La experiencia de Jesús Resucitado 

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.

      

La verdad es que, me parece, debemos estudiar este tema, porque no deja de ser interesante, por los efectos producidos en aquellos que vivieron con Él, sobre todo pensando en las dificilísimas y extraordinarias circunstancias en que esta resurrección se llevó a cabo. Por supuesto que se trata de la experiencia de los que vivieron con El, sobre todo, es decir, la de los Apóstoles, la de las diversas Marías y mujeres que en su vida se cruzaron con Jesús, y también, por qué no, de nuestra experiencia con Él, con la que Él deja en nosotros, con mucha frecuencia, si estamos atentos a sus requerimientos, pues la de Él nunca la sabremos, salvo casos excepcionales, en los que se deja ver y querer, por hombres impresionantes como Teresa, o Juan de la Cruz, o en momentos más expresivos de su intimidad, donde a ratos se nos abre, casi tal cual es, en el Evangelio.

Y es verdad, mis queridos lectores, pues ya sabemos cómo El Maestro dejó bien claro a sus discípulos y a la gente que le escuchaba, que El sería juzgado, sería muerto, y al tercer día resucitaría. Vale la pena recordar que esto le trajo un grave inconveniente, pues ya avanzado, el odio que los gobernantes tenían contra El, le respondieron en una ocasión en la que les retó a que destruyeran su templo, refiriéndose a su cuerpo personal, que en tres días lo reedificaría. La reacción no dejó de hacerse malévolamente presente de inmediato, pues le expresaron que el templo de Jerusalén había costado muchos años en construirse, y que no era caso, ni posible, que El lo restituyera a su esplendor, en tres días. Por otra parte, vemos en el Evangelio de San Juan, cómo el dime y el diréte entre los jefes del templo y Jesús es constante y perverso, diría yo, por parte de ellos, por lo que su muerte les debió parecer también un tanto difícil de asimilar, extraña en una palabra, dado que los milagros que, por otra parte, había realizado a la luz de todos, en su vida, les dejaría la duda de que efectivamente algo divino y diferente, ocultaba en su interior, y ellos no podían, o mejor no querían ver sobre su persona, y que esa extrañeza al final los derrotara, al margen de la fe en Jesús. No olvidemos, además, que la resurrección de Lázaro se produce sólo unos días, nada más, antes de su muerte. Y allí estaban presentes todas las autoridades de Israel, que por cierto, allí mismo ya le condenan a muerte.

La sospecha de que puede resucitar o pueden robar el cuerpo del sepulcro, está asumida en el hecho de que ponen guardia a su monumento. Y sobre todo en la mentira y trampas que inventan cuando, de hecho, se produce la resurrección de Jesús, la que ciertamente temían. Y es que siempre es malo, cuando los que mandan tienen que recurrir a mentiras, Por supuesto que siempre sufre el pueblo, el que no tiene cómo defenderse del poder, que representa y actúa el que manda.

Por la parte de Jesús también ocurren cosas extrañas, sobre todo pensando en la continuación de la obra que parecía Jesús tenía bien presente, dado que sus discípulos le abandonan, llenos de miedo. Evidentemente, que esta situación, y dado su plan, es decir, el Reino de Dios, y la fundación de la Iglesia, en un caso normal, dificulta todo movimiento hacia una incorporación de los fugitivos, y sobre todo hacia un mutuo entendimiento, dentro de un contexto de frustración, que los que se van a Emaús nos demuestran, y que en la ciudad se vive, y hasta se masca, para poder continuar la obra dejada en una situación de, al menos, veremos lo que pasa, cuando los apóstoles están llenitos de miedo, y uno le ha entregado, y no aparecerá más, y otro le ha negado.

La experiencia de Jesús, a este respecto, y hasta aquí, es bien negativa, por supuesto, hasta puede darnos, por un momento, la impresión de que todo se viene abajo, y no por El, sino por las diversas situaciones adversas que el hecho de la muerte de Jesús crea en la ciudad, y en general, en el medio buscado y con torpeza en los días que ellos vivían, y allí en Jerusalem. Y una vez más es verdad que no podemos dominar la adversidad que nos viene desde la maldad pura, sin la ayuda del Señor.

Sin embargo, no se puede negar hoy, que, es cierto, que en el corazón de los que han vivido con El, queda una fuerte impresión muy personal y quemante, fuerte, de Jesús, y por ende la tendencia interna a volver, una y otra vez, al tema deseado y vivido en profundidad día a día, porque, además, se presentaba, por así decirlo, dentro de un gran enigma que pedía una solución evidente. Su equivocación al no comprenderle el sentido del Reino, les llamaba también a una aclaración exigente, sin duda. Y como a todo el que ha tenido una gran experiencia personal, y no olvidemos que esta es única, a los Apóstoles, les quema el deseo por dentro de analizar y tocar y darle vueltas a esta idea persistente, a este Jesús que su psicología les reclama y quieren, y cuyo recuerdo les da una y mil motivaciones en su cabeza, impresionados por la calidad y hechos que en su vida presenciaron, únicos, por cierto, en su factura, y sobre todo, en su forma de proceder, en sus intenciones acciones y palabras, y por cierto, con una actitud, evidentemente, bien diferente a la de las autoridades. Esto, no cabe duda facilitó las cosas, pues es justo añadir que ellos estaban con la mira puesta en la resurrección, ya que debían recordar una y otra vez con insistencia, las palabras de Jesús, de que Él resucitaría, y acorralados entre sus cuatro paredes como estaban por miedo los Judíos, la presencia de Magdalena les tuvo que llenar de estupor, pero al mismo tiempo de una gran esperanza, y hasta de una alegría original, que pocas veces se justifica como esta, en ellos, ante la rapidez con que las cosas se sucedían, en un momento difícil de dominar, al margen de la fe por el momento, y ya casi resuelto, por la comprobación de que poco a poco se va confirmando como cierta esta resurrección. Pues, mis queridos lectores, es así, era la primera vez que un hombre hacía esto, habiéndolo advertido, la primera vez que un hombre resucitaba habiéndolo dicho antes, además, y la primera vez que un resucitado se preocupaba de sus amigos, los que le habían acompañado siempre , gozado y sufrido, admirado y creído, como nadie lo ha hecho, ni lo hará jamás, en su afán de reunirlos para hacerles sentir de verdad su propia realidad de Dios hacia dentro de su ser, y convencerlos finalmente de que El, nunca les había engañado, y que los necesitaba en comunión de unos con otros, para el futuro de su Iglesia.

Y así, no cabe la menor duda tampoco, de que tan pronto como Jesús Resucita, las cosas empiezan a cambiar de una manera yo diría que distendida, y como los apóstoles, de alguna manera, se habían sentido unidos por Él, rápida y maravillosa, a pesar de tanta dificultad que ellos y el medio ofrecen, porque todo sucede de una manera diferente a lo que ellos se podían imaginar, y nosotros hoy, incluso, podemos pensar, y guardándose, por supuesto, de la gente y sobre todo de las autoridades. Por otra parte con la máxima naturalidad que Jesús les ofrece, ante un hecho, que siendo sobrenatural, debería de exigir de sus miembros unas condiciones diferentes a las del resto de los mortales, y que fue sin duda el porqué de la respuesta inmediata de sus apóstoles, y de su confirmación posterior por parte de Jesús, como tales sucesores suyos, al dejarse ver por ellos, que le necesitaban, y confirmar así quién era, su Dios, de verdad, y cómo, por supuesto los amaba al así requerirlos y mostrarse ante ellos.

La Magdalena es el principio del cambio que se avecina, desde nuestro plano humano, y aún del divino, pues ella, de hecho, es la primera que le ve resucitado, y la muestra evidente de un amor mutuo reconocido, yo diría, por todos los que hemos leído algo del evangelio, y vemos los sentimientos que en el corazón de esta mujer se albergan. Como una flecha se dirige a donde viven los apóstoles tratando de cumplir lo que el señor le había dicho. La verdad es que hasta nos parece ingenua, pero, algo muy grande llevada dentro de sí, que no le dejaba que su corazón comparara a Jesús como un maleante, pues entonces ella estaría del todo equivocada, y hay vivencias que nunca se pueden ni olvidar y menos confundir el sentido, y efectivamente ella nos hace entender, que su amor es grande, muy grande y llena de ilusión por su Señor,… y es que, lectores, hay que pensar en el amor de esta mujer. ¿Creéis vosotros que no se percató del detalle que Jesús tiene con ella, que no pensó en que era ella, una mujer, que en Israel nunca representó nada, la elegida para esta gran misión de anunciar a los apóstoles, que Cristo había resucitado?. Claro que sí. Pero en su búsqueda del Señor todo le pasa por la cabeza, menos el pensar que ha resucitado. Ella iba al sepulcro, convencida de que allí estaría el muerto, y le llevaba flores, pero al mismo tiempo con la cabeza revuelta por lo que pudiera haber pasado, se confunde al no verlo en el sepulcro. Y allí, en el huerto, le sale al encuentro su Amor, que en principio confunde con el jardinero, pero que se enciende cuando le siente pronunciar su nombre, a boca llena, por parte del que la ama, y eso ya no puede dudarlo, porque lo conoce muy bien, y la deshace, tumba, y la derrota del todo, y llena de inmensa alegría quiere abrazarlo. No lo duda más. María, su nombre, tantas veces pronunciado por el maestro, era el talismán que ahora, ella necesitaba para echar a andar de nuevo su fuerza interior, y fuera de sí, porque era verdad, corre ante los amigos de andanzas apostólicas, para decirles, ella, llena de confianza y fuerza, porque lo ha visto, que era verdad, el Señor ha resucitado, les dice, y me ha dicho que salgamos a su encuentro en Galilea.

Y a pesar de todo vemos a los apóstoles cómo siguen dividiéndose entre la desconfianza y la dicha de escuchar, para vivir la alegría del que ha resucitado. Decepcionados y frustrados parten a Emaús lo dos discípulos, y como os decía no pueden hablar de otra cosa, la llevan dentro de sí y les quema. Cuando Jesús los sorprende en el camino y les pregunta de qué hablan, le responden sin más, tu solo eres extranjero en Jerusalém que no te has enterado de cuál es el tema. Pero es cierto, hay que aceptar, sin fisuras, el mensaje de Jesús para hacerlo, desde dentro, semilla de una nueva realidad que aguarda. El episodio de los peregrinos de Emaús aparece como la celebración de la renovación que la resurrección de Jesús opera en aquellos que aceptan tal mensaje. Claro que sería imposible, si ellos, al mismo tiempo, no fueran fuego que solo necesita la mecha. Lo cierto es que al final de su larga marcha, los dos discípulos están renovados por completo. Su comprensión de la vida ya es "otra". Hasta entonces, veían en la muerte el fracaso último de la humanidad. A sus ojos, cualquiera, por gran profeta que hubiera parecido, "por poderoso en obras y en palabras" que hubiese podido ser "delante de Dios y todo el pueblo", cualquiera que es "condenado a muerte y crucificado", corona su vida con un fracaso radical que destruye todo su significado. Ahora bien, esta teoría sobre la existencia, teoría que la experiencia corriente corrobora, es la que es falsa desde ahora. Y de hecho ellos mismos lo proclaman, porque hasta se preguntaban llenos de gozo al final, ¿ no es verdad que nuestro corazón se inflamaba y ardía al escuchar su relato?. Y lo más interesante es que le conocen al partir el pan, es decir en la plena comunión con El. Y se vuelven corriendo a Jerusalem, para comunicar a sus compañeros, es cierto, Jesús ha resucitado. Y ya tenemos a todos los apóstoles juntos, digo mal, falta Judas, pero él ya no era parte de esa comunión íntima, que Jesús, en pocas horas, había logrado con todos los demás. Porque ahora sí, y ya todos reunidos tienen la oportunidad de ver juntos al Señor. Y allí lega El, y les presenta su cuerpo y sus llagas, y sus manos y sus pies, para que no duden más de El, y les recuerda que el Hijo del Hombre tenía que padecer, como les decía la Sagrada Escritura, que no pudieron entender hasta el momento, pero qué buena la dicha, si al final es buena.

Vemos por tanto, cómo Jesús sigue influyendo, a pesar de todo, en sus vidas de una manera original como nadie lo ha hecho antes. Es decir le ven en Galilea, como les había dicho, y allí les dice que vayan a Jerusalem, en la idea de darles el toque final que les preparara para su ida al Padre, hasta que vuelva. Pero Jesús, de hecho no pierde su horizonte, y antes de ir a Galilea les viene a visitar en Jerusalem, el primer día de su resurrección, y eso era lo que le pedía su corazón, porque los llevaba muy dentro, y sigue cerca de ellos, y les habla y les ama. Los verá en Galilea, cómo no, y siempre con la misma intención de asegurarse y asegurarlos. Más tarde, en Jerusalem, reciben el Espíritu Santo como Cristo quiere, y goza, desde su sitio en el Cielo, por así decirlo, las primeras escaramuzas de estos grandes hombres, convertidos en Apóstoles, que ahora sí, ya no tienen miedo a nada ni a nadie y confiadamente le seguirán hasta el final. No cabe la menor duda de que nuestra fiesta es justamente la resurrección de este Ser tan elocuente y serio que es Jesús, pues ahora sin duda sabemos a qué atenernos como cristianos. Y como los apóstoles sabemos de sobra que podemos tener una relación profunda con nuestro Señor Jesús, si la buscamos, y al desearla nos comprometemos con El a vivir y actualizar su vida en nosotros, lo que los apóstoles no podían en su principio, por falta de entendimiento del sentido profundo de Cristo en su historia, y escandalizarse de su muerte, porque no la entendían.

Quiera Dios que nosotros al contacto con El, nos vayamos, también, quemando de verdad por dentro, y que esta quemazón se traduzca en la renovación de todo nuestro ser, por dentro, que todo lo hagamos diferente por su amor, y como lo quieren los que nos rodean, y que desde nuestro corazón, le sigamos recordando, y rumiando, por así decirlo, para que siempre resuene en nuestra psicología como en la de los apóstoles, la reciedumbre de su verdad, esa espiritualidad fuerte que siempre arropa a los que le siguen de frente, y esa cercanía que define sobre todo a los que le necesitan. Y agarrados a ella podamos vivir con la alegría que finalmente El nos ha ganado, para nuestra seguridad total, que ha de abrir, en nosotros, horizontes del todo originales para fecundar nuestra fe, definiendo en nuestro esfuerzo diario el todo de nuestra existencia, ahora sí, con Cristo resucitado, pues, ciertamente, Jesús ha resucitado porque era Dios, y nosotros le necesitábamos, porque hechos a su imagen y semejanza no nos era, ni es posible vivir sin El.