La libertad y el abuso a la mujer en la casa

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.   

      

La verdad que es un tema bien recurrente en nuestros días. Y es claro que quien lleva las de perder es precisamente la mujer. Cualquiera tiene el derecho de darle un golpe con razón, ¿hay alguna razón válida para hacerlo? Los derechos del hombre nos dicen que no, y Dios mismo nos ha hecho evidentemente iguales en dignidad y provecho. O sin razón, lo cual es el pan nuestro de cada día, y, señores, seamos un poco serios, para hacer las cosas desde donde tengan sentido y nos hagan a nosotros parecer que maduramos como hombres, y vamos acercándonos a la coherencia del mayor, del hombre de años, que se supone quiere hacer una vida de crecimiento y personalidad responsable.

La libertad también tiene aquí que decir su palabra, porque es evidente que a la luz de una verdadera libertad no se deben, y por tanto, no se pueden hacer estas cosas que ofenden la dignidad de cualquiera parte de la pareja. Cuando nos prometimos sernos fieles hasta el fin de la vida, no pensamos nunca en estas cosas, en estar dándonos golpes, insultándonos ferozmente, o destruyéndonos la autoestima de nadie, en la suposición de que hiciéramos con verdadera libertad y presencia personal, el acto de nuestro matrimonio- sacramento. Y hacer con libertad este acto, no es más que resaltar el aspecto más humano del momento, porque supone una conciencia clara de que somos conscientes de que estamos ahí, como verdaderos sujetos personales, nadie nos ha obligado, pensando, además, que somos el uno para el otro, y para toda la vida, porque menos,… seria una ofensa, tanto nos amamos, que no puede cabernos la menor duda, y esto mis, queridos lectores, no me digáis que no es razonable. Además de que en estos momentos los sueños de los dos no tienen límite, y soñamos los dos juntos, y hasta es probable que sea la más bella realidad de los dos, juntos, y por supuesto, estamos los dos conscientes de que lo que hacemos es la mejor opción humana, en otras palabras nuestra libertad esta asintiendo y asegurándose de que lo que vivimos, nos sale bien de dentro, de nosotros mismos, pues claro, no somos muñecos ni menos robots, es decir se trata de la mejor opción de nuestra vida, y de hecho pensamos, lo que estamos haciendo, de trascendencia eterna.

Cómo se casa esto, con lo que diariamente vemos en la prensa, donde se nos advierte que los abusos de poder en el hogar son increíblemente repetidos, de que los golpes contra la mujer no se pueden tolerar, porque es la esposa y la madre de nuestros hijos, porque se merece todos los respetos humanos habidos y por haber, y todos los derechos humanos también, por qué no. Y, lectores queridos, hemos llevado esto tan lejos que hoy todo es cuestión judicial, y penal, porque de otra manera no hay caminos a la armonía elemental que detenga los golpes en la pareja. Pero, y qué fea cosa es esta, que nos atrevamos a levantar la mano contra la que un día creímos que era nuestra auténtico momento feliz, el camino abierto a la dicha y al gozo. Por qué somos tan pobres, humanamente hablando, que nos dejamos llevar por el sentir de la calle, porque estoy casi seguro, que estas formas de pensar no se adquieren en la casa, y sí en el hablar tonto con esos que decimos nuestros amigos, desde donde “bien pensado” llevamos a la casa esos tormentos ideológicos de que la mujer no merece respeto, de que nunca debemos dejarnos dominar por lo femenino, de que siempre debemos imponernos, incluso a golpes, pensando en esa idea torpe de que el hombre, es el señor.

Y claro, nos creemos inmensamente libres, insensatamente deshumanizados hasta pensar que es nuestro mal, el amor que hace unos días nada más, poníamos en las alturas de la perfección humana hogareña. No son los bares lugares para aprender muchas cosas, pero menos, alguna que tenga que ver con lo humano o con la ciencia que ayude al hermano a ser hombre. En esos lugares inconfesables como el bar, o el motel, donde, por cierto dejamos ya de ser nosotros mismos, para convertirnos en el hazme reír de nuestra conciencia personal, y en el manipuleo escandaloso de nuestra libertad, no vamos a crecer en el amor que prometimos a nuestras damas. Pero lo peor de todo es, que tan pronto hayamos olvidado los temas que tienen que ver con la verdadera libertad del hombre, y que sostienen nuestro peso humano en alto, es decir la verdad, el amor, la justicia, temas sobre los que realmente se puede optar, y este acto de la opción, es uno de los más significativamente humanos y responsables, iremos haciendo de nosotros, una traición total al sentir de lo profundo y seriamente espiritual, al respeto a los valores que, tal vez, hayamos mamado en nuestros hogares, y desde esta irresponsabilidad no claudicante, porque estamos muy seguros de que sabemos lo que nos conviene, nos daremos al insulto en nuestras casas, sin respeto ninguno a nuestra esposa, y menos a los hijos, y la gritaremos, y la destruiremos, y la dejaremos sola, con un fuerte y humillante portazo sobre su conciencia, para hacerla cada día más difícil poderse encontrar razonablemente en su interior de mujer, y aceptando el sí, que como persona, una vez, ya hace tiempo, sin duda, alegre y feliz, diera a su esposo.

Nos pudiera venir bien la sabiduría de la que nos habla la Sda. Escritura. El libro de Ben Sirá (1, 1-25) nos dice que “la sabiduría fue creada antes que todo, que la fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en el cielo y sus canales son las mandamientos eternos. Uno solo es el sabio, temible en extremo, el que está sentado en el trono. Él mismo la creó la conoció y la midió, la derramó sobre todas sus obras, la repartió entre los vivientes con largueza y se la regaló a los que le aman”.

Los canales de esta sabiduría son, pues, los mandamientos, que nosotros venimos a verlos como un tremendo inconveniente a la realización de nuestra libertad, como lo contrario al mundo abierto de nuestros instintos, que no nos aseguran la paz entre los que convivimos juntos. Y es que nos exponemos a vivir desde una facilidad natural que de momento nos hace resolver, pareciera, todos los problemas, pensando, incluso, que el futuro nuestro no va a tener la más mínima dificultad, tan bien nos pintan las cosas, estos amigotes de los que os he hablado antes. Claro, esto supone olvidar que los mandamientos son el verdadero orden interior que todo hombre lleva consigo en su conciencia. Es algo así como el orden natural que tan bien funciona en el Cosmos, y que determina el movimiento de los astros, la medida de su ser material, de tal manera que nada se desmanda ni se desconforma. ¿Os habéis dado cuenta de que, hasta hoy en día, no ha fallado este ordenamiento del Cosmos? Así fue creado el Universo por la Sabiduría de Dios. Nosotros, hechos a imagen de Dios, tenemos también nuestro orden interior, y no es otro que este mundo del pensar, desde el que vemos que lo más adecuado al funcionamiento y realización humana de nuestro ser, es justamente seguir los parámetros de la conciencia, que supone la efectiva visión del contenido de ese mundo de Dios, que no es otro que el orden del amor, que, como hoy dicen los filósofos personalistas, es el único en dar perfecto sentido al hacer del hombre.

Pero la sabiduría es dada a los que le aman, lo que quiere decir que hemos perdido este don maravilloso de amarnos mirando al Señor como testigo de nuestra fidelidad mutua, y tan pronto como nos hemos desordenado del bien que supuestamente se vivía en el hogar, cuando éramos conscientes de ser el uno para el otro, y, no me cabe la menor duda, que cuando nuestro ser estaba en orden, al menos, digamos, cierto orden, las cosas iban tan bien como cuando nos convencimos de que éramos el uno para el otro, y mutuamente, nos pedimos casarnos cuanto antes.

Esto, mis queridos lectores, nos demuestra cómo el verdadero crecimiento humano, tiene que ver con un ordenamiento interior, desde el que observándonos, nos damos cuenta de la necesaria coherencia de crecer y madurar en esa sana libertad de saber siempre a qué atenerse en la valoración de nuestros grandes opciones humanas. No podríamos y no deberíamos dejarnos manipular por tantas ideas que navegan a nuestro alrededor, y que, en los primeros momentos, han de parecernos absurdas y muy contrarias a lo que hemos venido practicando, y que por lo mismo nos debieran hacer pensar sobre nuestros propios ideales, y compararlos con lo nuevo que nos ofrecen. No es verdad que todos los pasos que hemos dado en la juventud, y en ese cometo de madurez en que dimos el sí al matrimonio sacramento, nos puedan parecer falsos de repente. En todo caso, ese sería el momento para pedir un buen consejo, y poder encontrar el lugar de nuestros ensueños y encantos, que nos parecían opciones humanas, muy personales y serias.

De otra manera, poco a poco, nos vamos dejando manipular nuestras verdaderas opciones, por las mil y una oportunidades que tenemos de escuchar la aparente novedad del mundo social en que vivimos, y terminamos en manos de la pasión del orgullo, del licor, de la droga arruinando nuestra libertad de espíritu, y despertando en nosotros ese mundo de pasiones encendidas y oscuras, que no se avienen con nada menos que con destruir lo que en otros tiempos parecía imposible. El primer golpe a tu esposa fue, cierto, una verdadera sorpresa para ti. Pero, poco a poco te sentiste atado por el golpe y tu pasión interior que te llevó al maltrato, y ya no pudiste con tu libertad de amar y sentir bien por ella.

De hecho, lo que nos ha sucedido nos sorprende y bien negativamente, porque, seamos honestos, siempre duelen esas opciones tan ajenas al ser humano personal, pero tampoco podemos abandonar fácilmente ese mundo que nos ata y manipula, porque en el fondo, y muy adentro de nosotros mismos, ya somos seres extraños a nuestras exigencias personales, y sí, juguetes del momento social, que nos engaña, de nuestras pasiones habituales, y sin capacidad de opción, nos vemos arrastrados a lo peor, y lo que creíamos muy nuestro, termina por ser realmente ajeno y lejano a nuestro ser real manipulado. ¿Dónde está ahora nuestra libertad?

Lo que, en apariencia, solo era una la libertad de movimiento, porque hasta puede ser verdad que creyéramos en principio en la novedad aquella de llegar tarde a la casa, con el tiempo, se convirtió en la desfachatez de que teníamos derecho a divertirnos, y más tarde llegó a ser la preocupación más horrorosa por entrar en casa, tan fuera de ella nos sentíamos…Pero esto, ahora, no tiene vuelta posible, y con la decepción de un hogar destruido, y una libertad humana en ya veremos.

Qué verdad es que la verdadera libertad es siempre una conquista, y no fácil, frente a tanta oportunidad vana que hemos de saber siempre, poner en su sitio.