La libertad de la Igualdad

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.

      


En estos días de Navidad he estado pensando en este tema, que parecería tan fácil llevarlo a cabo en estas circunstancias ya que todos los momentos, como que nos llevan a pensar que efectivamente todos debemos amarnos, y de hecho, tendemos a sentirnos más cerca los unos de los otros, de la manera más familiar y sencilla, por así decirlo, de la manera más natural.

Pero claro, cuando hablamos de igualdad y sobre todo de la libertad para la igualdad estamos pensando en que todos los hombres, porque todos somos libres en teoría, por naturaleza, y tenemos el mismo derecho y por tanto, pedimos la igualdad de condiciones para todos en el goce de su libertad y en todas las circunstancias de su vida. Por supuesto, y a primera vista nos damos cuenta que el asunto es ante todo una cuestión de justicia, y ¿sería posible una justicia igual para todos actualmente?, La justicia pide que le demos a cada uno lo suyo. Y aquí lo suyo es aquello que todo hombre necesita, sin pensar en otra cosa que en el hecho de ser hombre, para crecer saludablemente, para educarse y ser hombre capaz de administrarse a sí mismo en todo momento, y para casarse y tener hijos y realizarse. Y efectivamente si preguntara a alguno sobre este tema estoy seguro que me dirían que así es, e incluso añadirían la tremenda dificultad que, por ahora, para ello tenemos. Sin embargo el Santo Padre, Juan a Pablo II sigue pensando que ella, la justicia, «edificará la paz cuando cada uno respete concretamente los derechos ajenos y se esfuerce por cumplir plenamente los mismos deberes con los demás».

La justicia así entendida haría de este mundo un verdadero paraíso, pero no hace falta dar muchas vueltas al tema para darnos cuenta de que se necesitaría que cada gobierno se preocupase de todas las situaciones que ahora a nosotros nos parecen absurdas y nos avergüenzan, porque se suceden con una frecuencia inaudita, más allá incluso de lo pensable. Creéis vosotros que es justo que un gobierno maltrate a múltiples naciones, descuidando las normas internacionales del mundo ecológico, o un empresario le niegue a su obrero el seguro social. Y estamos hablando de casos típicamente sociales. Deberíamos preocuparnos también nosotros personalmente de todos los casos de injusticia manifiesta que pueden suceder delante de nosotros, y que hasta que pueden ser ejecutados por nosotros mismos, cuando, incluso, en nuestras propias empresas, no podemos oír de un gesto humano, o mejor realizarlo, porque, solemos decir, nos complica la vida. Cuántos, aquí, en Costa Rica, que pasan por ser empresarios de consolidada tradición, todavía no han visto la necesidad de pagar con justicia el seguro social, por ejemplo. Y esto, cuánto dista de ser tratado como un objeto, más que como una persona. Y repito que no han visto la necesidad, pero otros, lo saben muy bien, y saben perfectamente que están haciendo mal, y no se corrige el tema, lo que al mismo tiempo nos indica que la igualdad entre los hombres es un tema importante, qué duda cabe, pero que, y a pesar de todos los Derechos Humanos no se actúa, generalmente porque falta el interés.

Y es que hermanos deberíamos recordar la doctrina de Buber sobre el mundo relacional del yo-tu. Para empezar nos dice que toda vida verdadera humana es un encuentro. Un encuentro en el que el tú es una palabra positiva. Yo y tú, una de sus más importantes contribuciones, data de 1923. Le servían de marco siglos de intolerancia, incomprensiones y violencias de toda índole y en todas direcciones, el período entre las dos guerras mundiales, antes de la constitución del estado de Israel y todos los conflictos subsiguientes. Y se precipita sobre nosotros, esta lapidaria, sentencia: "toda vida verdadera es un Encuentro", que hace al sujeto retornar al terreno de la vida y sus acaeceres. Por supuesto, la presencia del tu engrandece en este contexto la realidad del yo. Bueno es más, sin El tu, realmente el yo, no tendría absolutamente ninguna consistencia existencial. Esto es lo que nos dicen los teóricos y filósofos.

Yo-tu, es además, el encuentro más pequeño, por así decirlo, pero es el necesario para que toda la humanidad pudiera conectarse al encuentro mutuo, si todos fuéramos capaces de ser lo que internamente llevamos por dentro, imágenes y semejanza de Dios, lo que no deja de ser un sueño, de verdad muy bonito, y hasta encantador. Ver la humanidad unida…! Y en un encuentro así, sospecho que no tendría ninguna dificultad en habitar la justicia, dándose mutuamente el abrazo de paz y de convivencia humana profunda en el respeto de ese encuentro.

Claro, esto es una idea de un filósofo notable, Israelí por cierto, que tenemos que reconocer que solo es un sueño, que se nos puede hacer camino, si de verdad lo concientizamos y pretendemos hacerlo nuestro. Con decir que Jesús al proponernos que nos amáramos mutuamente unos a otros nos estaba diciendo lo mismo desde una perspectiva religiosa, y después de veinte siglos aún no se ha logrado, esa conciencia clara de una libertad para la igualdad. Como que en sus primeros siglos algo serio fue hecho y vivido por esta comunidad testimonial, pero más tarde como que todo lo hemos desnaturalizado, y poco a poco lo vamos haciendo y viendo más deshumanizado, sombra incluso, de lo que en esos siglos se expresó y vivió, y sin compón hoy, desde un naturalismo crudo, salida, que evidentemente nos lleva a algo bien distinto, que hablando entre hombres debiera coincidir con un esfuerzo por realizar esta libertad en la igualdad que estamos buscando.

Nietzsche no creyó en la libertad del hombre, tampoco en su moralidad. Es más, la fustigo siempre que pudo. Oigámosle a él: En Humano, demasiado Humano: escribirá: “Nadie es responsable de sus actos, nadie es responsable de su ser. Esta proposición es tan clara como la luz del sol, y, sin embargo, todo hombre prefiere en ese caso volver a las tinieblas del error, por temor a las consecuencias” (7).

Con estos planteamientos, nada de extraño tiene que el pensador alemán considere que la “voluntad libre” es un invento metafísico pertrechado para debilitar los instintos humanos y desconfiar de sus posibilidades vitales en su innata y natural expansividad: “El concepto de voluntad libre, dirá en Ecce Homo, se ha inventado para extraviar a los instintos, para convertir en una segunda naturaleza la desconfianza frente a éstos” (8).

Lo primero que se me ocurre es pensar que quién podría tener interés en desautorizar a los instintos, si, incluso el más ignorante debe saber que ellos son necesarios para la mejor función de nuestro ser cuando están a nuestro servicio. Sin embargo, hoy, por cierto, y quizás por influencia de este pensador alemán, los instintos y la naturaleza privan en la comunidad universal, dominando e impidiendo que el hombre se realice plenamente, pero también me gustaría saber, si efectivamente siguiéndolos hemos conseguido algo más de justicia social, o estamos tocando con la mano esa libertad de todos y para todos, que supone la libertad de la igualdad. El concepto de voluntad libre no se ha inventado para extraviar los instintos, sino simplemente se ha connotado porque es evidente que se impone en nosotros, en nuestra conciencia, el hecho de ser libres por encima de cualquier otra cosa, y por supuesto, esta voluntad lucha, exige y nos pide que también tengamos a raya nuestros instintos en orden a ser nosotros mismos. Esta es una realidad que cualquier psicólogo hoy, no precisamente un filósofo, la define como fundante, si hemos de pretender seguir siendo hombres de verdad. Erich Fromm, por ejemplo, se propone “explicar en su libro los aspectos de la crisis contemporánea de la civilización occidental relacionados con la libertad del hombre. Esta crisis tiene manifestaciones diversas, de las que Erich Fromm destaca dos, para fines analíticos: su expresión política, el fascismo, y la condición socio cultural, la creciente estandarización de los individuos en las sociedades avanzadas. Ambas manifestaciones de la crisis, añade él, no son sino formas colectivas de evadir la libertad” (Contraportada del libro, Paidos, Miedo a la libertad).

Por eso, porque la estandarización humana es casi universal, en el peor de los sentidos, el negar esta libertad a la que todos pertenecemos y en la que todos deberíamos estar metidos, es que el aserto de que debiéramos sentir la libertad como realizadora de la igualdad que los hombres somos, tendría que ser un hecho evidente hace ya su tiempo, de otra manera, decidme qué sentido tienen nuestros boyantes derechos humanos, de los que tanto hablamos, sin saber, a la hora de la verdad, qué hacer con ellos. Pues desde esta libertad deberíamos tratar también, de construir un mundo, en el que todos los que queremos esta realidad habitáramos, esforzándonos por vivirla, que, sería, a no dudarlo la mejor expresión de que el tema no solo es profundamente humano en si mismo, sino que nos hace mucha falta, incluso, para ser un poco mejores que los demás, y de esta manera empezar a hablar con hechos, a todos aquellos que no hacen otra cosa que atropellar los derechos de todos, es decir su libertad a gozarlos.

En casi todas las sociedades avanzadas viven hoy grupos de jóvenes con ideas nazistas, que perturban la sociedad y son temibles por su desvergüenza manifiesta, y su oposición a una ley democrática en la que todos, incluso los extranjeros, puedan expresarse desde dentro y sentirse realizados. Su libertad por encima de todo tiene que cumplirse, por más que los contrincantes se tengan que aguantar. En resumidas cuentas que no quieren saber nada de la libertad de los demás, y se creen ser los sufí encientes representantes de la humanidad hoy.

Claro estos son extremos, pero en la sociedad de hoy tenemos la suficiente capacidad de injusticia, como para saber que puede haber 35.000 hombres que el día de Navidad pueden estar sin casa donde dormir, y nos quedamos tan frescos en las nuestras, pensando seguramente que bien merecido se lo tienen…sin darnos cuenta que este espíritu no tiene nada que ver con la Navidad que podemos estar celebrando, o hemos celebrado, o vamos a celebrar.

Creo que este contraste tan fuerte es el que en mi pensar de estos días más me ha costado asimilar, sobre todo porque sintiéndome cristiano, que quiero serlo de verdad, el tema me resulta muy difícil, y hasta contradictorio a casi todas las constituciones que rigen los diversos países del mundo, sobre todo, los que se dicen más desarrollados y democráticos, sin que podamos, no obstante, encontrar en ellos la expresión de esta gran verdad, el anhelo de superar las injusticias más claras, de suprimir las ofensas más deshumanizantes, y de clarificar esos juicios más manipulados, etc. etc. Y ¿no os parece, mis queridos lectores, que tendríamos que empezar por ahí, si efectivamente queremos que en nuestros países, empiece a ser verdad y reine, por así decirlo, este tema, tan bello, de una libertad para la igualdad?.

Estoy escribiendo esto unos días antes de Navidad, y me gustaría que la Navidad llegara a todos con esa fuerza que da una fe profunda en este niño. Eso solo podría hacer el milagro de que esta humanidad encontrara el camino verdadero a su propia libertad, y desde ahí, a la de los demás, empezando a hacer verdad este aserto, luchar por la igualdad en la vivencia de nuestra libertad, es tema de verdad bien humano