La familia

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.

 

 

Qué duda cabe que necesitamos la familia porque la que tenemos está rota. Hace aguas por todos los costados, y debemos dar un vuelco a nuestra realidad consumista para crear algo nuevo, que nos sirva.

La sociedad de consumo

no persigue el enriquecimiento de las personas, sino el consumo mediante la manipulación y el control para el fomento de nuevas necesidades a satisfacer; 
trata a las personas como artículos de consumo, especialmente a la mujer; 
fomenta el mimetismo, la uniformidad, la despersonalización mediante la producción en serie y la propaganda; 
ataca la creatividad personal; 
su "liberación sexual es sospechosa": no pretende educar, sino la movilización de los deseos e instintos en vistas a la utilización programada y calculada. 

Búsqueda de nuevos modelos familiares

Las figuras modélicas de los padres son necesarias para la evolución normal de la personalidad de los hijos. 
En la sociedad neo-industrial y consumista estas figuras están desdibujadas y en crisis, profunda crisis, como viene reconociéndose en general en nuestro mundo social, o en cualquier libro que trate el tema. 
La persona como fundamento de la familia

Desde luego que el tratamiento de la persona en sentido filosófico y teológico nos da un buen fundamento para el cambio. La persona es un ser con dignidad a imagen y semejanza de Dios. En buena definición porque ella es abertura al encuentro, según el pensar de los filósofos personalistas, podríamos decir que persona es un ser en relación,... o en comunión, si tenemos fe, con el otro.

De aquí su dignidad, su integración con la verdad, su libertad, y su necesidad de amor. Claro, que aquí no hablamos de un amor sexual, fantasía destructora; de un amor sentimental, inestable como la imaginación que lo crea; de un amor en equipo, es decir dos egoísmos que nunca coinciden; de un amor idolátrico, que no significa otra cosa que la pérdida de la propia identidad, que se sitúa en el vacío y anulación de la persona; de un amor proyectivo, siempre negativo, pero sobre todo, cuando se vuelcan los propios problemas en los hijos; ni siquiera de un amor natural como oposición a lo personal. Hablamos de un amor humano relacional, comunión, integración del uno en el otro.

Hablamos de un amor cristiano.

Esta es la base, por supuesto, de todo amor matrimonial. Un amor que se siente indigente. Un amor de conocer y aceptar que sin ti, mi vida no tiene sentido, es decir de verdad necesitado del otro, que en el diálogo se explicita en la alegría de saber, en el mejor sentido del saborear, que estoy creciendo en su amor, en su comprensión, en la libertad con que la (le) amo, en la paz y en la dignidad que Dios me ha dado. Un amor que implica esfuerzo por realizar la felicidad del que amo. Un amor que es resultado de conocer muy bien mis tendencias negativas, e irlas sacrificando en el altar del amor que mutuamente nos tenemos. Un amor finalmente de "don" que se da al hablar, al hacer, al vivir y al cantar por la vida la sintonía del amor...: "Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros", que nos dirá Jesús

Un amor que se concibe como fin.

Jamás como un medio, que se cambia a placer... Al contrario, acepta definitivamente la igualdad, dignidad y libertad de la persona. Se libera del miedo a crecer y madurar, porque entre él y su amor solo se vive la transparencia, animada en un diálogo personal, y confiado con la persona que ama. Es solidario y no se deja manipular por ninguna razón. No ha sido coaccionado jamás y se niega a toda forma de instrumentalización entre las personas. Un amor que ante la insistencia de Jesús, en ser don para los demás, en todo instante, abraza en todo caso, incluso en el dolor, el rostro de la amada y se trasforma poco a poco en ella.

Vive tu amor desde Cristo más que desde lo pasajero 

Un amor, por fin, abierto a la familia, a la naturaleza, a la vida.

Amor que es un diálogo tan personal como yo mismo. De este amor, don, necesariamente nace el hijo, porque de hecho él, es la realización del padre y de la madre. Aquí los hijos son también un don de Dios, y si la pareja expresa el amor íntimo del uno y del otro, resultado de una entrega en la que los dos se necesitan para crear ese mundo nuevo que es el hijo, entonces el hijo es el espejo en el que se ven y se reconocen como padre y madre. Nunca tienen tiempo para agradecerse, el uno al otro, este maravilloso don que es el hijo,... ! su hijo !... Se miran, se conocen, y se ven el uno en el otro, creadores de esa criatura, nueva esperanza de su futuro, que se encuentra siempre en el abrazo mutuo, entero, dedicado, abierto, transparente,...y libre... 

Y es que este amor que ante todo es un encuentro mutuo, y apertura, nos ayuda a percibirnos como plenitud: ser amado, sentirse amado, es la forma suprema de tomar conciencia de la propia dignidad, y redescubrir continuamente la razón de nuestro existir en el mundo,...con nuestro hijo. Ser amado y sentirse amado, es además, un elemento decisivo para el desarrollo armónico de la personalidad de la pareja y después del niño. Más, amar a una persona, es, afirmarla como sujeto; de otra manera, " amar a una persona, es decirla tú no moriras"... y así se expresaba uno de los grandes filósofos personalistas franceses de hoy. Esto puede percibirse perfectamente en la relación matrimonial donde el yo-tú,... llega a la plenitud en la creación de un tercero personal: el hijo. En el hijo se hace carne, la expresión suprema de la apertura, de la intercomunicación y comunión, del amor y de la ternura...hecha encanto en la mutua mirada, que se engrandece hasta el infinito.

Formación de la persona

Ellos se han formado en ese amor. Y este amor por ende les forma más y más, y es el único capacitado para formar una familia en la que el matrimonio tiene como meta no solo los hijos, sino sobre todo a ellos, los esposos que desde su amor crean el medio o el hogar necesario al nacimiento de sus hijos, a los que deben formar conforme al estilo más humano- cristiano imaginable. De hecho este amor ha tenido que formarse en el noviazgo, fuente primaria y fuerte de toda educación humana En el que la educación del uno al otro, es el don del amor mutuo, que al descubrirse en él, les estimula y pide ser más y más, imagen el uno del otro,... que les llama a perfeccionarse como el otro aspira y quiere,... Por ende en ella jamás se contradicen el uno al otro, y menos en el tema del crecimiento mutuo, y en el de ver crecer los hijos cara al futuro, y donde los criterios de formación y educación deben ser unísonos. 

Un futuro hecho de esfuerzo, de miradas profundas, como su amor, de acuerdos dolorosos, pero, sobre todo, del perfil que en la historia matrimonial va dejando el amor, don, en ese hijo querido y esperado con gozo, la unidad de la familia se consagra.

Así las cosas es evidente, que el matrimonio ha formado su familia. Y para siempre, porque todo el tiempo de cada uno va a ser necesario, y yo diría que poco en verdad, para afirmarse ellos en la mejor línea del amor, que transforma y levanta a la familia, y que por ser y deber ser transparencia, debe, aun, contando con las debilidades de cada uno, crecer en armonía, entendimiento, ternura, responsabilidad y libertad, cada día, por así decirlo, más contentos de estar juntos. 

AQUí LA CONYUGALIDAD, EL VIVIR A DOS, ES UNA OFERTA, UNA POSIBILIDAD DE VIVIR EL MATRIMONIO. 

Esto es así, no cabe duda, y por ello, qué difícil es entender posturas de hoy, tan contrarias a esta realidad, y que van destrozando poco a poco el ser de la familia y sus valores.

Pero también es verdad que el matrimonio no se debe aislar de la sociedad, en principio de su familia anterior al matrimonio, aunque, incluso los padres ya no están en primer lugar, como antes. Y en la suposición de que somos personas, ya no los necesitamos como fuente primaria, porque en nuestra familia debemos tener todo lo necesario para vivir como verdaderos hombres. La escritura dice: "el hombre dejará a su padre y a su madre y formarán una sola carne" (Gen. 2,24). 

Tampoco debemos olvidarnos de los antiguos amigos, ni del mundo cultural, o el deporte, que tantas gratificaciones humano,... naturales aporta. Me imagino que ni una sola pareja puede dudar de esto. 

Hoy, sin embargo, a veces se hacen otras cosas raras. Por supuesto que no hay medida exacta, pero es la prudencia,... y saber que estamos casados lo que tiene que guiar nuestro camino humano. De todos modos, el casado no debe olvidar que su matrimonio exige una forma de privacidad única y plenificante, necesaria a la realización del ser hombre y que dé sentido siempre a la familia... desde la plenitud del Don... 

ESTE ES MI CUERPO QUE SE ENTREGA POR VOSOTROS 

Finalmente, no podemos olvidar que somos Iglesia y que por ende debemos vivir en comunión unos con otros. Es decir acoger el amor, guardarlo y saborearlo, hacerlo crecer y permanecer en él.. Como el de Él, que se entrega diariamente por nosotros. Y que quiere seriamente que conformemos unidad. !"Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí y YO en Tí. Sean también uno en nosotros, y así el mundo creerá que tú me has enviado"!(Juan, 17. 21-22)



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