La adolescencia

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.   

 


La semana anterior hemos hablado de la juventud. Tema, que no hace falta que lo repita, es francamente interesantísimo, y que está, como sabemos, sufriendo la negativa situación de la familia hoy. La adolescencia, es anterior a la juventud, y marca un momento interesantísimo en la formación del hombre de futuro. Yo diría que es clave, y si aquí la familia no sabe a qué atenerse, la juventud será un desastre, y el mal de la familia un hecho.

Pero, qué es la adolescencia? Por supuesto, yo no voy a dar una definición, que no han podido encontrar hasta hoy los psicólogos. Sí se coincide en el momento primero de la adolescencia, que viene a ocurrir, cuando el adolescente es capaz de reproducirse. Cosa que sucede, en los muchachos entre los 10 y los 15 años, y en las niñas entre los 9 y los 14. Este hecho, nos hace ver, cómo no, la importancia de la formación sexual del muchacho. Pero fijaos bien, que estamos hablando de un momento biológico, lo que significa que a estas alturas el muchacho no tiene una mínima formación personal. La adolescencia termina, creemos nosotros, cuando el muchacho ha logrado una madurez notable. Mohsin (1960) sostiene que un individuo es maduro cuando “es capaz de ver y ponderar objetivamente sus propios defectos y errores...”, lo que significa que una madurez emocional nos libra de bastantes complicaciones que pueden ocurrir en la adolescencia.

Por los años en que ocurre este fenómeno, os podéis dar cuenta de que es fundamental a la formación del hombre. Y, me parece, que los matrimonios deben entender sobre este tema. Es un momento en que el muchacho no solo crece biológicamente, sino que sobre todo es la duración – porque efectivamente va sobre varios, o muchos años- en la que el hombre debe asumir los principios sobre los que tiene que cabalgar durante su vida. Se trata del crecimiento intelectual, espiritual y humano necesario a la verdadera responsabilidad, que, en el fondo, es lo que se busca en el muchacho. Es decir, que el muchacho sepa a qué atenerse en las diferentes circunstancias de su vida, cosa que desearíamos, por cierto, siempre, ver en los padres Y eso, se tiene que ir observando, a través del crecimiento del muchacho, en todos los campos necesarios al desarrollo de su vida entera.

Decimos que, en la adolescencia, se da el crecimiento intelectual, y es evidente que los padres deben seguir las tendencias intelectuales que sus hijos proyectan. Unos sirven para matemáticas o ciencias, ingenierías etc., y otros para letras, es decir psicología, filosofía, derecho, etc. Los padres jamás deben inducir a sus hijos a tomar las carreras que ellos están ejerciendo. Deben, más bien, y a través de la observación, seguir esas tendencias para, en el momento oportuno, hacerles ver lo que puede ser mejor para ellos, sin miedo al fracaso, al miedo, que inhibe y muchas veces destruye, de modo que opten por una carrera que les va y conviene. No me olviden que no es posible trabajar toda una vida, si no se ama lo que uno vive como profesión. Y hacer, sin alegría lo que se hace, es el fracaso humano más triste.

Los adolescentes deben crecer también espiritualmente. Y miren que esto es parte crucial del desarrollo del hijo. Cuántos padres solo se preocupan de lo que tiene ver con su carrera, sin mirar para nada, a lo que se refiere a la práctica de el bien y el Amor, en mayúscula, porque primero es de Dios.

Nuestros adolescentes tienen que oír hablar de estos temas fundamentales a sus padres. Pero no solo oír, sino que, sobre todo, tienen que ver en la conducta de sus padres ese bien y ese amor. Cómo ellos se quieren mutuamente en el bien de cada uno, y cómo se aman buscando la felicidad del otro en todo momento. Tienen que saber también, de su capacidad de sacrificarse por su Amor, y cómo no, por el de sus hijos. Así, estos adolescentes crecerán con una autoestima muy alta. Pero sobre todo con un amor que les crece día a día y que les lleva a creer, ciegamente, permitidme la expresión, en sus padres, que además, porque aman a Dios, cumplen con alegría con El, en toda situación o circunstancia, por más diferente o difícil que sea.

Así las cosas, estaríamos creando hombres para el futuro, que dieran buena cuenta de su humanismo, que se alegraran con el alegre y se entristecieran con el triste, que fueran compasivos con todos los humanos, y que se vieran felices, porque... se sintieran, estos adolescentes, realizándose como hombres.

¿Qué cosa mejor podríais querer para vuestros hijos, y para vosotros, mis queridos,... papás y mamás?