La lealtad familiar

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


Poco se oye hablar ahora de la lealtad en la sociedad, en la familia, o a otros niveles como negocios o empresas privadas o públicas, y de la necesidad evidente, que tenemos de ser leales unos con otros. El tema ha sido en otros tiempos una suposición tan básica, que la falta de esta lealtad en cualquier momento social, o lugar familiar, era tenida como una deshumanización sin nombre, que no admitía réplicas. La consecuencia era el rechazo de la sociedad o de la familia.

Hoy, sin embargo, esto no se tiene en cuenta. Habría, creo que ponerse a ver documentos muy antiguos, me imagino que se pensaría, y eso, dentro del mundo que mueve, ahora, y tan aprisa, los diversos intereses y fuerzas de poder en la historia, es un pequeño o no tan pequeño absurdo. De hecho, lo que nos mueve como hombres parece ser que no tiene nada que ver con un mundo interior, faceta fundamental de la lealtad, aparte de que son tantos los años en que esto ya no funciona, que sería poco menos que imposible intentar su asiento. No obstante nosotros ahí vamos

Y... qué es la lealtad? Pues bien definida "supone el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, y las del honor y hombría de bien". Se está hablando del cumplimiento de las leyes de fidelidad. Y está claro, que la fidelidad no puede ser un mero aguante. Esta fidelidad debería llevarnos a esa creatividad que en algún momento prometimos, y que debiera constituir y activar el ser de cada circunstancia, el ahora mismode mi ser, de modo que asumiéramos la realidad tal como se nos presenta, con la ventaja de que esa creatividad le daría la vía coherente y necesaria al ser del hogar, pero... ¿dónde está esto, a todo nivel, hoy día? Si se habla de una fidelidad matrimonial, bien podemos decir que no vale nada en nuestros tiempos, las cifras de desunión son asombrosas, y cada día van en aumento. Se presume con tanta facilidad, ante los demás, de haber o no, tenido tantas mujeres, de haber vivido esos fantásticos ensueños de inimaginables orgías, en la posesión de la mujer o del hombre, que, también esto se da,...pues, habremos de pensar que las promesas del matrimonio no viven la más mínima actualidad, lo que efectivamente, por estadísticas sabemos que es verdad, y la lealtad así, es una gran mentira.

Si vamos a la fidelidad política fácilmente nos desengañamos también ante la cruda realidad de nuestros países, que nos representa una democracia formal que no real, de palabra que no de hechos, de ideas que no de actitudes con todas sus consecuencias tristes y las injusticias que ello lleva. Unos partidos que nos dan la impresión de pensar solo en ellos, en su intereses, olvidando descaradamente al pueblo. Cuánto nos falta, entonces, para hablar de esta fidelidad entre los dirigentes y el pueblo, que, actualmente por palabras no se queda, y que en algún momento de la historia se cantó y marcó con letras de oro haciéndonos ver que la desgracia y las injusticias son francamente la mejor circunstancia para la fidelidad de los amigos fieles, y que brilla en aquellos momentos de un modo muy especial el valor de la lealtad: "Envió a buscar a todos sus parientes y vasallos, y les dijo cómo el rey le mandaba salir de todas sus tierras y no le daba de plazo más que nueve días y que quería saber quiénes de ellos querían ir con él y quiénes quedarse.

A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago; también a los que se queden contentos quiero dejarlos. 

Habló entonces Álvar Fañez, del Cid era primo hermano:

Con vos nos iremos Cid, por yermos y por poblados no os hemos de faltar mientras que salud tengamos, y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos y todos nuestros dineros y los vestidos de paño, siempre queremos serviros como leales vasallos 

Aprobación dieron todos a lo que ha dicho Don Álvaro. Mucho agradece el Cid aquello que ellos hablaron. El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado, allí deja sus palacios yermos y desheredados" (Anónimo, Poema del Mío Cid Espasa- Calpe, Buenos Aires, 1945, pp. 17-18)

Famosa es la desgracia del Cid y su actitud noble para con el rey. Pero, fijémonos, por otra parte, en la actitud de sus fieles, qué bien y lealmente se portan.

El hombre fiel es el de buena ley, porque además es evidente que la fidelidad no es completa si no tiene el honor y la hombría de bien. Estas, claro, son palabras muy recias, y muy sonoras,... el honor, es cosa seria, y es esa caracterización humana que le hace sentir al que lo tiene, que nada le apartará de esa buena ley que hemos dicho vive en estos hombres, esa buena ley es, además, señora del compromiso llevado a las últimas exigencias. Mirad cómo se define el honor: "cualidad moral que nos lleva al más severo cumplimiento de nuestros deberes morales respecto al prójimo y a nosotros mismos". Por ello es que debemos esforzarnos por dar esa sintonía con los valores que se han perdido, pero que ahí están, muy dentro de nosotros, en el corazón del hombre, esperando la mejor repuesta, y no me digáis, por favor, que la lealtad no nos hace falta entre esos valores recios.

Definitivamente nos falta bastante, en nuestros medios culturales, hasta dar al ambiente que nos mueve la fuerza que este honor pide, y que la hombría de bien debería poner en su sitio. Hombres de bien aparentemente vivían bastantes en otros momentos, o tiempos, y no voy a negar que hay algunos también hoy, pero son insuficientes para cambiar este medio en que nos movemos, y que, por otra parte, nos ahoga. Tal vez tendríamos que buscarlos hoy con lupa, como hiciera en otro tiempo el filósofo griego, pero es evidente que la posibilidad está en nuestras manos, porque no podemos negar lo que puede ser un hecho mediando nuestra libertad, optando de manera satisfactoria, y contra el sentir de mucha gente, que no va a estar por este tipo de opciones, pero que sabiéndolo, nos van a dar más ganas de hacer, como en nuestra conciencia debemos hacer. Parece mentira, pero hoy se habla de la lealtad de los perros y los caballos y la hemos olvidado entre los hombres.

Con los avances tecnológicos que hoy tenemos, y que nos facilitan todo, dando por ello un precio muy fuerte, pero sobre todo arriesgando nuestra vida espiritual y personal humana, hasta donde no va más allá... si fuéramos capaces de alumbrar en nuestras comunidades, lo mismo familiares que eclesiales, esta lealtad del uno para con el otro, me imagino que todo iría cambiando poco a poco, pero seguro, dando como aliciente, el hecho de ver desaparecer de nuestro ser, esa especie de caja de miedos que casi todos llevamos dentro, y que inhibe, a la hora de la verdad, nuestra acción positiva y transformadora del medio en que vivimos. Uno se puede imaginar lo diferente que serían nuestros días, si quitándole lo negativo a momentos históricos muy pasados, pero que vivían con fuerza esta expresión de nobleza humana, nosotros pudiéramos, con nuestros hallazgos tecnológicos, y sin la rudeza de otros tiempos, imitar aquello, la grandeza de sus valores, su lealtad.

Además vivir conforme a estos valores, es hacerse acreedor incluso a la sabiduría, que al aire, de hacerlos brillar con más fulgor propio, engrandece el mundo en que nos movemos, impidiendo también esa manipulación continua que de hecho nos crean los medios que utilizamos, sin esta viviencia que la sabiduría nos ofrece.

La lealtad implica robustez de carácter y por supuesto soberanía del espíritu, libertad real, es decir opción clara por lo mejor, frente a tanta volubilidad actual que come todo sentimiento valioso hacia cosas mejores, e impide la formación personal abierta a esos inmensos parámetros de la verdad y el amor, que deberían caracterizar al hombre actual.

Termino con una frase de los proverbios (3,3-4):

"La piedad y la lealtad no te abandonen
átalas a tu cuello,
escríbelas en la tablilla de tu corazón.
Así hallarás favor y buena acogida
A los ojos de Dios y de los hombres".