La familia Unida

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


Es bien cierto que hoy tenemos la necesidad de sentir esta unión familiar en todos los campos.

Vengo hablando durante estos días en radio fides sobre el tema de la adolescencia. Y es impresionante el número de consultas que, por teléfono, he tenido que responder. Evidentemente, este tema hace una referencia directa a la familia, y desde ahí, hemos oteado otra fuente para percibir mejor, que nuestro mundo familiar hace aguas.

La verdad es que me duele por la incidencia que ello tiene en nuestro hecho religioso, en nuestra salud religiosa y humana. A veces, siendo pesimista, se pregunta uno, pero ¿habrá, de verdad, conciencia de lo que esta pasando en nuestras femilias? Estos días he venido escribiendo sobre la resurrección del Señor. Y cómo me gustaría que nuestros fieles vivieran de ser conscientes de que en la resurrección de Jesús, hemos recibido todo el poder para ser auténticos señores de nuestras familias, por supuesto, para luchar con éxito, contra todos los demonios que inhabilitan y destruyen nuestras familias y nuestros hijos. Basta recordar la eficacia que en los primeros cristianos este hecho tuvo, cómo vivían esa realidad de estar entregados a Cristo, desde la que no temían nada que les viniera de afuera, para darnos inmediatamente cuenta, también, de que ahora no tendría que ser distinto.

Pero las cosas, lamentablemente, hoy son distintas. Hay dispersión y frustración en nuestros hogares. Por eso, mis queridos lectores, es preciso que nos recojamos en nuestra interioiridad para reafirmar, o no, lo que nos pasa, y disponernos a buscar el verdadero remedio de situaciones como esas, que no podemos dejar que se nos vayan de la mano, sino que conscientes de la situación que nos destruye, le pongamos un alto, y empecemos a vivir la unión familiar, que sería a no dudarlo, el veneno para estos diablos que hoy nos persiguen. Claro, sería el amor el responsable de la nueva realidad que tratamos de dar vida. Un amigo, me ponía hoy, un e mail, y en él me decia que en una reunión de virtudes y vicios el odio quería matar al amor, y que fueron pasando diferentes vicios que se comprometían a matarle. Pero todos, al volver a la reunión confesaban que fueron derrotados por el amor. Hasta que uno nuevo, sorprendiendo a la audiencia, porque no sabían quién era, hizo presencia y dijo: yo me comprometo a derrotarlo y matarlo. Y efectivamente, al año siguiente, se presentó a la reunión, y allí les lanzó el saco del amor, con el amor muerto. Se admiraron los presentes, sobre todo el odio, que había buscado por todos los medios la desaparición del amor, y no lo consiguió, y le preguntaron, pero bueno, tú,...¿quién eres? Y les respondio muy sonriente y triunfadora: soy la rutina.

La rutina nos distrae, nos separa, nos arranca de nuestro ser humano, hasta hacernos sentir y vivir que lo malo es bueno, inconscientes del horroroso mal que esto nos causa. La rutina que nos hace olvidar nuestras responsabilidades, la rutina que nos aleja de los los problemas a los que tenemos que dar luz y vida con nuestro animada presencia personal, eternos fugitivos de lo que nos salva, la rutina, al final, traidora, como quien no quiere, y poniéndonos una amarga daga en el corazón, puede matarnos el amor. Y lo ha hecho, si por lo que aparece juzgamos.

Por ello, y bien conscientes de lo que hacemos y queremos, debemos reunir sin falta a nuestra comunidad hogareña, a nuestros hijos con sus padres, y entre todos, dar aire fresco a esa reunión, y empezar con una afirmación gruesa de verdad. Hijos míos, habremos hecho lo que no debíamos, habremos trabajado contra el amor, pero si queremos vivir en familia, como hasta hoy lo hemos hecho, pero mejorando del todo nuestro ser familiar, debemos afirmnar, y ahora mismo, que en esta familia, en este hogar, solo tiene derecho a vivir, el amor. Y esto, claro, lo adobamos con un serio compromiso personal, que perdona, y que desde una profunda mirada a los ojos, hasta de lágrimas llenos, se encargue de hacerlo todo, de ahora en adelante, diferente. Por Dios, no mirar nunca atrás.

¡Qué bello gesto sería!,... y qué dimensiones tan nuevas y profundas empezaríamos a respirar. Sería como un despertar, porque hasta nos puede dar, en este momento, la impesión de que hemos estado dormidos para habernos causado mutuamente tanto daño el uno al otro, para no vivir la realidad de que somos esposos e hijos, los unos de los otros, para no precuparnos de que asestábamos una puñalada en el corazón del otro, para no sentir más, que Dios, Jesús Resucitado, está en medio de nosotros, y quiere darnos la Vida.

Cómo me gusta soñar en que en un inmediato futuro nuestras familias van a volver a estar unidas. No es un sueño fácil, pero es posible, y en todo caso, sí os digo que adaptado del todo a las necesidades del hombre, porque, de hecho, lo que Jesús en su venida al mundo nos dió, no fue otra cosa que una visión nueva del hombre, de un hombre que se siente de verdad imagen y semejanza de Dios, porque El es nuestro Padre, y así lo siente el hombre que se acerca a Dios humanamente, Padre que no da al hijo que le pide un trozo de pan, una serpiente, cuando lo que le hijo necesitaba era un pedazo de pan. Así se explicaba Jesús en su vida histórica.

Somos, pues, Hijos, con mayúscula, por ende, de este Padre maravilloso, que hemos perdido por rutina, me parece. Pero, en adelante, por tu cambio, qué duda cabe, puedes hablar tranquilamente con Dios, puedes entenderte también contigo mismo desde una pespectiva de diálogo con el Señor, y puedes saber, y sabes de hecho, que no es lo msimo vivir a lo grande desde una perspectiva de futuro que da una conciencia de que el Señor está con nosotros, a vivir con el tormento diario de no saber a qué atenerse, o de sufrir, sin sentido, lo mismo todos los días, para lo mismo esperar mañana.

Qué duda cabe, al fin será verdad que nuestras familias van a empezar a serlo en serio. Qué bello sería, y en todo caso cantaríamos...:

“Al fin será la paz y la corona,
Los vítores, las palmas sacudidas,
Y un aleluya inmenso como el cielo
Para cantar la gloria del Mesías".