Libertad y familia

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.   

      

Claro está que la familia se funda en la libertad de los dos esposos. Ellos han tenido que vivir una profunda experiencia positiva en la que todo su ser se reafirmaba, dando verismo a un sueño repetido de sentirse hombres de verdad, y realizado desde esa opción profunda que ha significado el momento de aceptar que el otro, mi novio, o mi novia, me constituía por dentro de tal manera que como dice Buber, sin él, no significo lo que soy, y por supuesto, tampoco tengo atisbos de realización personal. Por ello diríamos que, sin esa libertad, que incluye el reconocimiento y aceptación del otro, el matrimonio no habría sido más que un juego irresponsable de los contrayentes, y en todo caso un abuso personal ofensivo contra la persona inocente.

Por supuesto que la opción, en un tanto por ciento muy elevado de hombres positiva en principio, se siente verdadera, sin ninguna duda, cuando ella se refiere a los grandes valores, traídos al matrimonio, que el hombre sabe, debe practicar y vivir siempre para conformar la familia. Además de ocupar su cierto tiempo en la reafirmación personal que, supone siempre, el sorprendernos en la vivencia de los mismos, porque con frecuencia pensamos en ellos y volvemos a reafirmarnos en la importancia gozosa de su existencia concreta entre nosotros, y haciendo familia. Esto es lo que debería constituir la normal entrada, de cualquiera de nosotros, que, estrenando conscientemente nuestra puesta en marcha en sociedad, porque de verdad esta es la primera vez que tenemos conciencia de estar en sociedad con un papel determinado en ella, que no solo nos interpela, exigiéndonos a cada uno de nosotros, sino que sobre todo nos crea una conciencia clara y definida de la obligación que tenemos de contribuir en ella, a su desarrollo, a su libertad, en esa misma libertad con la, y en la que nosotros hemos empezado a gozar nuestro ser dentro de ella.

Claro, esto es ideal, y hoy no sé que diría cualquiera que leyendo estas líneas se juzgue por lo que ha contribuido a deshacerse de los valores, que implicaron su infidelidad al matrimonio, y al hogar. Porque yo no dudo en afirmar que, ahora, las cosas no marchan, en general, y que, como las estadísticas nos refieren, un número cada día más grande de matrimonios se encuentra en la ruina, y sus componentes desgraciados y destruidos por dentro, y por fuera, muchos de ellos, no ven el camino apropiado a sentirse hombres de verdad y responsables, con una concienca clara y definida, de haber destrozado el mundo, su mundo de valores y familiares.

Más bien, me parece, sabemos perfectamente que hemos contribuido a formar una sociedad que no nos gusta, seamos sinceros, y lo peor del caso es que esas grandes opciones que con el matrimonio llevábamos con nosotros, la familia, el hogar, como que se nos han diluido, y para nada pensamos que nos movemos como que en un mundo irreal, o virtual como ahora decimos, pues pareciera que deberíamos sentirnos orgullosos de ser libres, porque decimos que el hombre es un ser libre, por naturaleza, y tenemos razón al así expresarnos, pero no realizamos que ese pensamiento es una pura abstracción en estos momentos, y que no responde a nuestra mejor realidad presente, la de seres creados para la libertad, pero que como que desean y quieren expresarse negando del todo el hecho de que, de alguna manera, algo tenemos que poner de nosotros mismos, para gozar de ella. Cosa, que durante cierto tiempo nos pareció la cosa más normal, pero ahora, dentro de nosotros, tenemos que reconocer que no es nada fácil ser libre, y, sobre todo, es cierto, que nos cuesta mucho vincularnos a ese mundo de valores, tan natural para nosotros, en otros momentos, tal vez nuestros mejores momentos, pero que no son ya estos, en los que definitivamente no podemos sentirnos libres ni amparados, por una conciencia que sabe ha hecho añicos un hogar tan soñado en otro tiempo.

Pues da la pícara coincidencia de que esta libertad, tan deseada, “ tiene una capacidad de confusión suficiente para frenar nuestro desarrollo personal o anularlo incluso del todo” Y más evidente es todavía el hecho de que “la palabra libertad es usada a menudo para indicar modos de conducta que no pueden ser calificados de libres en el sentido que corresponde a una persona” ( Gustavo Villapalos, Alfonso López Quintas: El libro delos valores pg. 269).

Imaginaos los bellos momentos de vuestro noviazgo. Vez cómo vuestra libertad llena de energía, entonces, en plenitud, tal vez, os llevaba a mover todo tipo de fuerzas humanas, psicológicas, emocionales, temperamentales, religiosas, y hasta culturales desde las cuales sentíais poderos realizar, y dar plenamente en la diana de ese gozo de ser vosotros mismos, el objetivo de vuestro ser personal y humano. Efectivamente la libertad es una fuerza poderosísima que se indentifica con la anuencia a vivir de cara a los mejores valores representativos del hombre como tal. Y pone en ellos todo su poder. Ahora, en cambio, nos sentimos sin fuerza y frustrados del todo, de modo que no podemos engañarnos al pensar que no más, y en las condiciones en que nos desenvolvemos podemos tocar con nuestras manos y acciones, nuestra libertad.

Efectivamente son muchas las ocasiones en que nos hemos sorprendido haciendo en contra de estos valores que de alguna manera constiuyeron en otros tiempos el centro de nuestro pensar y actuar, toque que por cierto, entonces, nos acercó a su definición, porque, en verdad, tampoco podemos definirlos. El domino de la acción, sin ir má lejos, es un signo evidente de esa lucha sabrosa por sentirse uno libre, y cómo en nuestros mejores momentos ha brillado esplendorasa esta condición humana de verdad. Y es evidente la abundancia de movimientos que toda actividad lleva consigo. Pero al mismo tiempo, qué manera de definirlos, y de precisarlos en nuestra acción, al llevarlos a cabo dentro del poder irresistible que este modo de vivir, precisamente pesonal conlleva, así se entiende, sin duda, la belleza de tantos hogares, construidos al aire de esta bella manera de vivir; ¿creéis que ello sería posible, además, sin la alegría que todo ser alentado por cada una de nuestras acciones libres lleva consigo, y que le empujan a ser él mismo más contudentemente que en ninguna otra ocasión bien seguro de que detrás de ellas, estan el hogar y la familia?. Claro que podemos atascarnos, pero internamente seguimos trabajando hasta encontrar caminos y la solución de las dificultades que, en un momento concreto, puede tener nuestra acción y gritamos con orgullo ¡eureka! Cuando finalmente lo encontré. Todo esto, por cierto, dentro de un campo humano claro y responsable que llama evidentemente a momentos nuestros y de fidelidad a nuestro ser interno y personal. Libres, en una palabra.

Esta psicología de la acción es fuerza poderosa alentada por la libertad interna del hombre. La mejor acción es desde ella comprensible y fácil, para los dos, en el matrimonio y por supuesto en el hogar. Sin embargo no podemos olvidar la fuerza de la imagen que el escándalo de cada día en la TV y computación, al margen del todo de esos valores que hemos venido apuntando, va minando poco a poco nuestra forma de pensar y hacer. A fortalecer esta idea de prevaricación nos ayuda tambien esa consigna aceptada de hacer dinero de la manera que sea posible, en la idea de que ello va a levantar nuesta persona y hogar caídos. Es mucho el tiempo, además, que nos hace falta para convencernos de que por ahí no se va a ningún lugar de dignidad, porque, por cierto, todos hacen igual. Como si, en verdad, no hubiera otro mundo de valores que los que el materialismo consumista nos presenta.

El mundo pues de nuestros valores, y la contextura de felicidad que ellos aportan, e incluso nuestra libertad que tanto mentamos y hasta buscamos por caminos equivocados, ahora, no son mas que un sueño imposible. Si supuestamente una opción es siempre sobre lo mejor, y nuestro mundo personal ha claudicado ya a esa situación de abandono de la lucha, porque en todo caso lo que ahora tenemos es ya de segunda mano, cómo podemos alentar ese mundo que antes recogía todo nuestro interior y lo arrastraba consigo como un verdadro brazo de mar, si nuestra conciencia ya no tolera semejante mentira. Este, me parece, es el gran dolor de la inmensa mayoría de los humanos que habiendo fracasado en su virginal intento de realizar con ilusión su matrimonio y familia, luchan hoy por componer lo imposible, porque definitivamente no se puede borrar de nuestra mente la mancha primera que ha roto el hogar, y que hace, de hecho, imposible una nueva realidad original.

Por ello es que todo el mundo habla de que hemos perdido los valores, y tienen razón, con el agravante de que no se ve el camino hacia el verdadero reencuentro con ellos. Así las cosas, no hay forma de llegar a ellos de nuevo, sino es a través de una auténtica conversión, que implica una abertura nueva a ese mundo de nuestra libertad, de ese ideal que alguna vez nos fascinó, pero que ahora tiene que poder de nuevo pujar con ilusión y empeño, para acercarnos, poco a poco, al contenido de aquella primera libertad de que hablábamos al principio, fuente de todo esfuerzo creador y renovador, donde nos vimos, por cierto, como seres reales. Ahora, en cambio, debemos recoger en ese ideal renovador la pregunta fuerte de,... qué va a ser de mí, como único recurso y camino para encontrarnos a nosotros mismos, con aquellas ganas de hacer y de recrear nuestro mundo de nuevo, confiados en que la Bondad de nuestro Dios, nos abra a una realidad de gracia que asiente nuestro ser en su Verdad.

No creo, por cierto, que existan otros caminos al encuentro con nuestra primera libertad, y al mejor abrazo de nuestra familia en el hogar.