El trabajo de cada día

Autor: Padre Pedro Hernández Lomana, C.M.F.  

  


Pues mira por donde, hoy, os voy a hablar del trabajo, y no de la necesidad que tenemos de él para aviarnos en la vida, sino de lo que implica en nuestras vidas como desarrollo interior y como fuerza impulsiva de lo que mejor tenemos en nuestra experiencia existencial humana.

     Claro, todos tenemos que prepararnos para ello desde muy pequeños. No debemos olvidar que, generalmente, nos queda un poco ancho, pues la verdad es que a pocos nos gusta trabajar como principio, a pesar de que sepamos, por supuesto, que si no aprendemos a dar de nosotros mismos de la mejor manera, después nos va a ser un problema de irresponsabilidad psíquico, personal y humano serio, pues no es fácil acomodarse a la vida del “dulce fare niente” sin pagar las desastrosas consecuencias sociales que ello implica, tanto en lo familiar como en lo comunitario y social.

     Por ello insisto tenemos que preparar a nuestros hijos para esta realidad humana. Y es, no lo dudéis, una obra de cada día, donde los padres intuitivos, van viendo las oportunidades que cada situación ofrece, para ir acomodando las voluntades de estos pequeños de la casa, al servicio oportuno que en el hogar continuamente se ofrece, a los que viven felizmente en él. El estudio, que todos lo vemos como una forma de superación, es, sin embargo una forma diferente de trabajar, y es de los mejores instrumentos para formar el hábito del trabajo, pues exige concentración y esfuerzo para captar las ideas pertinentes al caso, que van dando a los niños su cierta personalidad, que, celebrada a punto, conforma el buen hacer de nuestros hogares, y sobre todo de nuestros padres responsables y consistentemente hogareños.

     Esa disponibilidad, por parte de los hijos, a responder adecuadamente a las necesidades del hogar, en cada caso precisado, y que nosotros hemos podido inculcar, es a no dudarlo, el mejor regalo que podéis hacer a los que amáis. Y fijaros que digo a los que amáis, porque hoy, muchos padres se pasan la vida haciendo que sus hijos no sufran como supuestamente ellos lo han hecho, y con esa actitud se oponen a que los niños hagan lo que normalmente deben ir aprendiendo a hacer, y así, lo que consiguen de sus hijos son pequeños monstruos, porque señoritos en sus casas, no van a saber hacer nada de positivo en el futuro y van a ser un gran problema de sufrimiento y continua preocupación en la adolescencia, y no digamos en su vida madura, si es que alguna vez la tocan con las manos, sesteando y viviendo de sus padres, el “encanto” de no haber hecho, a su tiempo, lo que debían, con ellos. Esto, mis queridos lectores, no es amar a los hijos, en todo caso es una gran irresponsabilidad de los padres, que generalmente lo pagan y muy duro porque han dado y dan la impresión de ocuparse de todo, menos de los hijos. Y eso, es un gran error, qué duda cabe.

     Como podéis ver, el trabajo empieza en la casa, y este, es decir el trabajo, como forma de vida y responsabilidad está fallando porque en la casa no hemos sabido dar con la llave para abrir esta puerta de nuestros hijos, porque estoy convencido además, de que si los dos progenitores hubieran intentado dar vida, con su presencia insistente, al trabajo, como forma normal de experiencia humana seria, y eso hubiera sido dicho con el encanto que tienen los padres de verdad con sus hijos, cuando los quieren, se interesan y los aman, a estas alturas tendríamos trabajadores excelentes, y sobre todo críticos, inventivos y creadores, capaces de cambiar el medio en que se desenvuelven por esa su simple actitud de hombres serenos y enteros.

     El trabajo así, es una forma de presupuesto humano, en la mejor condición para hacer pensar a nuestros jóvenes en la vida de futuro, con la seriedad que merece el tema, pero que abordándolo con carácter y fortaleza, aunque solo sea la del joven que viene y que se va haciendo hombre consciente, nos debe ir dando, por cierto, y poco a poco, el sentido del joven que buscamos, es decir un ser humano capaz de dar las respuestas adecuadas a cada pregunta de la vida.

     Pero también, el trabajo nos va dando la contextura de que estos jóvenes empiezan a sentir como quien sabe que la vida, su vida vale lo que ellos puedan garantizarle a este trabajo, que, como os digo, puede ser el estudio, puede ser el ayudar a las cosas de la casa, y debe ser siempre la conciencia clara de que somos comunidad familiar, y por ende sus problemas deben ser resueltos con la hidalguía que supone el esfuerzo de cada uno por solventar con altura y apropiadamente, lo que en nuestras manos esté, los problemas de nuestro hogar, en ese afán de no dejar ninguna de las cosas que nos provocan, para mañana, en la seguridad de que mañana será tarde. Este modo de hacer, ya sería un valor muy acentuado en esta nuestra juventud, de modo que repetido en la casa que se observa en orden, nos pudiera dejar la tranquilidad de que estuviéramos haciendo las cosas bien. Y eso, nos hace mucha falta, hoy, por lo que quiero decir.

     El trabajo, ahora, nos puede parecer muy ordenado y con las garantías de que nuestros antecesores trabajaron lo suyo para dejarnos las cosas en todo caso, un poco mejor que lo que estaban. Y es cierto que en nuestros países algo se está haciendo en orden a seguir los avances que la dignidad de un hombre pide y exige, ya conseguidos en otros rincones. Sin embargo, hay que decir que lo que llamamos justicia social, y que tiene que ver mucho con lo que venimos hablando, se abre continuamente a las nuevas necesidades que la historia nos va exigiendo a la humanidad, a todos los humanos, y hablando, críticamente, debemos confesar que nos falta mucho para vivir esa solidaridad responsable que pide una verdadera justicia social en nuestro medio. En muchas de nuestras naciones no hay todavía una conciencia de justicia social clara, y esto hace que la incoherencia prive en nuestras fábricas e instituciones sociales, y nos quedemos fríos ante las necesidades humanas de todos los hombres, dándoles, cierto, trabajo a nuestros hombres, pero negándoles el pago de la seguridad social, tan necesaria al acontecer diario que todo humano puede, y seguro, va a necesitar. Esto, en sí mismo, debería ser intolerable para la sociedad. Pero mucho peor es la actitud de Gobiernos que a sus múltiples obreros les dan el seguro sin pasar la ficha a dicha Institución, lo que presente una corrupción, a todo dar, evidente, en quien tenía que ser ejemplo de justicia, y por quien se debía exigir la justicia social hoy.

     Y hay más, cuando creíamos que la humanidad había logrado una cierta soltura y habilidad responsable en lo que al progreso social se refiere, para garantizar estabilidad y respeto al trabajador, son muchas las horas que ellos han tenido que invertir en nuestros negocios, y se suponía que el sudor cuantificado de estos hombres, era signo de vida en la sociedad, resulta que otra vez, como si nada se hubiera luchado, son los obreros los que tienen que pagar las impertinencias, por decir lo menos, de unos jefes insaciables. Los problemas de la sociedad los tenemos que soportar todos, también los jefes, y no es posible que mientras ellos saben muy bien cómo cubrirse las espaldas económicamente, suceda que a los obreros se los deja sin una remuneración justa, y lo que es peor, ahora, de patitas en la calle, y con el negocio roto, porque unos irresponsables, con el principio de asegurarse el futuro con dignidad, no tienen suficiente para los demás, y declaran ¡qué injusticia! la quiebra. Nuestra prensa de hoy nos habla de que en estos días más de 2.000.000 de obreros han perdido su trabajo en Estados Unidos. Es decir: “Fuimos educados en un mundo donde el trabajo como contrapartida del capital, ocupaba un lugar neurálgico dentro del sistema, y hoy nos encontramos con que el trabajo industrial lo realizan las máquinas con la ayuda de muy pocos trabajadores, que se limitan a apretar botones y hacer conexiones. Antes se hablaba de la 'explotación del hombre por el hombre'; hoy nos encontramos con masas de excluidos que ocupan los márgenes del sistema”. (El País 5 de Julio 2002 José Luis Abellán Presidente del Ateneo de Madrid)

     Los casos que nos están perturbando en el Norte, son para meditar con seriedad lo que puede pasar entre nosotros, si no nos tomamos pronto en serio, hasta darnos cuenta de que somos igual que los demás, y de que como ellos podemos caer en los mismos errores. Pero sobre todo llamo a la juventud para que con su mente crítica atisbe estos disparates de hoy, y poniendo bien el ojo en lo que se hace en la fábrica, alerte a los demás compañeros para tomar entre todos las decisiones pertinentes en orden a no dejarnos sorprender en la calle, sino que al contrario, si necesario fuere tomemos las calles y advirtamos a todo el mundo que no vamos a tolerar la corrupción y el engaño a la clase obrera. Y en ello no debemos manipular, ni dejarnos manipular, por nada, ni nadie. Bien seguros de que si tenemos que padecer los problema inmensos que empiezan a darnos este tipo de situaciones, en las que nos sentimos manipulados, seamos todos los que aguatemos la mecha, y no unos pocos, los de siempre, los obreros que, solos, pagan siempre las consecuencias. Pero sobre todo, y también, trabajemos, todos, por superar estos momentos.

     Esto es muy serio, mis queridos lectores, y debemos tomar con reflexión seria, sobre nuestras conciencias, el hecho tanto repetido en nuestros días, de sueldos injustos, o empleos deshumanizadores que explotan las dignidad del pequeño o el grande al aire de un desenfreno alucinante de los que llevan adelante estas cosas, que solo pueden indicarnos, lo mal que anda el mundo nuestro hoy. Claro, si son los jefes los que se caen a cuenta de robos, decidme a donde vamos, si no cambiamos rápidamente el rumbo de nuestros valores, desde los que podamos encontrar, primero, criterios concretos y responsables para juzgar a estos señores, y después, y sobre todo, soluciones para el futuro de nuestra humanidad.

     Ahí os dejo estas ideas para que las contrastemos con lo que día a día estamos viviendo. Los valores se nos han caído del todo, y el trabajo, que es uno de ellos, cuando se hace con el respeto debido a la dignidad de la persona que se esfuerza al servicio de la comunidad y sociedad en la que se vive, pide, que todos exijamos a esta sociedad inconsciente, que sepa ser elegante con quienes nos favorecen de tal manera, que a ellos, incluso, debemos los adelantos múltiples de hoy. Podríamos tener más para exigirles, pero seria un criterio muy trivial, frente a los grandes valores que nos toca defender, ahora.