La Navidad, feliz navidad

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.  

 


Tengo ganas de escribir sobre la Navidad. Es una fiesta fuera de serie para los cristianos y todo el mundo, en general que teniendo un buen corazón y en buen espíritu  saben  ver a Dios allí donde está, porque Él viene para nosotros. Y no me cabe la menor duda de que hay mucha gente muy buena, muchos cristianos de todo el mundo y abiertos a la verdad, porque de eso se trata, que hacen el bien que pueden a la humanidad, y muchos otros, que por lo que sea  aún no son cristianos, pero ven a Dios en los acontecimientos de su vida, y hacen el bien a todo el que se los acerca, porque desde su interioridad intuyen, viven el hecho de que Dios les ama. Hasta me imagino que este adviento puede ayudar a unos cuantos a ver  las cercanía de este ser extraordinario que se nos llega y viene a salvarnos. Por si  acaso, os digo su nombre: se llama Jesús, y nace en Belén, como estaba profetizado, los ángeles le cantan e invitan a unos pastores que pastoreaban sus rebaños cerca, para que vayan  a saludarlo y a adorarlo. Y por eso hoy yo os felicito de corazón: Felices pascuas de Navidad a todos mis lectores. Feliz Navidad a todos los hombres de bien, Feliz Navidad a todos los que le buscáis con corazón limpio, que le encontraréis.

 

Desde luego que algo hemos debido de hacer mal los cristianos, para que hoy esté tan confundida con el consumismo esta maravillosa fiesta  puramente religiosa y cristiana por dentro, que estamos celebrando, esta Navidad. Sí, porque era sobre todo hacia dentro que las familias celebraban rodeadas de sus hijos estas fechas de Navidad, la intimidad se palpaba, y sintiéndose  Iglesia y comunión con sus hermanos todos, unos y otros,  en estos momentos,  con la alegría única de verse unidos a la realidad que este mismo Jesús traía, cantaban y reían, se abrazaban, gozaban y vivían el amor y  paz del hogar y para el hogar, y por ello pasaban y pasan la noche en fiesta, en Navidad. Porque es tan asombroso el hecho de que Dios, el Hijo del Eterno Padre, se haga Hombre, que no salgo de mi  alucinación y encanto, por recordaros y recordarme, que esto, no nos llama casi absolutamente nada la atención, pero que es único y tan misterioso que no se puede narrar, ningún teólogo ha podido explicarnos este profundo misterio de Dios hecho hombre, y por qué Dios se hizo hombre. Y permitidme que os diga que hemos caído muy abajo, no solo  por la falta de compresión y vivencia de la grandeza del momento de su nacimiento, Dios se hace hombre para nosotros, si parece ser que los antiguos estaban esperando siempre la aparición de un  dios, que los hombres pudieran ver y apreciar como tal, vamos, palparle y poder hablar con Él, y  qué cosa mejor que verlo hecho hombre, niño, mejor dicho, como en verdad se nos presenta, nuestro Dios, respondiendo a nuestra necesidad y nuestro profundo deseo, porque sí, le necesitamos y le deseamos hoy y siempre.

 

No os habéis dado cuenta cómo los artistas lo celebraban en todas las edades con sus grandes cuadros, nacimientos, cómo Francisco de Asís ya en la Edad Media creó los Belenes como una forma real de agradecimiento a aquel a quien tanto debía y tanto amaba,   pero sobre todo en la larga historia de la formación de Europa, de escritores que han hecho y dicho maravillas hablando de Él,  de  su Iglesia y sobre  su Evangelio que se ha predicado por todo el mundo como un gozo y regalo de esperanza. Por ello, feliz Navidad a todos vosotros los que le esperáis con gozo y alegría, porque estáis claros en vuestra necesidad de amarle y de predicarle  diciendo a todos los que os ven felices, vosotros, los que estáis sedientos venid por agua y gozad en grande, porque ha nacido Dios para todos nosotros.

 

Pero además, que no caigamos en la cuenta de la venida de nuestro Dios, como un niño  amoroso, que necesita por supuesto de su madre,  pero también de nuestro encanto y ternura para con Él, y que aún peor, le hayamos prostituido con el consumismo y general abandono de su fiesta, por las simples apariencias de tantos regalos que no tienen que ver nada con Él, y a los que, y en los que no se siente tampoco invitado Jesús,  porque  incluso se ofende su imagen y presencia al no contar con él y su sentido profundamente humano, de don, como se nos ofrece, y que Él esperaba también de nosotros. Son muchas las envidias o malos ánimos  que estas actitudes deshumanizantes  generan, y en las que  nos enredamos, cuando en realidad tanta necesidad tenemos de Él, sabiendo evidentemente que viene solo por nosotros y para nosotros, para salvarnos de  tanta necedad que nos atrapa, y de tanto vacío que nos consume, sencillamente, del pecado. Con solo pensar que una gran parte de nuestras discusiones son por solo puras  tonterías, sin verdadero fondo o verdad, sin fundamento, nos podemos dar cuanta de hasta donde estamos enajenados y fuera de nosotros mismos, sin encontrar remedio para nuestros males.

 

Porque decidme cuándo se ha  vivido en general peor que ahora, a pesar de tanta baratija o comodidad de todo tipo, y riqueza lujuriante que deja a otros muchos sin nada, y lo que es peor, sin un mínimo de esperanza de encuentro con los hombres. Qué nos queda de los valores espirituales  de los que tan orgullosos, no hace mucho, nos sentíamos, qué pasa con nuestro amor mutuo de esposos, con nuestro abandono de los hijos, algunos de los cuales andan por las calles mendigando, tal vez, un poco de cariño que en sus casas nunca han podido encontrar, ni sus padres jamás se han preocupado de darles, creyendo, tal vez, que se criarían y madurarían por arte de birli birloque, porque solo pensaban en sí mismos, en sus pequeños o grandes egoísmos, en su inmadurez segura . Por supuesto,  esta falta de amor entre nosotros, matrimonios mal avenidos, niños abandonados, ancianos desesperados, abandono y desprecio olímpico de la verdad,  hoy no nos importa  dejarla de lado, y sobre todo, la falta de paz que como consecuencia nos agarrota,  nos impide  celebrar la alegría de estos momentos de Navidad que debieran ser únicos  para todos nosotros, y que los que tenemos fe en su venida, estamos gozando como cura precisamente y en verdad, de todos estos males.

 

La paz os dejo, mi paz os doy, nos dijo El en los apóstoles, creyendo poder dárnosla en la confianza de que esa imagen y semejanza de Dios que tenemos funcionara para todo el universo. Y es gratis, creedme, no cuesta nada, solo querer de verdad gozar de esta paz, y parece mentira, como que todos los hombres la necesitamos, pero a la hora de la verdad nos distraemos, perdemos el tiempo, y peor aún enloquecemos, porque a la hora de nuestros encuentros nos vemos ocupados en otras cosas, y  no sabemos cómo hacerlo, y nos reducimos a esa soledad martirizante y sin mérito, que nos come por dentro y nos llena de rencores desconocidos, y no nos deja ver a la hora de la verdad, que somos infelices, inhumanos, martirizadores de los hombres, de todos los hombres,  sin corazón, y sin  esperanzas de nada y para nadie. Qué lejos quedan aquellas profecías, con comillas, del siglo XVIII en la que sus hombres sabios  ofrecían la felicidad a todos aquellos  que querían escucharlos, era el siglo de las luces, como llamaban a los inventos y la ciencia que los hombres mutuamente se decían ofrecer para que todos, lejos de toda atadura humana, o no humana, fuéramos libres de verdad y felices para siempre, dueños, por fin, de nosotros mismos. Y…Todo aquello se fue, y no dejó mas que amarguras y derrotas para los hombres, incluso para aquellos ingenuos que les creyeron, porque hermanos, qué cierto es que nadie da lo que no tiene.

 

“Cristo a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos”. Y esto sí que es importante, porque a nosotros sin duda nos hace mucha falta, y a través de los siglos nos ha hecho mucha falta, porque hombres  sin fe, han creído que podrían desde sí mismos dar la solución de la vida  a los demás, y nos mentían con cara maliciosa de inocentes, y nos mienten ahora cada vez que soberbiamente nos ofrecen sus frutos, o sus triunfos como si fueran verdades, comos si fueran la verdad que ahora el hombre   necesita frente a la verdad sencilla y transparente del evangelio, que Cristo gratis nos ha ofrecido, y aun más, estoy por asegurar que cuántas  cosas nos han pasado por nuestra soberbia, y empedernida  cerrazón humana, por no escuchar las palabras de verdad que Cristo nos ha entregado, por nos querer, o no  saber culpablemente dialogar con el hermano,  por no abrirnos a la verdad más sencilla como puede ser en ocasiones las palabras que salen a ratos de la boca de un niño, o de un amigo, y hasta a veces de un hombre cualquiera, humilde y pordiosero que puede salirnos al encuentro.

 

Por eso mis hermanos, yo os quiero felicitar la Navidad a los que buenamente sois ejemplo que  pueden ver los, de verdad, libres de corazón. A aquellos que pueden mirar su interior sin asustarse porque han encontrado a Dios, a aquellos que gozan sirviendo a los demás, en la seguridad de que reciben siempre algo mejor, a aquellos que se  sienten seguros en la fidelidad a los suyos, porque se encuentran fortalecidos por el Señor, a los que quieren y se esfuerzan por  amar de  verdad a todos los hombres, porque saben que en ellos se alegra el Señor, a los que le buscan, por más enredados que se vean, conscientes de que El ama a todos aquellos que arrepentidos le necesitan y piden su perdón.  Porque todos  nosotros sí somos conscientes de que de El viene la  misericordia y redención copiosa. A todos vosotros y muchos más…  ¡Felicidad en Navidad!

 

Feliz Navidad a tantas familias que estáis preparando con orgullo la venida del Señor, a los que hace tiempo sabéis que Dios os ama. No tengáis miedo por las muchas aventuras que, tal vez, tengáis que vivir, por los pequeños, o no tan pequeños  sinsabores  que en la formación de los vuestros  tengáis que avanzar. Sentiros fuertes en la grandeza del salmo 129 que nos dice: “desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica” y veréis que todo sale de maravilla, pero sobre todo que podéis celebrar con paz esta Navidad.

 

Feliz Navidad a todos los míos, los que diariamente comparten conmigo el mismo pan y el mismo caliz, los que viven bajo el  mismo techo, mis hermanos claretianos, que me han dado carrera, alegría y felicidad, los que me han enseñado a amar a Dios, los que viven en España que son mis hermanos naturales, de los que he recibido el don de la vida y la fe, y mucha comprensión siempre, además de los múltiples momentos de alegrías más sanas de niño bien querido y amado, y me encaminaron al Señor, y todos  los que de alguna manera me quieren, estos Ticos del alma, con quienes ahora me toca convivir, que cada día con su amor  y su encanto, tanto hacen diariamente en mí y por mí, de bueno y espiritualmente saludable en todo momento,… y a todos mis hermanos: Feliz Navidad.

 

Pero voy a terminar con estas palabras maravillosas de la primera carta del Apóstol  Pablo a los  Tesalonicenses 5, 23-24: “Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser –espíritu, alma y cuerpo- sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es a sus promesas el que os ha convocado, y el las cumplirá”.

 

FELIZ NAVIDAD.