La familia

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.    


Qué bello tema para un poema, pero no deja de ser verdad, en todo caso, que la familia es el sustento de todos nosotros, los humanos, los que en todas las circunstancias de la vida, vamos realizando el hecho de que estamos hechos para la abertura y el don. 

Son esos dones, los que provienen de esa realidad abierta del hombre personal, los grandes responsables de lo que podemos llamar la felicidad humana, la felicidad de todo el hombre, de este hombre que hoy anonadado y hundido, por las promesas de la investigación tecnológica, nunca cumplidas, en las que soñó como salvadoras de todos sus ensueños felices, ve ahora caídas sus esperanzas, y convertido en un guiñapo de heridas que sangran en todo su espacio corporal, su mundo en un pesar de inconvenientes, resultado del abandono y olvido de la familia, sin fuerza, que le hacen sentirse ahora, inútil instrumento de su entorno, llevado y traído, por las marejadas del ambiente que le rodean.

Pero la felicidad se ha escapado y en sus ojos solo brillan los opacos recuerdos, inútil esperanza de una familia apuñalada y rota, incapaz de hacer reales en el hogar los sueños, que, impulsados por deseos imposibles, hacen inútil todo esfuerzo realmente humano. 

Estaba no hace mucho tiempo leyendo en la prensa las maravillas que podemos gozar, si efectivamente contamos con la familia. En nuestras vidas, sobre todo cuando vamos avanzando en años, suelen ocurrir momentos de especial fatiga por razón de enfermedad o por otras causas psíquico físicas que nos aquejan, y que, de hecho, pueden deteriorar y deterioran con frecuencia nuestra personalidad. Son momentos únicos en los que efectivamente necesitamos fuertemente la comprensión de los que nos rodean. Y no solo eso, sino el cariño y la ternura necesarias a la pobreza anímica que estos momentos conllevan. Es entonces cuando uno puede darse cuenta del valor de la esposa y de los hijos, es entonces cuando de verdad se puede valorar el papel de la familia en la humanidad.

La familia no solo es el rincón de los sueños más humanos cuando al sentirse uno con la responsabilidad que implica crearla, hicimos el primer esfuerzo de salir de nosotros mismos para comprender a la pareja. Lamentablemente este momento se nos escapa con frecuencia de la mente. Pero no estaría mal que pudiéramos hacer uso de su recuerdo y de su fuerza, para llenarnos del encanto que en sí mismo tiene, y poder organizarnos en situaciones difíciles, como las arriba indicadas, para manejar siempre con la misma fuerza ilusionada de entonces, las dificultades presentes.

Pero además, la familia tiene el encanto de ser la fuente más perenne de formación humana. Y es aquí donde deberíamos poner el sentido de lo personal, para que, en cada caso, abriéndonos a la realidad familiar, pudiéramos responder siempre como en cada oportunidad se nos presenta el ser de la misma. Y es que, mis queridos hermanos, cualquiera puede darse cuenta de que el ser de la familia es llenar ese hueco humano donde se esconde el mundo de nuestros mejores valores y deseos, profundamente naturales y personales, y al comprendernos dentro de la exigencia de la abertura al otro, con la preparación y maduración que el caso pide, abrazar ese tiempo precioso que se nos entrega, con ilusión y sentido pleno de nuestra libertad, para que conociéndonos estrechamente, trabajemos el asunto del don y de la entrega con la generosidad apropiada, de forma que nunca tuviéramos que arrepentirnos de lo vivido y gozado, ni correr el riesgo de perder, lo que en esos maravillosos meses del encuentro humano fundamental, y conscientemente hambreamos con el gozo de podernos saciar y recrear para siempre, incluso la eternidad. 

Ahí tendríamos el aval de que antes os hablaba, cuando comentaba lo leído en la prensa, y que realmente me emocionó, e inmediatamente después, me decidí a escribir sobre la familia.

Es tan bello experimentar el gozo de amar y sentirse amado, llegar a la casa y saber con una conciencia de feliz señor, porque eso, en verdad, es sentirse hombre, que te esperan para darte el abrazo del amor confiado, tan extraordinario sentirte arrullado con la mano de tu esposa o esposo, pasada por la cabeza y el rostro, alejando de ti toda apariencia de cansancio, y celebrando el gozo de sentirte apreciado, de modo que tu autoestima crece y crece al amparo de la delicadeza que celebras internamente, y que pronuncias en tu interior con la idea de que nunca terminara.

Es tan fuerte y tan original saberse padre o madre de familia, y agacharse para abrazar a tus hijos o hijas, y hacerles sentir la originalidad del encanto paternal o maternal, que saborean con el gusto de quien se siente amado, y tiene la autoestima a la altura del cuello, de modo que pensar en más seguridad interna es imposible. Tan bello sentir con qué cuidado los hijos te abrazan y besan, convencidos de que esa actitud es la única forma de expresar el amor inmenso en que viven su alegría y su encanto familiar, que el abrazo de paz nunca antes conocido, y menos vivido, las lágrimas, tan emotivas y sinceras, desde donde pagan lo que reciben, que ahí explota la familia en una vivencia de comunión y realizada felicidad, que a uno le parece mentira que hoy la familia esté fracasando por entero, a niveles altísimos en la escala de valoración social.

Pero, y en los momentos difíciles que el hombre, con frecuencia, tiene que afrontar, en su enfermedad, en su pérdida del trabajo, y otros aún peores, qué seguridad más profunda se puede encontrar, que la conciencia de tener una familia que te avala, te comprende, te escucha y te anima a ser tu mismo, al margen de lo delicado de la situación, y el mismo dolor que en muchas ocasiones la circunstancia comporta. Pero es un dolor diferente, de encuentro, y de satisfacción por saberse digno de sufrir algo por su amado.

En definitiva, mis queridos lectores, qué satisfacción más profunda sentirse miembro de una familia de verdad, en la que el rostro de Cristo ilumina el quehacer de cada uno de sus miembros, porque todos en Él, se sienten comunidad unida, y familia regalada. 

Cosa bella es tener una familia y vivir fundado, recreado y en una conciencia clara de satisfacción, que revienta las tempestades más profundas de este mundo congelado y frío, interpretando su sentir equivocado, y reafirmándose más y más en el gozo de creer en su familia amada.