir, como que sentimos en nuestro ser dos mundos que alternativamente nos llaman y que podemos identificar con acciones, que nos hacen de verdad, auténticos, o con otras, que, sabemos muy bien nos llevan, cuesta abajo al desastre, que se nos presenta, más halagüeño, pero que a la corta, nos imposibilita cumplir los sueños, que durante tantos años hemos mantenido, durante nuestra juventud. Luchar por ser algo en la vida, implica, claramente, movimientos que son de alguna manera contra lo que pide la misma naturaleza en algunos casos y oportunidades, que tiende, por supuesto, a satisfacer nuestras necesidades inmediatas. En todo caso, para nosotros, debe ser muy claro, que el principio de la comodidad, tan en uso en nuestros días, no tiene, ni puede tener nunca un valor que se parezca a lo absoluto, solo el que nosotros le damos, que es casi todo, por supuesto, pero de verdad sabemos que, es nuestra conciencia quien debe de juzgar, pues de ninguna manera podemos ir más allá, pues de hecho, la vida nos puede traicionar, y nos traiciona en muchas ocasiones y por ello, esa nuestra deuda, con nosotros mismos, que nos maniata porque no sabemos confrontar las realidades o contrariedades que nos toca a confrontar.

Hoy ser y estar cómodo, es prácticamente todo lo que se busca para ser feliz. Sin embargo no creo que hayamos conseguido esa felicidad de la que hablamos, porque a nuestro alrededor se masca el vacío, la incomprensión y el engaño de la vida porque esta, no se asienta en ningún principio serio. Pero también, porque la sociedad no sabe presentar otro programa que la comodidad, por que no los tiene,... pues, ni cortos ni perezosos, nos atenemos a seguir las pautas y consignas de la cultura social de hoy, y no nos preocupamos de saber si nos valen, o lo que es peor, nos perjudican. Pero mucho menos buscamos por nuestra cuenta criterios desde los que podamos, no solo regir nuestra vida, sino sobre todo comprobar si vamos avanzando en lo que vale la pena, es decir los ideales que llevamos como personas que buscan su realización entre los hombres con responsabilidad, y que, cierto, no los hemos puesto a prueba, ni apreciados lo suficiente y destrozados al fin, y sin medir tampoco nuestra capacidad de respuesta, porque vamos un tanto a lo loco de la realidad, pues, se nos haya negado esa posibilidad de reacción al manipularnos la sociedad y la cultura en que vivimos, cayendo de bruces en sus manos y pagando las consecuencias que la vida nos ofrece. Por eso, nunca es tarde, y hay que moverse hacia lo que hoy se llama una revisión de vida, aunque sea trabajada, claro que sí, porque lo que importa y de una vez, es, por favor, dar sentido a la misma vida, es decir a la nuestra.

Ahora mismo, os estoy escribiendo desde Honduras, concretamente, desde San Pedro Sula, y con mucho dolor os presento una contradicción profunda, tampoco esperada, de una familia que ha venido a buscar el consuelo en una misa ofrecida por un marido, muerto en accidente de tránsito. En su mejor edad, ha dejado dos niñas de 13 años y 8 meses nada más...Podéis daros cuenta de que ella es bien joven...Nora, que así se llama, la esposa viuda, ha corrido el camino del catecumenado, y la he visto lo suficientemente reforzada para darme cuenta de que ella sabe perfectamente a qué atenerse, en unos momentos duros de verdad... Los mejores años de su edad, y me decía: padre, nos entendíamos con solo mirarnos, qué buen diálogo existía entre nosotros...Y por eso, ella, a pesar de todo es feliz, y sigue con la felicidad en la mano, y no se la pasa a nadie para quedarse sin ella, porque está convencida de que Dios la sigue amando.

Nosotros en cambio, digo, la mayoría de nosotros, nos desesperamos, y los días nos parecen túneles que nunca terminan porque no encontramos el porqué de las cosas, la razón de nuestra vida, ya que nunca nos preocupamos de dar sentido a las contrariedades de nuestro entorno, que de otra manera, muy bien pudieron ser, para nosotros, causa de salvación humano divina, cauce a una felicidad continuada, a pesar de todo, porque sabemos muy bien que reside en Dios, y él nos cuida, y nos ama, como nos lo ha demostrado en Cristo: “este es mi cuerpo que se entrega por vosotros”, y nunca es la causa de lo que a nosotros nos pasa, por nuestros límites y contradicciones de la vida.

Me da la impresión de que hemos pensado muy poco, o se nos ha olvidado lo que Cristo nos dijo, “si no sois capaces de tomar mi cruz no podéis ser mis discípulos”. Y esto, estoy convencido de que Jesús nos los dijo, porque sabía muy bien de que material estábamos hechos, y como entendía muy claramente los diversos caminos que recorreríamos, que a la postre no eran distintos de los que él vivió, se esmeró en dejarnos claro que no hay camino a la realeza humana, que no pase por el sacrificio de cada día. No podemos imaginar que un hombre perfecto, como era él, nos dejara en la vida para sufrir. Y cómo sufrió él...

De todas las maneras tampoco podemos olvidar que nuestra psicología está hecha para el hombre real. Y a la hora de la verdad, nosotros nos sentimos orgullosos de lo que realmente vale ante los demás, y si ello, ha necesitado más entrega, mucho mejor. Sabemos muy bien, por otra parte, que nadie llega a la cima, si no está preparado, y además se anticipa el camino, cuesta arriba, que puede tumbarnos si no estamos anuentes, o preparados a la respuesta adecuada.

Las contrariedades de nuestra vida están ahí, es cuestión de que aprendamos a tratarlas, y saludarlas como amigos, que nos ofrecen la oportunidad para dominarlas, y en todo caso, porque, a decir verdad, hasta nos enseñan a vivir, lo más real y gozoso de nuestro ser humano, a saber comportarnos, en adelante, como seres, personales y responsables, cristianos. Siempre hay un modo para hacer lo que hay que hacer. Seamos honestos y tratemos de vivir de cara a la realidad, nuestra realidad diaria, nuestra circunstancia personal que nos llama y nos pide que pensemos, en cada caso, cuál es el camino mejor a esta particular contrariedad. Que lleguemos a experimentar que detrás del dolor viene el gozo sin igual de sabernos haciendo y responsables. ¡Qué felicidad…!

Estaríamos así, qué duda cabe, más preparados a vivir personalmente nuestra realidad personal, y por supuesto, también nuestras situaciones más difíciles, porque tendríamos el camino de encararle con serenidad y alegría, cada momento y cada día, haciendo así una vida realmente nueva, y para colmo feliz.