La responsabilidad familiar

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


Mis queridos lectores y amigos. La verdad es que no recuerdo haberos hablado sobre la responsabilidad que cada uno de nosotros contrae con las personas con las que desarrollamos nuestro mundo de intereses familiares y de trabajo u oficina.

La palabra en si mismo nos viene del latín respondere, y por consiguiente está vinculada a los términos como corresponder, corresponsable y correspondencia. Y en el libro de los valores de los autores Gustavo Villapalos y Alfonso López Quintas, se nos dice en el respectivo capítulo, que ser responsable: es, 1º responder a la llamada de los valores que piden ser realizados. Y 2º responder de las consecuencias de tal respuesta.

Responder a la llamada de los valores. Que importante aserto, porque hoy no nos parece correcta esta visión profunda del hombre, pero a mí personalmente me parece la única visión seria, y por tanto nos llama a una reflexión serena en orden a meditar y ver qué estamos haciendo, para salvaguardar este mundo de valores, sin el cual se nos hace imposible una vida humana, ya que hay una conexión directa, entre este mundo de valores y nuestra conciencia.

Es claro que la conciencia tiene sus normas, y hasta sus contenidos, y ellos son precisamente los valores. Tenemos que responder de los valores y a los valores, y es a la conciencia propia a quien respondemos, porque es ella el lugar propio donde se realizan y operan. Efectivamente, la conciencia es la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta. Ahí radica la propiedad de reconocer lo que es bueno y lo que es malo, y digámoslo de una vez: lo bueno es el mundo de los valores, lo malo, es el mal, pero que se nos presenta en los albores de la conciencia personal, como algo no realizable, como no apropiado para el hombre, si queremos precisamente ser responsables. Esos atributos esenciales no son otros que el amor y la verdad a los que siempre, como valores nos debemos.

Por tanto debemos responder a la llamada de los valores, en la seguridad de que esta respuesta nos hace sentir lo humano, desde lo más dentro de nosotros, y es así como nos encontraremos en nuestro ser más personal, con nuestro camino más justo, avalado por la conciencia, que aprueba o desaprueba lo que hacemos en cada caso, al optar por los valores y realizarlos o negarlos en la vida. Tenemos, por supuesto, que convencernos de que no tenemos otra salida que la responsabilidad personal. Es desde ahí, desde donde nos ligamos a lo más nuestro de nuestro interior, y desde donde debemos alegrarnos, si en nuestra mirada interna podemos aprobar lo que hacemos. A partir de este momento nos estamos refiriendo a las personas que conviven con nosotros, y es la conciencia la que no dice que estamos haciendo bien, y por supuesto humanas, más humanas.

Pareciera sencillo esto de hacer desde los valores, y por tanto ser responsable en todo caso; pero la vida nos hace ver hoy, que es al contrario, que vivimos tan fuera de nosotros mismos, que somos incapaces de advertir que estamos fundados en los valores, lo que supone evidentemente una desvirtualización de lo humano, y un desconcierto a lo interior de cada familia, que a la postre, como que no sabe a qué tenerse, y deben sufrir prácticamente sin saber por qué. Sin embargo los valores piden ser realizados, lo que significa que siempre se hacen presente en nuestro interior con la intención de hacerse escuchar. Lo que nos lleva a admitir también que el remordimiento es natural a toda acción inherente con respecto a los valores.

Es evidente que el que quiera ser responsable debe tomar cierta distancia de todo aquello que le viene impuesto desde el exterior, y esforzándose por ver la cosa con la claridad que el mundo de los valores nos da, aportar en la iluminación de su ser, el momento preciso del cumplimiento y de la responsabilidad adecuada y pertinente a cada circunstancia. Esto es partir desde la exigencia que lo humano pide, y hacer conforme a lo que nos exige la conciencia. Desde aquí podríamos sanar nuestros hogares, y empezar a conquistar este mundo que nos manipula y nos desvencija.

No solo debemos responder a los valores que exigen la respuesta, de que hemos venido hablando, debemos hacernos cargo también, de las consecuencias que nuestras acciones comportan. Y en esto qué flojos solemos ser, si sobre todo se trata de nuestra conducta con respecto a Dios. Pongo solo un ejemplo: muchas veces nos atrevemos a ir a comulgar dis que porque nos lo pedían la situación que vivimos, pero claro, eso se refiere a un sentir que no llega evidentemente al sabor de lo humano, porque de hecho sabemos muy bien que la conciencia lo rechaza. ¿Qué ha pasado a aquí? Pues sencillamente que no nos hemos hecho cargo de las consecuencias de la acción, y eso es ser evidentemente un irresponsable del todo, y lo que hacemos es ni más ni menos que un sacrilegio. Por ello debemos pensar muy bien en cada caso las consecuencias de la acción, para poder encontrarnos en todo caso responsables del todo. ¿Creéis vosotros que muchas de las cosas que hacéis en vuestros matrimonios vienen avaladas por esa responsabilidad que incluye hacerse cargo de las consecuencias que tienen nuestras acciones? Cuantas veces somos conscientes de las consecuencias negativas de algunas cosas que hacemos, y a pesar de todo no nos detenemos. La verdad es que tenemos que decir que somos unos perfectos irresponsables. ¿Cómo extrañarnos después de las pésimas consecuencias que a nuestros actos siguen?

Por eso qué falta nos hace también, poner nuestros valores dentro de un orden adecuado de manera que sepamos muy bien, cual es el primero, y poner además cada valor en su sitio. Porque es claro que los valores espirituales están por encima de los materiales. Deberíamos incluso advertir que nosotros somos fines y que todo lo demás que nos rodea son medios. Pero el amor que nos viene de Dios es un fin, es decir es el primer valor a tener en cuenta, porque a él tenemos que mirar por encima de todo y en él debemos realizarnos como hombres.

En fin, mis queridos lectores, que nos hace falta leer un poco más, y en todo caso una disponibilidad más entera, para poder organizar nuestro ser dentro de los parámetros pertinentes a lo humano, sin exponernos a sufrir tantos sinsabores, por causa de situaciones que en el mejor de los casos, nunca deberían presentarse dentro de nuestras familias.